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“Sentía como que nunca más iba a tener energía”

17 de Abril de 2008 | 13:53 |
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Mónica Jiménez estuvo casada durante 40 años con Juan Barros, enviudó hace tres años, pero sigue sintiendo su presencia cada día. Tuvieron 5 hijos, la mayor, Mónica, es arquitecto; el segundo, Juan Sebastián, geógrafo; el tercero, Fernán, empresario; la cuarta, Macarena, periodista y el quinto, Cristóbal, estudiante de derecho. Ya es abuela de cuatro nietas.

Sigue manteniendo la casa familiar de Las Condes, donde viven Macarena y Cristóbal, los dos menores; sin embargo está en venta, porque ya les queda muy grande y ella pasa gran parte del tiempo en Temuco; más bien viene de visita a Santiago.

-¿Cuál te parece que son los cánones principales en la educación de los hijos?
“Los padres debemos educarnos en cómo fijar los límites; debemos aprender a conversar los temas con nuestros hijos, no a asustarnos y quedarnos callados y que los chiquillos empiecen a conversar con otros.
“También me preocupa el tema tecnológico, porque los niños se ven sometidos a imágenes que, tal vez, yo no haya visto en mi vida. Ellos están con un umbral mucho más amplio que el de todos nosotros; entonces, es mucho más complicado”.

Asegura que esta sobreexplotación de los sentidos lleva a unas fantasías que las personas de otras generaciones ni siquiera hubieran imaginado. “Eso, evidentemente no lleva a la felicidad, porque sólo vuelve ilimitada la búsqueda de la satisfacción sexual”, dice.

-¿También es responsabilidad de los padres más preocupados del exitismo que de sus hijos?
“Puede ser uno de los factores, pero hay una multiplicidad de ellos. Es esta nueva sociedad, globalizada, donde las identidades se pierden. Al final ya no saben quiénes son. Ahí está el tema de la familia que es EL factor de identidad, si no se cuida este núcleo, no existen los pares ni las redes de apoyo, se pierde el norte”.

-En el plano más personal ¿Cómo afecta la viudez después de compartir la vida durante 40 años con una persona?
“Estuve un año súper desarmada, me hice apoyar y viví mi duelo, porque Juan era muy importante para mí. Me sentí bien perdida, desanimada, como que la vida nunca iba a volver a ser como antes… sentía como que nunca más iba a tener energía.
“Después surgió la preciosa posibilidad de este trabajo y me ha llenado mucho la vida. No tengo límite, no tengo horario, no tengo a quien rendirle cuentas; me dedico a la universidad y a muchas otras cosas. Así que estoy contenta, entretenida, sintiendo que mi vida tiene sentido y con muy buenos recuerdos de mi marido”.

Su voz es dulce y se pone algo melancólica, recuerda con mucho cariño a su marido y se emociona. Cuenta que tiene una foto en todas partes, donde él aparece abrazándola por detrás, explica que esa es su sensación permanente: “Estoy abrazada por él y estaré abrazada hasta el último día”.

-¿Nunca hubo problemas de ego por tus éxitos?
“Siempre fue muy compañero, se sentía muy orgulloso de las cosas que yo hacía y siempre me apoyó mucho, me ayudó mucho a desarrollarme”.

-¿Tampoco de roles?
“No, pero creo que él sufría muchas cosas, fue asumiendo muchas cosas domésticas. Cuando estaba embarazada del quinto niño, me preguntó en qué me podía ayudar, le dije que lo que más me cargaba era comprar… lo hizo tan bien, que nunca más dejó de hacerlo. Además era muy organizado y muy económico.
“Él crió a Cristóbal, lo llevó y lo trajo siempre del colegio, fue a las reuniones… ¡Todo!”.

-¿Algún deseo por cumplir? Pero personal, no otro proyecto social.
“Ya los estoy cumpliendo: Pilates, masajes corporales con un chino, me hace bien eso. También un nuevo tipo de alimentación, sin carnes rojas, con muchas semillas, yogurt, manzana y tomo tés de todos tipos. Sauna, masajes con aceites, ir a las termas; no tanto como yo quisiera, pero mucho más que antes.
“Además, mucho vínculo con mis hijos. Estoy con ellos y ¡estoy con ellos! (recalca la afirmación), conversamos a concho. Mi vínculo con mis hijos y mis nietos es más fuerte, estoy más conectada”.
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