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"Mi primera vez"

Ni gratificante ni placentera. Así de directas son las adolescentes para catalogar su primer encuentro sexual. Las estadísticas dicen que hoy éste ocurre más tempranamente, influido por el alcohol, las drogas y las ganas de experimentar. Pero detrás de esa vivencia, ellas esconden dudas e inseguridades. Aquí reproducimos los mejores testimonios del libro "Sexo joven" (Grijalbo), recién publicado por la periodista Daniela Riutort y el sicólogo Gonzalo Cancino.

09 de Agosto de 2005 | 16:57 |
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"Quería volver a ser una niñita"

"La primera vez se dio entre los dos, no fue algo planeado, sino que comenzó naturalmente. Antes de eso no habíamos avanzado mucho, así que nos dejamos llevar y pasó. Pero aunque fue bonito, sufrí harto y me dio harta pena. Después de una fiesta nos fuimos a la playa y lo hicimos allí, y después me bajó una tristeza enorme, quería volver a ser una niñita. Eché de menos a mi mamá y lo único que quería era abrazarla, sentía muchas cosas y lloraba. Felipe estaba feliz, me decía que me amaba demasiado y no entendía por qué lloraba. Al otro día me bajó un rechazo heavy. No lo quería ver y cuando me buscaba, me escapaba. Ahora miro hacia atrás y creo que lo que me pasó es que no quería aceptar que con ese paso era una mujer grande. Ya no era una niñita y eso me chocó. Me dio pena mi cuerpo, y no es que me haya sentido violada, porque estaba muy enamorada, pero empecé a pensar en mi mamá. Me sentí chica y me bajó algo demasiado maternal. Quería de vuelta mi virginidad, mi cuerpo. Fue súper raro", cuenta Catalina (18) al revivir su primera relación sexual a los dieciséis años con su pololo Felipe (18).
La voz de los expertos
Es un hecho que la iniciación sexual es cada día más precoz. En promedio las adolescentes comienzan a tener relaciones sexuales a los 18 años y los hombres a los 16. Las estadísticas y los testimonios de ellos coinciden en retratar a una generación que quiere experimentar por sí misma las sensaciones y el placer. Para ellos, la experiencia sexual ha pasado a ser también una forma de validarse ante el resto de sus pares. En general, una joven que a los 18 no ha tenido relaciones sexuales siente que no tiene mucho qué decirle a sus amigos.

Las adolescentes de hoy quieren experimentar, pero no consideran en su real magnitud las consecuencias emocionales que trae consigo ir más allá de las caricias sexuales. Muchas veces, el alcohol las hace desinhibirse y después las invade la soledad, la inseguridad, el desamparo y el no saber qué vendrá. La sicóloga de parejas Vivianne Silva sostiene que para que una joven comience su vida sexual y la experimente responsablemente, debe contar con los recursos sicológicos necesarios para afrontar este cambio. También con las redes sociales, desde los padres a otros adultos cercanos, que las pueden orientar.

"El problema es que están incursionando antes y creo que desde los 14 a los 17 años son unas guaguas. Recién están pensando en quiénes son y construyendo sus respectivas identidades. La sexualidad es un espacio de adultos y los jóvenes lo viven como una experiencia más. Sin saber que tienen que hacerse cargo de la prevención, de un posible embarazo no deseado, de enfermedades de transmisión sexual, y también de las consecuencias sicológicas que conlleva", aclara.

Según la experiencia de la siquiatra sicoanalista Julia Lauzón, las adolescentes coinciden en que durante sus primeras vivencias tenían un pololo que estaba muy "urgido" por tener relaciones sexuales. "Cuentan que ellos no estaban muy preocupados por lo que sentían o si estaban o no en una posición cómoda. Reconocen que temían ser vistos o descubiertos. Además, en general, hombres y mujeres adolescentes tienen escasos conocimientos sobre el ciclo hormonal, sobre la función sexual femenina y masculina y sobre la obtención del orgasmo, entre otras cosas".

Para Vivianne Silva, hay en esta generación de jóvenes una discontinuidad entre el desarrollo sicológico y el cuerpo. Las adolescentes no se cuestionan mucho antes de una relación sexual. "Pero aunque cuenten con un discurso más liberal, a ellas aún les preocupa la afectividad y, en su mayoría, valoran que la primera vez sea en una relación estable y de mucho amor", recalca.

Después de un tiempo, Catalina terminó con Felipe y recuerda que en esta decisión influyó bastante el que hayan iniciado una vida sexual. "Me produjo un rechazo fuerte y nos terminamos alejando". Pasó un tiempo y conoció a Matías, con quien duró ocho meses. "Una noche nos acostamos y fue asqueroso, yo estaba borracha y terminé haciéndolo por eso. Fui una tonta y no me gustó porque fue demasiado animal y carnal, por eso después me dio asco. Para mí no fue algo bonito, quizás para él sí, porque me quería harto y le significaba mucho acostarse conmigo. Al otro día me sentía pésimo, creía que estaba embarazada y lo pasé súper mal pensando en que podía tener un hijo de quien no estaba enamorada. La verdad es que seguía enamorada de Felipe. Lloré mucho porque me atrasé como un mes y medio, me hice varios test de embarazo y salían negativos, pero no me enfermaba. Cuando me llegó la regla me sentí muy aliviada".

