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Los celulares suenan fuerte

Llevarlos consigo a todas partes no es simple monería, sino una nueva forma de relacionarse que requiere de acuerdos.

24 de Enero de 2006 | 15:59 |
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La clase estaba en su apogeo, todos de cara al pizarrón. De pronto, un ringtone con la canción de moda y las miradas se desvían al unísono.

-"Apague ese celular".
-"Pero Miss, si es mi papá".
-"¿Qué tiene que estar llamando su papá en horas de clases?".

Pensó que lo tenía apagado y sólo quería dejarle un mensaje de buenos días; así, al menos, respondió él cuando debió retirar el aparato requisado.

La escena ocurrida en el Colegio Newland confirma lo que ya es un hecho: los teléfonos móviles hace rato conviven con los escolares y no van a parar de sonar.

Los fines de semana son "imprescindibles" para enterarse de los "carretes" y coordinarse con los papás; en la semana, para avisar que almorzarán donde un amigo o para que les lleven el trabajo de artes que se quedó en casa. Tan masificados están, que en colegios del sector oriente se les ha visto hasta en mochilas de tercero básico.

Una realidad que algunos adultos celebran y a otros inquieta, pero que en el fondo está requiriendo llegar a ciertos acuerdos entre niños, padres y colegios, para fomentar así un uso adecuado.

Siendo la preadolescencia una etapa crítica en la búsqueda de identidad y de vinculación social con los pares, el celular permite mucho más que el simple acto de hablar. "Es un instrumento de comunicación y autonomía muy efectivo, y por lo tanto muy valorado", afirma la sicóloga educacional y docente de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, Malva Villalón.

Por lo demás, esta tendencia responde a un cambio social general; la utilización de esta tecnología apunta al desarrollo de lo que hoy se llama una sociedad móvil, aclara el sociólogo y docente de la Universidad Alberto Hurtado, Aldo Mascareño.

"El celular les ha dado más espontaneidad de juntarse, de coordinarse sin tener que recibir el recado atrasado, de tener más libertad y privacidad para expresarse entre ellos, de sentirse insertos en el mercado y, por ende, en el sistema". Es más, agrega: "Creo que buena parte de los chismes ya no se viven en la clase, sino que después del colegio, con esos teléfonos".

Pilar (13) recibió el suyo de regalo de cumpleaños hace un par de meses. "Es choro tener celular. Ojalá con juegos, polifónicos y cámara, pero si son normales no importa. Lo choro es mandar mensajes sin tener que pedirle el teléfono a los papás, poder rayarlos y ponerles calcomanías".

Condiciones básicas

Sin duda es una tecnología útil, pero que -para el sicólogo y docente de la Universidad Diego Portales, David Campos- no es "llegar y regalar". A su juicio, requiere un proceso de mediación, "de modo que el sentido que se le dé a su uso sea compartido y entendido por padres e hijos desde el inicio".
Reglas del juego
Padres e hijos podrían tener presente algunas consideraciones al momento de "negociar" un celular:

Acordar un uso moderado y cauteloso del aparato (rayar la cancha respecto de los minutos o dinero entregado, así como de los extravíos).

Que ambas partes expliciten sus expectativas. Por ejemplo, que los hijos sepan que tienen que estar ubicables (no apagarlos), y los padres, que den cierto grado de libertad y no anden llamando a cada rato.

Explicarles a los hijos que en la medida en que sean honestos en decir dónde están se les puede ayudar llegado un momento crítico; de lo contrario, los padres se ven superados en sus posibilidades y eso puede traer consecuencias lamentables.

Por último, y sólo como consejo práctico, que siempre salgan con el celular cargado y tengan a mano los números de sus amigos más cercanos.



Por ejemplo, es esencial asumir que los celulares no pueden entregarse como mecanismo de control externo. No sólo porque es inefectivo y una completa ingenuidad, sino porque además se cae en el error de instaurar un perjudicial elemento de desconfianza en el vínculo parento-filial. "Y es ella la que los lleva a elaborar mecanismos para evadir el control cuando se sienten supervigilados", precisa David Campos. Es entonces cuando los celulares terminan siendo los cómplices perfectos cada vez que se les "acaba la batería", "pierden la señal" o "no se oyen con el ruido".

Lo lógico, dice Malva Villalón, es que exista un nivel de confianza con anterioridad entre padres e hijos, así como entre profesores y alumnos, pues manejar un celular implica respetar ciertas reglas y una capacidad de autorregulación. "Si esa conexión con el niño no existe, vía celular tampoco mejorará".

Un uso apropiado también implica no fomentar la falta de autonomía en los menores. "Muchos no alcanzan ni a buscar una solución cuando ya están llamando a las mamás para que los ayuden. Es verdad que un celular puede evitar accidentes, pero tampoco es sano que ese joven nunca tome decisiones o enfrente problemas", advierte Carolina Dell'Oro, filósofa y directora del centro educacional Paideia.

En el colegio de Matías (14) los teléfonos se encienden sólo en los recreos, pero "algunos igual juegan 'víbora' en clases o les mandan mensajes a los amigos o a las pololas". En el de Pilar, las niñas se van al baño. "Hablamos con los amigos, los papás o entre nosotras mismas, así usamos el recreo en algo entretenido".

Las restricciones no sirven sin antes dialogar y explicarles a los alumnos el porqué de la norma. Para la jefa del departamento de sicología del Villa María Academy, Verónica Bannen, una de estas razones es el distraerse del proceso académico. "Una niña que pelea con su pololo por celular puede quedar con toda una carga emocional que no le ayudará a entender matemáticas", comenta. Asimismo, "a veces se comunican en forma precipitada con los padres ante un problema en clases, sin darse el tiempo para procesar lo ocurrido y buscar una salida con el profesor".

Y ni hablar de la "copia". Aunque los colegios no reconocen que sea una práctica habitual, sí están conscientes de quelos mensajes de texto son los nuevos torpedos y están atentos.

Riesgosa inmediatez

A la filósofa Carolina Dell'Oro le preocupa que con el uso del celular, los niños nunca estén en un lugar. En vez de gozar la fiesta están comunicándose con otros para ver cómo está la de más allá; están comiendo con los papás, pero esperando el llamado para ver a dónde irán. No se trata de prohibírselos, pero al menos que padres e hijos tengan conciencia y conversen el tema.

"Hay que tener esa capacidad de saber estar con el otro, pero el celular puede convertirse en un elemento distractor que lo impida". Eso, dice, va generando una ansiedad extra en la vida de los niños.

El sociólogo Aldo Mascareño disiente. Tener múltiples opciones en todo momento es una característica de las sociedades modernas. "El celular es sólo un instrumento para cumplir con esas exigencias de inclusiones múltiples y decisiones rápidas, pero no lo que las motiva".

Los jóvenes tienen una comunicación más fragmentada y una experiencia del tiempo distinta, por lo que no se les puede evaluar desde el estilo de comunicación más lineal del adulto.
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