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Ellas versus ellos

Para hacerse una idea: el ingreso per cápita femenino es casi tres veces menor al de los hombres, aunque sólo un 39% de ellas trabaja. En educación y salud los niveles de desarrollo para ambos sexos son parejos y están a la altura de países europeos.

25 de Octubre de 2005 | 17:13 |
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Este dato podría ser poco alentador para las trabajadoras chilenas: mientras su ingreso es de US$ 5.753 anuales, el de los hombres asciende a US$ 14.872 en el mismo período; casi tres veces más.

Leído a secas suena duro. Igual que otros datos sobre la mujer, como su baja participación política, revelados por el índice de desarrollo relativo al género (IDG) que realiza todos los años el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD).

El informe mide cómo han avanzado hombres y mujeres de 177 países en el área económica, política, educacional y de la salud, y fue entregado la semana pasada a los 191 países integrantes de la ONU.

Los expertos coinciden que algunas cifras son bajas para Chile, pero que si nos comparamos con el mundo estamos en un buen lugar. De hecho, sólo nos separan 38 puestos del número uno que es Noruega. Si nos comparamos sólo con América Latina, estamos después de Argentina.

¿Menos plata para ellas?

La diferencia de salarios entre hombres y mujeres es una realidad. Pero aunque podría pensarse que ellas ganan tres veces menos que los varones, según el ingreso per cápita, hay que entender cómo se saca esta cifra. Se obtiene con la suma de los sueldos de todas las mujeres que trabajan y se divide por todas las que están en edad de hacerlo, sin importar si realmente ejercen.

Considerando que sólo el 39% de las mujeres realiza alguna actividad económica, en comparación con el 50% de los hombres, se comprende la magnitud de la brecha. "Es importante saberlo para darnos cuenta que no estamos tan mal", dice Rosita Camhi, investigadora del Instituto Libertad y Desarrollo.

La investigadora asegura que al comparar los sueldos en igual cargo y educación, los salarios femeninos son un 75% de los masculinos, es decir, ellas ganan un 25% menos.

"En Chile esto se explica porque ellas entran a áreas de menor productividad, pero también por una discriminación patente. La mujer al ser considerada responsable de la familia estaría más dispuesta a generar ausentismo o a sacrificar la carrera profesional y no cumplir las obligaciones laborales; por eso se le paga menos", comenta la jefa de la unidad Mujer de la Cepal, Sonia Montaño, para quien la solución pasa por dictar normas anti discriminación.

El nivel de participación política femenino tampoco brilla en las cifras. Del total de escaños parlamentarios, sólo un 10% lo ocupan mujeres.

"Esto no tiene nada que ver con ser más o menos desarrollados. Es más bien un tema de prioridades. Yo estoy casada, tengo tres hijos y por trabajo veo a mi familia los domingos y lunes en la tarde, con suerte. ¿Se puede saber cuántas mujeres están dispuestas a asumir esta vida familiar? Ser parlamentaria y tener familia a la vez es durísimo. Yo creo que ésta es la explicación", asegura la senadora UDI Evelyn Matthei.

Otros le echan la culpa a la falta de oportunidades. "Pensamos que el sistema binominal nos perjudica y que cuando se abre una opción para la mujer la gente nos prefiere", dice la diputada PPD María Antonieta Saa.

Plus en educación

"Hemos alcanzado niveles de desarrollo social altos y estables, y esto es fundamental. Hay países donde las mujeres no se pueden educar y la mortalidad infantil es alta", dice Rosita Camhi. Es que si hablamos de grandes saltos, se podría decir que la mujer chilena los ha dado en educación. Un 44% cursa estudios superiores y cada vez son más las que estudian carreras históricamente vinculadas a los hombres.

La tasa de matrícula demuestra lo bien que estamos: Un 81% de la población femenina se matricula para enseñanza básica, media y superior, mientras los hombres lo hacen en un 82%. La salud también las acompaña a ellas. De hecho, tienen una esperanza de vida más alta -80,9 años- que los hombres -74,8 años-.

Aunque la idea no es competir ni masculinizar a la mujer, en los últimos años se puede ver un avance en lo que a igualdad de oportunidades se refiere. En 1960, por ejemplo, el acceso a la actividad económica femenina era del 22%; hoy es de 39%.

El reto es avanzar

Algunos sostienen que para avanzar es fundamental la acción del Estado, con políticas concretas de discriminación positiva o con gobiernos paritarios. Otros, por el contrario, creen que esta fórmula, lejos de ayudar a las mujeres, les hace un flaco favor: "en general las diferencias entre hombres y mujeres, sobre todo en salarios, se solucionan con más creciemiento y flexibilidad laboral. No con normas impuestas desde arriba", asegura Rosita Camhi.


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