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“Me adapto bastante a lo que la gente quiere, no estoy encasillada”

Simpática y conversadora, esta decoradora es demasiado inquieta como para quedarse en un solo lugar mucho tiempo. La única razón que la mantiene en Chile son sus nietos; si no, habría volado hace rato.

22 de Septiembre de 2005 | 09:23 |
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Nómade por convicción y ADN. Sólo en el último mes se cambió de tienda y de casa, pero si tuviera que pasar revista a la cantidad de domicilios que ha tenido, superaría la veintena.

La característica anterior explica su concepto del arte y la decoración y su afán permanente por estar innovando, aunque su sello -el art deco- la acusa.

Aunque es una convencida de que siempre debe existir un elemento que se perpetúa -y por eso desde hace 25 años la acompañan un par de sillas que compró en la terrometeada localidad de Huara-, Ximena Tannenbaum Serrano busca todos los días lo nuevo y diferente.

Por estos días declara que “no puede más”, pero agrega que nunca tan superada como para no tomar los distintos proyectos de decoración que le llegan a las manos y que saca adelante con la ayuda de su staff conformado por el arquitecto Gonzalo Ramírez, e Ivonne y Soledad, las asesoras en la tienda.

Nadie se imagina a estas alturas que su primera tienda surgió luego de una mudanza; eran tantos los elementos que no le cabían en el departamento que debió instalar una suerte de bodega para guardarlas en Presidente Riesco, donde partió.

Hoy, con diez años en el rubro de la decoración, su estilo, muy criticado en sus inicios, se ha consolidado, alcanzado reconocimiento y hasta es imitado.

-¿Cuánto puede perdurar un estilo?
“Soy una convencida de que hay algo que dura pa´ siempre y que es con lo que uno nace, vive y muere. Siempre está, ya sea una cajita, un mueble; es algo que uno nunca cambia en una casa.
“El estilo es tan propio de cada persona que se va adaptando y modernizando según las tendencias, pero los que persisten son los que llamamos un clásico”.

-Tú te defines en el art deco, ¿qué…?
“Es mi especialidad porque es algo que me apasiona, se me conoce por eso, pero no es lo que ya hago en las casas, no decoro art deco. Lo último que quieren mis clientes es art deco, es más, hay uno al que le he hecho ya dos casas y siempre me recuerda que cuando entró por primera vez a la tienda no le gustó nada”.

-¿Qué te ha mantenido vigente? ¿Cómo has logrado renovarte?
“Creo que siempre voy a la par con las tendencias, como el animal print, que es hoy la moda en ropa. A mí me gustan y tengo butacas de leopardo desde antes de que se usaran, no porque estén de moda.
“Las mezclas son bonitas, puede haber terciopelo o pieles, pero no tiene que ser tanto. Y me mantengo vigente porque me adapto bastante a lo que la gente quiere, no estoy encasillada”.

-¿Aún así te mantienes en una línea?
“La gente me pregunta cuál es mi estilo y yo digo que no sé, sólo sé que está; cuando llego a una casa reconozco que hay algo mío o las personas ven que he metido mano ahí. No es algo específico, sólo se nota.
“El art deco me gustaría ponerlo en los proyectos que hago, pero la gente recién lo está apreciando aunque en Europa y Estados Unidos fue rescatado hace más de 30 años”.

-¿Qué estilo no te acomoda? ¿el minimalismo?
“Me gusta verlo, no vivirlo, no podría. Me aburro demasiado rápido de las cosas y no podría tener un sofá solo en el living. De hecho, cada vez que me cambio de casa, cosa que hago cada dos años, me prometo que los espacios van a ser súper limpios y a los 6 meses no caben más cosas.
“El minimalismo es bonito para la gente que lo sabe vivir, por eso insisto que el estilo es muy personal, se adapta a las formas de vida”.

-Hablas del estilo personal. ¿Cómo te mantienes original con todas las copias que te han salido al camino?
“Impresionante. Me tinca que las lámparas con lágrimas están ahora en el Homecenter, voy a tener que ir a mirar (dice entre risas).
“Cambio –continúa-. Cuando veo que hay cosas que están apareciendo en otros lados simplemente digo se acabo. Llego a la tienda y le digo a la Sol no quiero que hagas una lámpara de lágrimas más.

