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La pesadilla de llegar a la casa

Para muchas mamás, volver cada día se transforma en un momento de mucho estrés. Especialistas entregan aquí pautas para manejar la situación y entregarles a los niños lo que piden.

12 de Mayo de 2005 | 16:58 |
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19:00. María Eugenia llega a la puerta de su casa tras un largo y cansador día de trabajo.

19:01. En vez de entrar, saca un cigarrillo, lo enciende y se sienta a fumar lentamente en las escalinatas.

19:06. Apaga la colilla. Respira hondo. Abre la puerta y escucha los gritos - ¡Mamá, mamá!- de Carmencita (2) y Matías (4). Él llega corriendo primero y le pide que lo tome en brazos. La niña llega segundos después y hace lo mismo. María Eugenia entra al living, cargando a los dos niños, sus carpetas y su cartera. Lo que sigue es su relato:

Empiezan a saltar en los sillones y a tirar los cojines. Matías bota a Carmencita y ella, a su vez, le tira el pelo. Les traigo la comida, pero él no quiere comer si no es en el living. Y ella, lo mismo, pero en la mesa del comedor. No quieren comer si no les doy yo. Voy entre el sillón y la mesa, dando cucharadas con tal de que coman.

Esta escena es real y no tan fuera de lo común. El nivel de ansiedad de muchos niños parece dispararse en el momento en que la mamá llega a la casa. La nana puede decir que se han portado regio toda la tarde, pero apenas llega la madre empiezan a competir por su atención.

Es importante leer qué hay detrás de esta conducta; qué nos están queriendo decir los niños. Y casi siempre, el mensaje es 'necesito tu atención' , señala la sicóloga infanto-juvenil Josefina Martínez.

Según la profesional, la presencia física de la madre no es lo mismo que la presencia sicológica. Muchas veces, la mamá llega a la casa y sigue conectada con la oficina o se pone a hacer cosas de la casa o a hablar por teléfono. Por eso, es importante entender que no se trata de 'mañas' de los niños, sino que ellos tienen la necesidad real de estar en conexión con la mamá.

Sin grandes despliegues

Por eso, a juicio de los especialistas, la clave está en conectarse realmente con los niños al menos durante la primera hora en casa. Y esto no implica hacer grandes cosas. Puede ser tan simple como tomarse una taza de té conversando con ellos, señala Josefina Martínez.
A quién besar primero
Cuando Alejandra R. llega a su casa debe tener cuidado de llevar los mismos regalitos para sus dos hijos de 7 y 4 años, y de no abrazar a uno más que al otro. Si no, las peleas son grandes. "Hubo un tiempo en que se disputaban a patadas el derecho a estar a mi lado. Ahora, siento a cada uno sobre cada rodilla", relata.

La competencia por la atención de la mamá es una manifestación más de la ansiedad de los niños ante su llegada. La mayoría de las veces, surge de la poca claridad de que van a contar realmente con ella., señala la sicóloga Josefina Martínez. Esto debería solucionarse en la medida en que la madre vaya dando certezas a los hijos de que, al menos en ese rato, estará con ellos en cuerpo y alma.

El aprender a compartir a la mamá es un proceso que toma tiempo, advierte la especialista. Los pequeños deben entender que habrá instantes en que la madre se relacione con todos y otros en que lo hará de a uno, y saber que a nadie le va a faltar su momento.


Lo más importante, agrega, es llegar con una actitud de calma. Si los hijos nos ven llegar con cara de 'sabía que iba a pasar esto' y logran exaltarnos con su conducta, eso les va a reforzar sus intentos de llamar nuestra atención. Por eso, hay que intentar mantenerse tranquila y ser muy clara al transmitir el mensaje: 'Ahora estoy disponible para ti' .

María Eugenia comprueba la necesidad de esto cada día: El peor momento es cuando intento ver la teleserie. Los niños se alteran mucho y me reclaman para que vaya a jugar con ellos. Por eso, decidí que no voy a ver la próxima telenovela y que a esa hora voy a poner música suave y a bajar la luz.

La sicóloga infanto-juvenil María de los Ángeles Álvarez propone que una vez que hayan bajado un poco los niveles de adrenalina, se invite a los niños a actividades que los vayan calmando, como por ejemplo, leer juntos un libro.

Los hijos se van a ir tranquilizando en la medida que vayan teniendo la certeza de que la mamá está ahí completa. Y eso no implica hacer grandes despliegues de entretención. Basta con las actividades cotidianas: ver juntos las tareas, bañarlos, darles la comida. Pretender un ambiente tipo Fantasilandia no hará más que recargar a la madre y hacerla sentir que cumple una doble jornada, añade Josefina Martínez.

María de los Ángeles Álvarez agrega que muchas veces la conducta ansiosa de los hijos pequeños puede indicar que la ausencia de los padres durante el día es muy prolongada. Entonces, a los niños se les pierden estas figuras que les dan seguridad durante un lapso que se les hace eterno. Y eso les provoca mucha ansiedad.

Pequeñas presencias

Por eso es importante ir marcando presencia durante el día a través de distintas formas: Lo ideal es ir a almorzar a la casa o ir a buscarlos o a dejarlos al jardín.

Si eso no se puede, hay que llamar a los niños por teléfono más de una vez al día. Incluso desde los dos años se tranquilizan al escuchar la voz de la madre.
Cuando son pequeños, es bueno hablarles de cosas concretas, que ellos puedan entender.

Otra forma de marcar presencia, añade la sicóloga, es dejar pequeñas sorpresas que la persona encargada de cuidar al niño le va a ir mostrando durante la jornada: ¡Mira, la mamá dejó este chocolate debajo de la almohada para ti!, ejemplifica.

El jardín es clave

Los niños tienen una noción del tiempo diferente a la de los adultos. Para ellos, ocho horas pueden ser una eternidad. Por tanto, es recomendable que vayan al jardín infantil al menos media jornada, señala la sicóloga María de los Ángeles Álvarez.

El jardín infantil o el colegio traen nuevos afectos de parte de figuras como la tía o la profesora, quienes no sólo los van a estimular en lo cognitivo y lo social sino también les ofrecerán contención y apoyo afectivo, afirma la profesional.

Alejandra R. comprobó cuánto bajó el nivel de ansiedad de sus hijos tras un cambio de colegio. Ahora están en un ambiente mucho más personalizado y afectuoso. Además, el papá los va a dejar y a buscar. Se vienen conversando y llegan mucho más tranquilos.
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