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El desafío de ser hijo-nieto

Los padres mayores son una ventaja si toman la vida más relajados. Los problemas surgen en la adolescencia.

01 de Abril de 2005 | 12:23 |
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Francisco y Eliana

No había nada más irritante para Alejandro Varas (23) que le dijeran: "¡Qué amorosa tu abuelita!". "Me pasaba cada vez que entrábamos a una tienda. Yo respondía furioso y gritaba que no era mi abuela, sino mi mamá".

Comprensible. Después de todo, los 44 años que los separan podrían confundir a cualquiera. Alejandro, junto con otro hermano, son los únicos de los once hijos de Sonia Peláez que aún viven con ella. "Mis hermanos dicen que me salvé de cómo era antes, porque parece que a ellos les tocó una mamá mucho más severa y dura que a mí", cuenta riendo.

Cómo no iba a ser así, si doña Sonia reconoce que tuvo a Alejandro exclusivamente para "regalonearlo y gozarlo".

De hecho, Alejandro cuenta que nunca ha tenido "atados" con el tema de los permisos y hace especial hincapié cuando califica de "súper buena" la relación entre ellos. "Eso sí, nunca hablamos de cosas como el sexo o las drogas, porque ella nunca me las planteó y porque yo tampoco me hubiera sentido cómodo".

"Siempre fueron temas tabú en mi casa", admite Francisco Matte (25), quien vivió con su madre Eliana (69) durante toda su juventud. "Tuve que informarme de esas cosas por otros lados", dice, entre risas.

Enseñar a vivir
La edad de los padres no es lo que influye directamente en la crianza de los hijos, sino la etapa de la vida que están viviendo.

La sicóloga Maritza Sáez explica que "cuando los papás son jóvenes, preparan al niño para sobrevivir en la exigencia y la competencia del mundo laboral, le enseñan tolerancia y tenacidad, que es lo que se requiere en el mundo que ellos están viviendo".

Los mayores, en cambio, les dan más oportunidades y les permiten "gozar la vida". "Si el niño quiere un dulce, ellos le dan el dulce no más", comenta.

El problema es que, al tratarse de niños más estimulados, pueden caer en serios problemas de conducta, sobre todo en la adolescencia.

Aunque la sicóloga reconoce que los papás pueden estar cansados, aconseja hacerle frente a la situación, porque de lo contrario "se corre el riesgo de tirar la esponja y que el niño quede con chipe libre para hacer lo que quiera".

Acercarse es la clave
"La relación cariñosa e idealizada que suelen tener los "conchitos" con sus padres mayores es una de las razones por las que evitan tocar tópicos complicados", comenta la sicóloga Oriana Valverde. Pero agrega que la única forma de tener un vínculo cercano es tratando esos temas que más interesan al joven. Como una forma de plantearlos de una manera natural, recomienda que los papás les cuenten sus propias historias de juventud a sus hijos "para que éstos también los vean más cercanos y empáticos".

La tranquilidad con que muchos padres de la tercera edad, como doña Sonia, se toman la crianza responde, a juicio de la sicóloga Maritza Sáez, al cansancio de empezar a educar de nuevo -tarea que muchos creían terminada- y a una suerte de "visión sin pretensiones", propia de quienes tienen más de la mitad de su camino recorrido. "A los 55 años ya hiciste tu vida laboral, tus amistades son las que ya tienes y eso te hace ser más contemplativo, paciente y tolerante en todo sentido".


Los permisos

Pero también, aclara, puede darse el otro extremo. "El adulto mayor ha ido rigidizando sus costumbres con la edad y puede encontrar intolerable que el hijo llegue a las 5 de la mañana si ellos se acuestan como máximo a las 10 de la noche".

Como le ocurrió a Carol Peña (27), quien "se lo sufrió todo" en la adolescencia porque a sus amigas le daban mucho más chipe libre que a ella. "Fue duro y peleamos mucho; sólo me soltaron cuando entré a la universidad". Además, admite que en algún minuto de su infancia sintió "lata" por no poder participar junto a sus padres (ahora de 67 y 75 años) en actividades deportivas o paseos de curso. Temas que ahora califica como superados, e incluso siente una enorme satisfacción de poder cuidar a su papá, quien padece de enfisema pulmonar. "Es lo menos que puedo hacer por ellos", comenta.

La clave de esa cercanía es, según Rosario, la serenidad con que su padre se toma la vida: "A los papás más jóvenes les interesa trabajar y traer plata a la casa, pero dejan a un lado el estar con los hijos. Mi papá trabaja, pero es más cercano, y se nota que llenarse los bolsillos no es una prioridad para él", cuenta.

Ésta es justamente una de las ventajas que la sicóloga Oriana Valverde destaca de los padres "más experimentados". "Una persona con su desarrollo personal consolidado tiene más recursos sicológicos, lo que la hace más nutritiva para quienes comparten con él".

Algo en lo que Rosario y Alejandro coinciden es en la responsabilidad de ser hijo y nieto a la vez. "Mi papá es enfermo del corazón, y sé que no lo puedo hacer pasar rabias ni alterarlo", cuenta Rosario. Aunque doña Sonia no tiene enfermedades, su hijo la defiende si alguien la hace pasar rabias. "A veces le llevo el desayuno a la cama, para regalonearla", cuenta.

Como Francisco no puede atender a su madre (vive en Santiago y ella en Viña del Mar), la llama por teléfono a diario. "Además, le regalé un viaje a Siria para que vaya con sus amigas. Tiene que entretenerse la vieja", dice, riendo.



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