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“Uno no puede estar en la cama con la productora ejecutiva de su película”

24 de Mayo de 2005 | 10:43 |
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A pesar de que nació el 9 de agosto de 1942, aparece inscrito en el registro civil, el 17 de septiembre, porque el tío que los fue a inscribir a él y a su prima recién nacida, Mati, poco y nada entendía de castellano y a todo lo que le preguntaron contestó que sí; pudo cambiar el nombre de sus padres por los verdaderos y no los de sus tíos, pero nunca logró recuperar su verdadera fecha de nacimiento. “Pero quien nace dos veces, tiene dos destinos, así que mejor”, dice Littin.

Miles de temas quedan en el tintero, porque entrevistarlo es una ardua tarea, tiene una enorme experiencia y un gran bagaje de conocimientos, que asombran y producen una gran admiración. Como la cercanía personal con que habla de Neruda, Huidobro, De Rokha, García Márquez o Salman Rushdie; con este último se comunicaba en clave a través de artículos periodísticos.

Además es muy ameno, entretenido, gentil, humilde y tremendamente enamorado de su ciudad, Palmilla; su mujer, Eli Menz; sus hijos, Miguel Joan, Catalina y Cristina, y sus 7 nietos; aunque, sin duda, muere por el mayor, Wolfang o “Wolfi, el Lobo”, como lo llama cariñosamente.

“Soy un abuelo chocho, amigo de ellos. Tengo cinco nietas muy bellas; todos son muy divertidos y los mayores son muy compinches conmigo”, dice orgulloso.

Eli, su mujer lo acompaña en todas sus aventuras. Esta vez, hizo toda la producción previa al viaje a Palestina. “Siempre me ha apoyado cuando he tomado la decisión de irme a la guerra en Nicaragua o en El Salvador, o venirme clandestino a Chile”.

-Es decir, te acompaña en todas.
“Sí. Siempre me dice ¡Ya, váyase a hacer películas o a escribir, que es lo único que sabe hacer!".

La conoció cuando tenía 20 años, ella hacía un programa infantil en el canal 9, se casaron al poco tiempo y nunca más se han separado, solo en los períodos en que Miguel filma. De hecho, cuando nació Miguel Joan, Littin padre realizaba “El chacal de Nahueltoro” en San Carlos, y un asistente le avisó del nacimiento de su hijo, instantes antes de gritar ¡Acción!, a la primera escena.

-Cuéntame esa historia de amor…
“La conocí cuando era director del canal de TV de la Chile, me cautivó su belleza, su encanto, su ternura; no me hacía mucho caso al principio, pero andaba siempre cerca de mí. Hasta que le hablé y nos casamos. Nunca me hubiera casado con otra mujer. Es más, quisiera que no trabajara para tenerla siempre cerca de mí, pero no por egoísmo, sino porque la necesito”.

-¡Entonces llévala a trabajar contigo!
“No. Aunque es productora de cine y televisión y ha trabajado en importantes rodajes, no me gustaría que trabajara conmigo, porque uno no puede estar en la noche, en la cama, en momentos de reflexión y de… intimidad con la productora ejecutiva de la película, que empieza a retarlo a uno porque gastó mucha película o cosas así. Yo quiero que esté al lado mío, para que esté ahí, para que se dedique a cuidarme”.

-¡Árabe, al fin y al cabo!
“Quiero que esté conmigo, pero se hace lo que ella quiere”.

Capítulo aparte merece su otro gran amor, su casa en Palmilla, una casa colonial, de grandes corredores, donde disfruta con sus hijos y nietos, con su madre –aún viva- y con su pintura; porque, además, pinta. Según cuenta en ese lugar se abstrae de todo, se regocija con los platos de “sus mujeres”, como las llama, y le encanta escuchar por los pasillos los gritos de sus nietos buscando a la Abby, como le dicen a Eli.

-¿Por qué dices que no has trabajado nunca en nada, excepto cuando fuiste alcalde?
“De verdad lo que te angustia es cuando no tienes proyectos, no hay la posibilidad de un guión. Cuando se conjuga todo son momentos muy felices, supongo que para la gente trabajar será eso, pero yo sería incapaz de cumplir un trabajo rutinario.
“Los años más tristes y desgarrados de mi vida fueron cuando tenía que ir al colegio, era como una prisión”.

-¿Alguna otra frustración?
“No. Es más, detesto esa palabra. Quiere decir, en definitiva, que las circunstancias fueron más fuertes que uno y que la voluntad no se impuso para cumplir lo que uno deseaba. No acepto fracasos, menos frustraciones”.

-¿Deseos no cumplidos, entonces?
“Esos sí. Mi deseo llega hasta el punto en que no le haces daño a terceros y, a veces, tú deseas algo con mucha fuerza, pero sabes que no puedes, que hay que detenerse. Para eso somos humanos, para controlar nuestras conductas y doblegar nuestros deseos”.

-¡Pero cuéntame alguno!
“Son tan no cumplidos, que no puedo. La esperanza no se pierde”.

-¿Vicio privado?
“No…no…no, (se ríe) ¿Pero cómo qué?, pintar, leer. Me río así, porque soy absolutamente transparente, como un adolescente que no maduró. A veces me digo ¡Cuándo vas a envejecer, por Dios, date cuenta!.
“Todo lo que hay en mí de permanente innovación, transformación, cambio, aventura, compromiso, ir a dónde me llamen y si se me ocurre una idea voy y filmo y la hago, soy un hombre inquieto”.

-Entonces ése es tu vicio, el cine?
“Ah…no, sí ¡Total!”


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