Catalina reflexiona acerca de sus dos experiencias y sostiene que se ha dado cuenta de que para tener relaciones sexuales, lo principal es estar enamorado y si no se pierde mucho emocionalmente. "No concibo el sexo sólo por placer. Me pasó de cierta forma esa vez y eso me marcó mucho. Con ese pololo nunca más me volví a acostar y le tomé nuevamente repulsión al sexo; lo bueno es que él me respetó y nunca más insistió". Hace un año volvió con Felipe y cuenta que en esta segunda oportunidad que se han dado como pareja sus relaciones sexuales han ido avanzando, pero lentamente.

"Me cuido con anticonceptivos porque no quiero volver a pasar más sustos. Una vez lo hicimos sin cuidarnos y días después mis papás me pillaron haciéndome un test de embarazo en el baño y quedaron pésimo. Mi mamá no paraba de llorar, casi se murió, me decía que cómo no le había contado lo que estaba viviendo. Luego me compró otros tests que salieron negativos. Me llevó al ginecólogo y hasta hoy se preocupa de comprarme las pastillas".


"Me dolió mucho"

"Fernando estaba pasando un súper mal momento y no sabía cómo entregarle más cariño para que se sintiera bien, así que terminamos haciendo el amor". Cuando Bárbara (18) era una niña soñaba con llegar virgen al matrimonio, pero todo cambió al enamorarse de su primer pololo, a los 16 años. "Esa primera vez me dolió mucho pero fue increíble, muy bonito. Estábamos solos en su casa, se iba de viaje y no nos íbamos a ver durante un mes, así que aprovechamos la despedida. Eso sí, fuimos unos irresponsables porque no nos cuidamos con nada, me había dejado de enfermar y nos acostamos. Después de unas veces empecé a tomar pastillas porque pasé un susto muy grande cuando en medio de la relación se nos rompió el condón. Desde entonces nos estabilizamos y tengo muy buenos recuerdos de mi vida sexual con él. El pololeo fue progresando, no teníamos muchos lugares donde hacerlo y tampoco pasaba muy seguido, pero era una buena relación".

Bárbara recuerda que nunca se arrepintió porque estaba más que enamorada, pero lo que le preocupaba eran sus padres. Quería contarles el paso que habían dado y le pidió a su pololo que lo hicieran. "Fernando me acompañó y mis papás se pusieron nerviosos. Mi mamá me agradeció y mi papá quedó para adentro, no habló nada, sólo me miraba. Mi pololo les dijo que me quería mucho. Yo necesitaba hablar con ellos porque tenía una sensación terrible de culpa, pensaba que los estaba traicionando. Después de conversarlo me sentí demasiado madura, aunque ahora me doy cuenta de que era una cabra chica. Después de esa conversación, mi mamá se acercó a preguntarme si estaba segura de que lo quería. Cuando terminé con mi pololo, ella me dijo que entendía mi dolor por lo que le había entregado. Mi papá nunca me dijo nada, pero varias veces tuvo que parar el auto en alguna farmacia para comprar las pastillas. Él se detenía, pero no decía nada".


"Parece que me acosté con él"

"Tengo una caña impresionante, tomé demasiado ayer. No me acuerdo muy bien de nada. Llegué como a las cuatro de la mañana a la casa de la Nacha y ella ya estaba durmiendo. Me dejó la puerta abierta de la cocina para que entrara y sus viejos no me pillaran. ¡Qué terrible caña!, me duele la cabeza y me siento lo peor, agarré con el Nico y parece que me acosté con él. Qué atroz porque tampoco me gusta tanto. ¿Cómo llegué a acostarme con él si no es más que un amigo del verano?, alguien que no significa nada, ni siquiera nos cuidamos. Él no se puso condón y yo no tomo pastillas...".

Así escribió textualmente Francisca (16) su primera experiencia sexual. Aunque han pasado varios meses, dice que le encantaría borrar de su memoria lo que sucedió. Sentada sobre su cama llena de muñecas y osos de peluche, se pinta plateadas las uñas de las manos. "Me gustan demasiado los brillitos", señala con un poco de nerviosismo en sus palabras, previo a constatar que la puerta de su pieza esté bien cerrada. "Te dije esa estupidez porque pasó mi vieja y desde que supo que me vendrían a entrevistar está metida... Bueno, con el Nico nos acostamos esa primera vez y de verdad no me acuerdo de detalles; sí que estuve deprimida casi el resto del verano. Le conté a mi mejor amiga y a nadie más, me sentía asquerosa".

"Cuando mi mamá me llamaba, pensaba en que le mentía si no le contaba. Hasta hoy no lo he hecho. Ella se moriría y no tiene sentido, porque no quedé embarazada. Lo malo es que no era ni mi pololo y ni siquiera supe mucho qué me pasó. Si me dolió o no, si me gustó, si tuve orgasmo o no. Es como si me hubiera acostado, pero sin haber estado y eso es por culpa de la piscola y de querer probar. Como algunas amigas se habían acostado, creo que lo hice también para probar de qué se trataba. Me arrepiento porque soy una pendeja y él también lo es, pero ya pasó. No puedo hacer nada".
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