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El estrés materno afecta al feto

Un estudio de la Universidad de Chile comprobó que un alto porcentaje de las chilenas embarazadas tiene síntomas depresivos y no recibe tratamiento.

14 de Marzo de 2005 | 13:27 |
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Los nueves meses que suelen preceder al nacimiento de un hijo no siempre son tan dulces y tranquilos como todas las madres quisieran. El estrés, la ansiedad y la depresión son cuadros que también se instalan en mujeres embarazadas, con consecuencias por partida doble: sus futuros hijos tienen mayor riesgo de hiperactividad, problemas de comportamiento, cólicos, trastornos del sueño e incluso anorexia, entre otras patologías.

"Si una mujer está estresada o deprimida, producirá neurotransmisores que pueden ser altamente tóxicos para el desarrollo del sistema nervioso y las neuronas del hijo", explica la doctora Mónica Kimelman, siquiatra y académica de la Universidad de Chile.

El problema es que no todos los casos son identificados. Un estudio realizado por especialistas de la Universidad de Chile en el consultorio del Hospital Barros Luco arrojó que el 62% de las mujeres embarazadas tienen síntomas depresivos y el 20% sufre un cuadro depresivo o una depresión mayor, pero no han sido diagnosticadas.

"Muchas madres ya estaban deprimidas cuando se embarazaron, otras habían acarreado síntomas depresivos por largo tiempo y, en otros casos, comenzaron a estresarse a raíz del embarazo o porque sufrieron un evento traumático durante ese período", comenta la siquiatra Livia González, una de las investigadoras.
Primer paso
La Escala de Depresión de Edimburgo ayuda a los médicos a identificar posibles casos de depresión. A cada pregunta se responde con "nunca", "casi nunca", "a veces" o "con frecuencia", según los sentimientos de la última semana. El resultado será evaluado por un médico.
1. ¿He sido capaz de reír y ver el lado divertido de las cosas?
2. ¿He mirado las cosas con ilusión?
3. ¿Me he culpado innecesariamente cuando las cosas han salido mal?
4. ¿Me he sentido nerviosa o preocupada sin tener motivo?
5. ¿He sentido miedo o he estado asustada sin motivo?
6. ¿Las cosas me agobian?
7. ¿Me he sentido tan infeliz que he tenido dificultades para dormir?
8. ¿Me he sentido triste o desgraciada?
9. ¿Me he sentido tan infeliz que he estado llorando?
10. ¿He tenido pensamientos de hacerme daño?

Pese a que el estudio abarcó sólo a 52 embarazadas con más de 24 semanas de gestación, las especialistas estiman que los resultados son un buen indicador de lo que pasa a mayor escala.

Por eso, están interesadas en promover la introducción de una pauta de detección precoz de depresión y estrés en el control prenatal. Hasta ahora, "no se hace de manera estandarizada ni está incluido en un programa nacional oficial. Depende mucho de la relación de la futura madre con su ginecólogo o la matrona; de la susceptibilidad de éstos para advertir algún síntoma", dice Livia González.

La idea es que se realice una primera evaluación en el tercer mes de embarazo, a más tardar, aplicando la pauta de Edimburgo, un cuestionario de diez preguntas -validado oficialmente en Chile- que permite identificar síntomas depresivos.

Intoxicación fetal

En rigor, estrés y depresión no son lo mismo, pero afectan de manera similar a la mujer embarazada y al feto. El primero puede surgir a consecuencia de, por ejemplo, situaciones de violencia (física o verbal), exceso de trabajo, problemas emocionales o laborales, duelos o enfermedades (que afecten a la madre o al hijo que viene en camino).
"El estrés materno se manifiesta en la mujer con trastornos de sueño, insomnio, ansiedad, impaciencia", explica la doctora Mónica Kimelman.

A lo anterior se asocia una mayor debilidad emocional y pensamientos y expectativas negativas sobre ella o el bebé. "Cualquier mujer que esté sometida a un estrés importante puede desencadenar síntomas depresivos y, posteriormente, una depresión", que se caracteriza por una baja en el estado de ánimo, alteraciones de los ritmos biológicos y un malestar general.

El gran problema es que muchas veces la depresión se presenta sin que nadie se dé cuenta. "Cuando las mujeres comentan a sus familiares lo que les está ocurriendo, ellos tienden a minimizar los problemas, atribuyéndolos a cambios hormonales", comenta la doctora Livia González.
Cifras
El 62% de las mujeres embarazadas tiene síntomas depresivos y el 20% padece un cuadro depresivo o una depresión mayor, pero no han sido diagnosticados.

"Las depresiones tienen una evolución de unos siete meses, eso lleva a que la mujer embarazada se cuide menos, siga menos las instrucciones, se prepare menos para esperar a este hijo", comenta la especialista. Luego, cuando el niño nace, hay una menor disponibilidad hacia él, se ve sobrepasada más rápido y atiende menos sus señales. "Eso incide en la crianza del niño, en el apego y el vínculo. No se pone en sintonía con el bebé, hay una interaccion no armónica".

En forma paralela, el cortisol, un neurotóxico que se libera cuando hay estrés y ansiedad, pasa directamente al feto en el útero, provocando cambios en el funcionamiento neuronal, que se extiende hasta los dos años de vida del niño. "Los efectos de aquella intoxicación se ven a largo plazo", explica la siquiatra Mónica Kimelman.

¿Ejemplos? Déficit atencional, hiperactividad, trastornos del sueño o de alimentación, así como en la capacidad de una persona para tolerar el estrés. "En la etapa pre y posnatal (primeros años de vida) se configura la regulación emocional y hormonal que determinará cuál es el umbral de la persona para expresar su estrés y en qué cantidad", agrega Kimelman.
Por eso es tan importante tratar a las madres a tiempo, aseguran las especialistas.

"Cuando se detectan síntomas de depresión o estrés, se puede derivar a talleres y terapias, o a tratamientos farmacológicos después del tercer trimestre de embarazo (antes no es recomendable, ya que las drogas pueden alterar el período de formación de algunos órganos)", precisa la doctora González.
Las mujeres intervenidas mejoran mucho y, aunque no todas lleguen a una situación ideal, alcanzan un estado aceptable para su salud y, en especial, para la del hijo que está en camino.

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