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"¡Ah! (yo) era un gancho; sí, no puedo negarlo"

20 de Septiembre de 2005 | 10:55 |
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El actor divide su tiempo entre la docencia, la actuación en televisión (donde no está hace un año) y el teatro, la dirección y su familia. Pero, sin duda, lo más reciente en la retina del público es ese padre machista que lideraba el clan de "Machos", la teleserie que le devolvió al área dramática de canal 13 los ratings que ya casi había olvidado.

-¿Te sientes un poco responsable de este reflotamiento del área dramática?
"Responsable…no mucho ¡por Dios!, me siento partícipe; sería mucha la arrogancia, cuando hay gente que se ha matado trabajando muchísimo más que yo."

-Pero eras un gancho, no puedes negarlo.
"¡Ah! Era un gancho, sí, no puedo negarlo. Pero era un gancho entre otros, creo que el gancho mayor ahí fue que había una idea muy fuerte y muy original. Una teleserie protagonizada por ocho hombres no es común. Un padre y siete hijos, al interior de cuya familia el concepto de machos es un elemento equívoco en que uno de los hijos es impotente, el otro es homosexual, el otro no puede sostener su casa. Hay una idea muy fuerte, muy interesante; sí es eso. Tuve la suerte que me escogieron y pude hacer el papel".

-¿La visión de los telespectadores habrá sido tan profunda como lo que planteas?
"Claro, a la gente le gustó porque era entretenida, pero eso se produce por el sistema de contradicciones que tenía: el más buenmozo es impotente; el más fuerte de carácter, el que combate más a su padre, es homosexual… esas combinaciones son interesantes, son fuertes y, finalmente, terminan entreteniendo a la gente.
"Las personas no tienen por qué hacer análisis, pero se rompen los clichés de que el homosexual es debilucho; de que el lindo y fogoso, se las puede todas. Te fijai… es bonito eso. Eso fue pensado, no cayó del cielo.
"¿Quien era mi personaje? Un hombre que intenta manejar toda la realidad, que intenta tener en sus manos la vida de todo el mundo, partiendo por sus hijos y que cree que gobierna la suya propia y resulta que no hay ni un solo hijo al que sea capaz de gobernar, ni una nuera ni nadie… es incapaz. Es lindo aprender que en realidad no se puede, que todos tratamos de controlar, todos -salvo los santos-, pero de verdad no se puede".

-¿Y qué pasa con el corazón cuando uno se cambia de un canal de tantos años a la competencia?
"Duele. Duele mucho".

-¿Por qué tomaste la decisión, entonces?
"Cuesta, porque la gente que te está ofreciendo trabajo te está ofreciendo algo muy noble y muy bueno, interesante. Uno puede cambiarse de un canal a otro pero lo que más cuesta es dejar de hacer televisión.
(Da un largo rodeo para explicar sus razones) "De repente dije que no iba a hacer más televisión; me sentía tan cómodo este año, haciendo lo que quiero, programando mi horario… pero hay una presión de la que uno no se puede hacer el tonto, cada vez que no estás en la tele, la gente del pueblo te pregunta ¿don Héctor, cuándo va a volver?. No soy el único, pero igual es una presión y uno se empieza a sentir necesario.
"La televisión es muy bien pagada para el actor, eso es otra presión. Entonces, yo no tengo derecho -derecho moral- no puedo decir que no cuando se me ofrece una cantidad importante de dinero. Es un sueldo muy alto para el común de los chilenos, no puedo decir no, sabís, que no, ¡es raro!
"Y no es porque tenga ambición de la plata, me gusta tenerla para poder hacer el teatro, para poder hacer las cosas, pero no me interesa el dinero en sí, a otra gente le interesa eso como profesión y eso no es malo.
"Finalmente no pude, dije no tengo derecho a dejar la televisión. Me parece un pecado de orgullo fuerte, si te están ofreciendo esa plata, cuánta gente no tiene, y decir ¡ay no me da lata!"

-¿Será tu espíritu ignaciano? (Estudió en el San Ignacio de Alonso Ovalle)
"Eso me dice mi mujer siempre. Eso es espíritu ignaciano, parece. Dicen que imprime carácter para toda la vida.
"El dinero que yo gano fuera de la televisión, es suficiente para mí, no me es indispensable, lo empleo para una cantidad de cosas, entonces no es por la plata, es que uno dice no puedo. Debe ser el espíritu ignaciano, está bien, me gusta ese espíritu".

-¿Cómo te alcanza el tiempo para dirigir, actuar, hacer clases, tener tu propio teatro, ser decano?
"Soy rápido para ciertas cosas, para aprenderme los parlamentos de la televisión, para preparar clases; discursos o intervenciones públicas las invento ahí, no puedo sentarme en un escritorio. Agarro una idea y soy capaz de desarrollarla ahí mismo; entonces, no gasto tiempo en eso; en las clases, igual. Quizás estoy muy atento a lo que pasa, me agarro mucho de los demás. No son muchos los estudios que hago antes de tomar una obra. Voy agarrando las cosas y con eso voy elaborando".

Aunque reconoce que hace muchas cosas, dice haber aprendido a delegar. "Aquí, en Teatro Camino, todas estas voces que escuchas, son seres estupendos, absolutamente maravillosos, son capaces de oír una idea mía y desarrollarla, intervenirla, contradecirla, lo que quieras, pero arman, arman y arman y con un resultado que me gusta".

-¿Buenas relaciones siempre?
"Armamos un sistema de relaciones humanas. Eso costó, pasé períodos muy duros, de malas relaciones".

Teatro Camino tiene 12 años; desde el 2000 está en la Comunidad Ecológica de Peñalólén, antes arrendaban tres o cuatro piezas en el segundo piso de una casa vieja en Erasmo Escala, en el centro de Santiago.

-¿Qué esté tan lejos no ha sido impedimento para el público?
"No. La gente del sector está viniendo ahora, le ha costado venir. De repente yo pregunto al público y hay gente que viene de Puente Alto, La Florida, Las Condes, Vitacura. Viene la gente, tenemos gente. Hay obras que tienen mayor público que otras, pero muy rara vez hemos tenido que suspender funciones; dos, para ser exactos".


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