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La científica que rompe moldes

Aunque asegura haber llegado a la biología por casualidad, su carrera ha sido tremendamente exitosa en Chile y Estados Unidos. Doctora en biología celular, desenreda los temores respecto a la ingeniería genética y sus aplicaciones.

01 de Septiembre de 2005 | 10:19 |
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Ella no es, precisamente, ese estereotipo que la gente tiene de los científicos: elegante, muy arreglada en un traje azul que combina con su blusa y pañuelo amarillos, más parece una ejecutiva top que una mujer que dedica su vida a investigar en biología y aplicar sus resultados a favor del desarrollo tecnológico.

Y no es casualidad, porque Bernardita Méndez tiene muy claro que “la biotecnología tiene que generar algún tipo de actividad comercial, es una aplicación de la biología que genera productos o servicios; o sea, tiene que haber un final de la cadena, no nos podemos quedar al nivel de la investigación”.

Por eso, se ha dedicado a la biotecnología, que involucra la manipulación genética, y eso, que para muchos suena casi a penas del infierno, para ella no es más que una cadena continua de investigación que redunda en obtener beneficios en productos o servicios para la sociedad, como en el caso de la vacuna contra la hepatitis B (que descubrió su marido, el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas, Pablo Valenzuela, junto a ella y otros científicos); las aplicaciones en salmonicultura, en minería o en productos agrícolas.

El mundo en el que se mueve, la biotecnología, parece abstracto y lejano, pero a muchos se les olvida que ella tiene una expresión práctica en la vida cotidiana; la producción de cerveza, la fermentación, es biotecnología; también, el tratamiento de las aguas servidas con bacterias (organismos que descomponen los materiales tóxicos).

“Ésta no es una novedad, lo que pasa es que hoy se hace más prevalente porque tenemos los mecanismos y las herramientas de la ingeniería genética, que nos permiten modificar y mejorar los organismos biológicos”, argumenta Bernardita.

Continúa: “Como podemos hacer eso, podemos empezar a desarrollar un montón de aplicaciones que antes eran una idea, pero que no podíamos asumirlas, porque para hacerlo tendríamos que haber hecho experimentos por mucho tiempo o, simplemente, no podríamos haberlo hecho. Ya no dependemos solamente de lo que está en la naturaleza, sino que, por ejemplo, a una bacteria podríamos incorporarle alguna característica y hacerla especial. Esto ha explotado en los últimos 30 años, gracias a que la investigación básica nos llevó a tener las herramientas que hoy nos permiten manipular genes”.

-Es decir que no fue a propósito.
"La gente no estaba pensando en manipular genes, sino en entender cuál era el material genético de la célula; en entender qué era el ADN, cómo era su estructura, en resolver cómo se transmitían las resistencias de una bacteria a la otra. Aislando eso, pudimos obtener herramientas, que son verdaderos CDs, que se pueden sacar de un organismo y ponerlos en otro".

-¿Cuáles fueron los primeros intentos?
"Fundamentalmente en medicina humana. El primer producto recombinante que se aprobó fue en salud, una bacteria que expresaba o producía insulina humana".

-¿Cómo se hace eso?
"Se aísla el gen de la insulina humana, se pone en un 'CD', se mete a la bacteria y ésta cree que ese gen es de ella, entonces produce la proteína. Cada gen especifica una proteína. Como las bacterias pueden crecer en fermentadores, se producen grandes cantidades de insulina humana. Antes, a los diabéticos había que darles insulina de porcinos o aislada de cadáveres humanos, ahora se les da una proteína que es exactamente igual a la original. Esto fue en 1978 y se aprobó en Estados Unidos el '82".

-¿Y hoy?
"Nos encontramos con un montón de proteínas, cuyas funciones estamos estudiando, que no sabemos bien si van a servir o no. En cambio, ya lo sabíamos en la insulina o en la hormona de crecimiento, que fue la segunda proteína humana que se sintetizó en bacterias. Estos ejemplos iniciales fueron fáciles desde el punto de vista de la fisiología, porque ya conocíamos lo que había que hacer; era un reemplazo de una proteína aislada de cadáveres por una proteína producida con otra tecnología, con ingeniería genética".

-¿Por qué tanta crítica, entonces?
"En la salud humana nadie tiene problemas, las aplicaciones de esta tecnología son bien aceptadas y está todo el mundo feliz”.

