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¿Evolución o involución?

Los hábitos deportivos, complementados con disciplina nutricional y con el descanso activo, forman las bases de una sociedad más sana. Física y mentalmente hablando. El régimen de actividad física en los programas de educación es insuficiente. Y qué decir del que se imponen los adultos, que heredan los patrones impuestos cuando niños...

11 de Abril de 2005 | 17:07 |
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El sedentarismo es un mal de incidencia epidémica. Y sumado a malos hábitos alimenticios y al estrés, hace del cuerpo un terreno fértil para la enfermedad.

La educación física, que debería considerarse psicofísica, es el antídoto. Sobre todo en su expresión más lúdica: el deporte. Junto al desarrollo de destrezas físicas, y al fortalecimiento somático a través del ejercicio físico, el deporte permite una evolución psicológica, que los cultores viven como un crecimiento personal. Complementados con educación y disciplina nutricional, y con la adquisición de disciplinas de descanso activo, los hábitos deportivos forman las bases de una sociedad más sana. Física y mentalmente hablando.

Es un círculo virtuoso que suena como un eslogan: una gran inversión en deporte es un gran inversión en salud... Y un ahorro. Porque una sociedad más sana consume menos en tratamientos de enfermedades. No obstante, de la noción a la acción hay un abismo. Y el conocimiento poco se refleja. Así, por ejemplo, el régimen de actividad física incluido en los programas de educación, desde la infancia a la adolescencia, es insuficiente. Y qué decir del que se imponen los adultos, que heredan los patrones impuestos de cuando fueron niños...

La salud no se compra en la farmacia, ni en la consulta médica. La salud es un estado que se gana mediante un proceso de trabajo personal, donde la perseverancia en buenos hábitos de vida tiene un rol fundamental.

Entre estos hábitos está la educación física; para manejar nuestra mente-cuerpo más allá de la función psíquica del intelecto. Visto hoy en día, es una compensación de patrones de conducta morbosos, como el uso de ropa apretada, dormir en camas blandas, usar zapatos de taco alto o corbatas estrangulantes, o sentarse todo el día frente a un escritorio o en el asiento de un vehículo...

Como medio para canalizar y disipar energía, al mismo tiempo que despierta y entrena nuestra mente-cuerpo, la educación que mejor llamo psicofísica debe ocupar un espacio más allá de las intenciones y discursos. La educación física no templa sólo nuestro cuerpo físico, sino que entrena además nuestro cuerpo psíquico, estimulando no sólo la función del intelecto, sino además la inteligencia emocional, los procesos de concentración, sugestión, ensoñación, premonición, etc.

Adiestrarse en el juego, moldeando un conjunto de gestos físicos sostenidos en el tiempo, es la forma que toma el proceso. Es la forma que ha tomado desde nuestro ancestro primigenio, que bajó de los árboles, pudo erguirse, y caminar en dos pies, pudo liberar sus manos, oponer sus pulgares a los otros dedos, y entrenar una pinza. En fin pudo - con pura voluntad o intento- tomar el mundo con sus manos, manos que todo el tiempo retroalimentaron su creciente cerebro a través del tacto y de los ojos... El cuerpo y la mente evolucionando recíprocamente, en grandes y pequeños pasos, en mutaciones visibles e invisibles... detenidas en la inercia del sedentarismo, y gatilladas por el entrenamiento psicofísico. Un maravilloso proceso que hace la diferencia entre un hombre deportista y uno sedentario, entre la salud y la enfermedad.
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