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“No me siento raro”

No es pitufo, pero ha vivido entre callampas. No es basurero, pero ha trabajado en lo que los críticos consideran escoria. No es ciego, pero se sentaba frente a la tele sin ver nada. No es vedetto, pero se saca la polera en público. Es Felipe Avello, periodista exótico.

09 de Mayo de 2006 | 09:36 |
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En el principio, la industria creó a Barbie; el mercado vio que lo que había hecho daba ganancias y apareció su versión roquera, gimnasta, azafata, bailarina y más… aunque usted no lo crea, la muñeca de la cintura de avispa no está tan lejos de Avello.

Felipe ya es un muñequito. Uno de madera que él mismo mandó a hacer y que vende por $8 mil. Las caracterizaciones del personaje aún no las transforma en juguete articulado, pero las ensaya en el Avello de verdad. Felipe periodista, músico, mago, anoréxico y homosexual; son algunos de las versiones que, por ahora, no se venden por separado.

En el mercado no le ha ido tan mal. Después de ponerse en vitrina en el Festival de Viña del Mar con una muy poca sentadora zunga, sacó el segundo lugar en la competencia de “rey feo”, después de pasearse en caravana por las calles de la ciudad.

Antes de ser figura, Felipe fue un niño. Pero desde su origen las apariencias fueron importantes. Cuenta que hace 32 años nació en Concepción a pesar de que su familia era de Lota. El alumbramiento no se dio por casualidad en la capital regional: "mis aspiracionales padres querían que naciera en una clínica privada y por eso el parto no fue en la ciudad donde vivían". Años después, volvió a Concepción porque, tras un par de cursos en una escuela lotina, sus progenitores lo enviaron a la capital en busca de mejor educación.

-¿Cómo fue tu experiencia cuando entraste al colegio?
“Mala, muy mala porque yo tenía un mundillo en mi casa, con mi hermano que tiene un año menos”.

-Mundillo de entretención.
“No, mundillo de sobreprotección de mi mamá que dejó de trabajar como educadora de párvulos para procurarnos atención”.

- Mirándolo retrospectivamente ¿te parece…?
“¡Malo! Porque nos presionaba demasiado. Todo: el orden, las buenas notas, una disciplina excesiva”.

Los efectos de la represión se acumularon en Avello hasta que, al independizarse, explotó y aprovechó de hacer todo lo que no pudo mientras estuvo en la casa materna. “Me fui a vivir a una pocilga. El desorden era extremo”. Se rebeló contra la educación rígida de su madre que hizo que de pequeño tuviera que levantarse a las cinco de la mañana para ir desde Lota al colegio “Sagrados Corazones” de Concepción. Un largo viaje diario en busca de mejor enseñanza.

- Pero como niño sólo te importaba dormir más rato.
“Sí poh. Yo sólo quería, al igual que ahora, ser feliz. Entonces, el cambio fue tremendo, desde mi mundillo en Lota, a Concepción donde encontraba que todo el mundo hablaba como tan… tan…tan…”

-¡Como tan qué…!
“Yo los encontraba como fletos con mi hermano. Nosotros encontrábamos que estos cabros eran fletos. ¡Porque eran finos! comparados con nuestros compañeros en Lota que comían pan con ají. O sea, era otro mundo”.

-Cuando cambias de mundo ¿se produce un desacomodo?
“Sí poh, ahí se produce la primera crisis, cuando tenía ocho años. Fue un día en que había que disfrazarse y a mi me vistieron de gato. Me pusieron ballerinas, un bigotito, unas orejas, un beeatle del mismo color y una cola. A las cinco de la mañana fui con mi traje para Concepción, pero ese día no era el de los disfraces. Todos estaban con uniforme y yo como gato, todo el día. Me sentí mal. Imagínate como son los niños a esa edad, todos se rieron de mí. Lloré”.

Los únicos buenos recuerdos de niño son de la relación que tenía con sus dos hermanos menores, pero la alegría fraternal se quebraba en el colegio, porque todos sus compañeros le caían mal y no tenía amigos.