Interrumpe su secretaria que trae una bandeja con una cafetera con café en grano, que Bernardita sirve cortésmente. Mientras, sigue con su respuesta: “Por ejemplo, en el caso de la vacuna de la hepatitis B, en el que nosotros, con Pablo, estuvimos involucrados, y que el FDA aprobó en 1986, lo que se hizo fue tomar un gen del virus de la hepatitis B y ponerlo en levadura, que reprodujo su proteína; envolturas huecas que son idénticas a las del virus, pero que no tienen su material genético adentro. Así que, al inyectar la vacuna, el sistema inmune de la persona vacunada cree que es el virus, produce anticuerpos y genera la defensas; por lo tanto, si la persona luego se expone al virus, ya tiene los anticuerpos”.

-¿Quién se opone, entonces?
“Hay un grupo de gente al que le produce incomodidad que el hombre manipule genes, porque lo consideran traspasar el límite de lo natural. Eso es como un acto de fe, no hay cómo argumentar contra ello. El que alguien diga que estamos jugando a ser dioses es una creencia y una opinión.
“Me parece que parte importante del problema es que produce cierta incomodidad que se manipulen genes humanos, porque si son de un insecto, dicen bueno…ya, pero la terapia génica, la que modifica los genes de las personas, asusta a la gente, porque dice que si se pueden manipular para una enfermedad, también se pueden modificar por una razón banal. El problema es cómo poner los límites”.

-¿Y cómo se ponen?
“Efectivamente, surgen preguntas éticas en relación a cómo se van a usar las tecnologías y hasta dónde van a llegar, como también surgió con la tecnología nuclear y otras.”

-¿Cuál es tu actitud al respecto?
"Las tecnologías son todas beneficiosas si las usamos bien. De lo que hay que preocuparse, entonces, es en definir consensos en qué es en lo que se debe usar, como sociedad; pero no rechazar la manipulación genética de por sí; sacarla de plano y creer que estaríamos en las puertas del infierno.
“No por ser transgénico, tiene que ser malo. De hecho, la transgenia existe en la naturaleza desde los comienzos de la vida. La ingeniería genética sólo es una forma particular de hacerla, que es mucho más dirigida, más específica, más determinada y, por la misma razón, puede ser mucho más controlada".

-¿En qué casos podría no ser buena?
"Creo que las razones que esgrimen las personas que tienen problemas con los organismos transgénicos son de dos clases: Una, es que se podrían incorporar a los alimentos sustancias que pudieras generar una alergia. Pero eso es verdad en cualquier alimento; en el caso de los transgénicos, se realizan muchos más estudios que para un alimento común y corriente. No me parece un argumento válido para decir que se prohíban; lo que hay que hacer es controlarlos.
"La segunda razón es el problema de la biodiversidad, que los genes se podrían ‘desparramar’ de un cultivo a otro, o de una planta a otra y las consecuencias que eso tendría. En eso hay gente que dice que como no hay 100 % de garantía que esto no vaya a pasar, entonces mejor no hacerlo”.

-¿Cómo se evita?
“La manera en que se está trabajando es hacer cultivos aislados, con cierta separación entre los transgénicos y los no transgénicos, para paliar y disminuir los riesgos. Hasta el momento no se ha visto, un daño en un cultivo. Tampoco podemos pensar que nunca va a pasar nada. Como cualquier tecnología nueva o aplicación nueva, hay que hacerlo en forma gradual, estudiada y controlada, que es muy distinto a decir ¡No hay que hacerlo".

-¿Y la clonación humana?
“La mayoría de los países han rechazado su uso con fines reproductivos. La utilización de la clonación humana para obtener “células madres” o “stem cells” está en fuerte discusión”.

"-¿En qué etapa está la manipulación genética humana?
"En Estados Unidos se están haciendo miles de experimentos; se están estudiando formas de poder incorporar a la célula, genes buenos y solucionar las enfermedades o problemas que tiene un ser humano en específico. Por ejemplo, ponerle un pedacito de piel que le incorpore el gen bueno, esa piel va a producir una proteína, que podría difundir a otras partes del cuerpo.
“No ha sido fácil porque para encontrar cuál es el adecuado, no sólo hay que introducir un nuevo gen, sino que hay que incorporarlo en lugares muy específicos del cromosoma; de lo contrario, puede producir problemas, y eso ha generado en uno o dos casos, algún tipo de cáncer. Todavía estamos en el desarrollo de tecnología que nos muestre cuáles son los elementos que realmente podemos usar para que esta terapia sea exitosa”.

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