Hoy está explorando en las lámparas venecianas y como quiere distinguirse del resto, las está haciendo de colores fucsia, azul intenso y amarillas. “Me las van a copiar, pero yo parto”.

-¿Impones tendencias?
“Absolutamente, si veo algo parecido lo saco al tiro, yo no le copio a nadie, a nadie. Eso lo tengo clarísimo. Va contra mis principios y por eso le digo a mis clientes que lo que está llevando sé que no lo va a encontrar en otra parte.
“Estoy para la gente que quiere cosas únicas, nada más; ésa que quiere que en su casa haya un objeto que no va a estar en la casa de una amiga. Las cosas únicas son invalorables, de verdad”.

-En algún momento dijiste que pasaste de ser la reina del kitsch a decoradora top. ¿Cómo explicas ese cambio de percepción hacia tu propuesta?
“La gente es re insegura. Cuando ve las cosas por primera vez, simplemente no lo pueden creer, pero después viajan y al verlas afuera, se abuenan conmigo. Ah… no es tan siútico se dicen porque ya lo vieron en otra parte.
“No me doy el crédito, creo que la gente es insegura y después de verlas varias veces, se convencen”.

-¿Qué te generan las críticas? ¿Te motivan?
“Ah, me dan lo mismo; o sea, nada. No me importan, no me achacan, cero”.

-¿Quiénes corren el riesgo de quedar out en este negocio?
“Los que copian, pero igual el mercado da para harto”.

Ximena asegura que con en esta profesión se entretiene, pero aclara que esto, en ningún caso, “es mi hobby, yo no tengo un marido que me mantenga, así que trabajo”.

“Lo mío no es tan comercial, puedo vender una butaca en vez de 10 al mes. Si hiciera cosas más comerciales vendería esa cantidad, pero prefiero vender una. Me gusta tanto lo que hago, que no podría vender cosas que no me gustan. Eso lo tengo claro; todo lo que hay en esta tienda lo tendría en mi casa, todo”.

-¿Esta exclusividad te mantiene vigente? ¿Si fueras masiva, habrías pasado como una moda?
“Lo más probable. Soy súper consecuente con lo que me propongo. Puedo inventar algo -invento más que diseño porque para mí la palabra diseñar es grande- y pueden pasar meses sin que se venda, pero ahí está.
“Si viene alguien y me pide que le haga algo de una manera o lo copie, digo no, me hago la lesa y no lo hago no más. Si fuera más comercial lo haría, debiera (y lanza la risa) y a fin de mes me lo digo, pero soy como soy, no puedo cambiar. No ha sido fácil porque me he demorado años para que la gente aprecie lo que hago y han sido difíciles”.

-¿Cómo está Chile en cuanto a decoración con lo que se ve en el mundo? ¿La globalización nos permea más rápido?
“Súper lejos. A ver, si me hablas de sofás italianos puedo decirte que Rosen trae los que están en Milán hoy día y eso me gusta; me gusta que sea más popular y no sólo para algunos. Pero aunque el diseño sea italiano, nadie se atreve a tapizarlo de terciopelo rojo; ésa es la diferencia”.

-¿Adaptamos todo a nuestra idiosincrasia apagada?
“Absolutamente, hacemos el sofá esquinero pero gris o beige. Por eso digo que estamos súper lejanos. Aunque hoy la gente contrata decoradores, lo que es un avance, es muy conservadora, súper conservadora a pesar de que tiene el mueble italiano.
“Bueno, por algo se empiece y la gente se está atreviendo más. Quiero algo de locura, me gustaría que las casas fueran distintas…”

-Y somos uniformes.
“Sí, las casas son todas iguales, es súper raro. Creo que la gente tiene que ser más crítica, que le de lata llegar a comer a una casa y que este el mismo sofá de ellos. Supongo que a la gente le empezará a dar lata algún día. Capaz que no”.

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