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Si sientes que serías feliz siendo oso durante la estación invernal, es decir si la idea de dormir calientita, hibernando con un frondoso abrigo de piel y la pancita llena te parece muy atractiva, ten cuidado porque podrías estar sufriendo de un trastorno del ánimo llamado depresión estacional.
La depresión estacional es una forma de depresión que aparece en la misma época todos los años, característicamente en invierno. Esta enfermedad se ha relacionado con la disminución del número de horas de luz, cuando la primavera regresa y los días vuelven a ser más largos, las personas experimentan un alivio progresivo de sus síntomas y su estado de ánimo y nivel de energía se normalizan.
Las teorías científicas han relacionado las variaciones en la luminosidad diaria con cambios en los niveles de distintas hormonas y neurotransmisores, que serían los culpables de las modificaciones del estado de ánimo.
La sintomatología de las depresiones estacionales es, a grandes rasgos, la misma de las depresiones comunes; sin embargo existen algunos síntomas específicos -llamados síntomas atípicos-, que hacen que el cuadro clínico sea especial. Característicamente los cuadros depresivos clásicos se presentan con anorexia y baja de peso concomitante; en el caso de la depresión estacional es al revés:
frecuentemente hay un aumento del apetito, y especialmente de la apetencia por carbohidratos (chocolates, dulces, pastelitos, etc.). Esto hace que las personas aumenten de peso en vez de adelgazar. Otro síntoma característico es la
hipersomnia (aumento del sueño), al contrario de las depresiones clásicas que se presentan con insomnio; las personas que padecen esta enfermedad deben hacer enormes esfuerzos para levantarse en las mañanas de invierno. La hipersomnia se acompaña de una sensación de pérdida de energía y cansancio fácil que también es propia de este cuadro, y que hace que las personas disminuyan al mínimo las actividades que no son estrictamente necesarias (la vida social por ejemplo), o las realicen a costa de un gran esfuerzo.
La prevalencia del trastorno depresivo estacional varía de una región del mundo a otra, mientras más lejos de la línea ecuatorial vive una persona, más probable es que lo desarrolle; esto está en directa relación con una mayor disminución de las horas de luz durante el invierno en estas regiones. Si una persona con depresión estacional viaja a un lugar más cercano al ecuador, dejará de padecer de estos síntomas durante el invierno, o éstos serán sustancialmente menos importantes. En forma similar a lo que sucede en las otras formas de depresión, las mujeres tienen una mayor probabilidad (cuatro veces más) de desarrollar depresión estacional que los hombres, lo mismo que las personas con antecedentes familiares de depresión.
Este tipo especial de depresiones puede ser tratado con fármacos antidepresivos, al igual que las depresiones clásicas; pero también el uso de la fototerapia (exposición a un tipo especial de luz durante un tiempo determinado) ha demostrado ser exitosa en la remisión de los síntomas. Como en todos los cuadros depresivos, lo primordial es acercarse a un profesional de la salud especializado, que les orientará con respecto al mejor tratamiento para cada caso en particular.