-¿Ni siquiera imaginarios?
“No, pero sí con el correr de los años armé una especie de banda de rechazados que me seguía. Mi colegio era muy clasista, entonces había niños que eran como más pobres, de Talcahuano. Yo los rescaté a ellos y a otros que no eran aceptados por malos para el deporte y me transformé en su líder”.

-¿Qué hacía esa banda?
“Robaba, les robábamos a los demás. Pero eran acciones de arte más que hurtos verdaderos. Aunque eso no lo sabía, ahora entiendo todo.
“Hubo cosas divertidas, como que todos mis compañeros llevaron lápiz número dos para hacer una prueba que era obligatoria y nosotros nos metimos con la banda y les robamos todos los lápices. Se creó un caos en los 50 alumnos que había ahí”.

-Subversivo de chico
“Como nadie quería que fuera líder, me creé un liderazgo dentro de estos personajes”.

-¿Cómo te iba en el colegio, en las notas?
“Al principio muy bien, pero luego con la adolescencia comencé a preocuparme de mi aceptación social. Entonces abandoné los estudios y me empezó a ir mal. No estudié tanto. No entendía matemáticas, todos esos ramos en que me iba mal ¡Pero no tan mal! Es que estaba en un colegio súper estricto y tenía promedio cinco y tanto”.

-Y tu mamá que era tan exigente ¿qué pasó con eso?
“Me castigaba, me retaba, me puso profesor particular”.

-Sentías que la decepcionabas.
“No, no, no. Porque tenía claro que mi mamá era excesiva”.

-¿Cómo era la relación con tu papá?
“Sin relación, porque él estaba trabajando todo el día, estaba más ausente. Pero mi mamá estaba demasiado presente”.

-Frente a ella, tus hermanos eran la distensión.
“Mis hermanos y mi nana Nieves. Ella fue mi soporte emocional, me ayudaba. Por ejemplo, en mi búsqueda de aceptación, llevé una botella de vodka para un retiro ¡pendejada! Ella me ayudó a ponerla en la cantimplora y a guardarla bien. Me cooperaba en lo que a mí se me ocurría, era mi colaboradora. Porque yo siempre he sido como gestor de pequeños ideas. No empresas muy grandes porque no puedo meter a mucha gente, no tengo nivel de gran organizador”.

A pesar de que confiesa que en el colegio no era muy aceptado, asegura que no era un nerd. Avello cree que en su época de corbata y cotona pertenecía a “una categoría que después supe que se llama misfit” que, según él, se refiere a gente extraña.

-¿Siempre te has sentido raro?
“No, no me siento raro. Mis compañeros me miraban así, ¡no sé por qué si era tan simpático! Pero típico que me iba mal en los deportes y eso en el colegio, sobre todo en los años ‘80, era algo imperdonable. Yo era súper malo para el fútbol ¡súper malo!”

-¿Te sentías discriminado?
“Sí, súper discriminado. Me iba mal en el colegio, me iba mal en los deportes y vivía en Lota”.

-¿Cuál era tu vía de escape frente a la marginalidad, al rechazo y a las exigencias de tu mamá?
“No, no tenía escape. No había. ¿Qué escape puede existir para un niño de 11 años?
Ah, viendo tele. Veíamos tele con mi mamá. Comentábamos la televisión, los monitos”.

-¿Qué papel jugó la tele?
“Importantísimo, fundamental, pese a que no tenía tele al principio. O sea, yo vivía con mis abuelos en Lota, pero después nos fuimos a vivir a Concepción y ahí no teníamos televisor.
Pero teníamos uno que no funcionaba, con el típico puntito. No veíamos nada, ni siquiera se escuchaba algo, pero nos poníamos a ver igual. Te estoy hablando en serio”.

-¿La echaste mucho de menos en ese período?
“Sí, muchísimo. Porque mis compañeros comentaban hoy van a dar tal cosa yo lo ocultaba y decía sí estuvo bueno, me cagué de la risa”.

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