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“La prioridad uno son los niños”

09 de Marzo de 2006 | 10:16 |
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Está próxima a iniciar una nueva etapa, la de abuela, y eso la tiene excitadísima. Aunque toda su vida ha trabajado, tuvo también la oportunidad de ser madre presente para sus tres hijos, que van desde los 32 a los 22 años.

Hoy, sólo uno de ellos vive con ella y su hija menor es la que la convertirá en “oma” dentro de pocos meses. “Estoy chocha”.

-¿En qué se traduce tu deseo de mejor calidad de vida?
“Quiero tiempo para viajar con mi marido, tiempo para mi familia”.

-Pero tus hijos están grandes.
“Es que yo estoy mucho con mis hijos, me encanta. O sea, a mí mi hija me quita mucho tiempo, almorzamos casi todos los días juntas, vamos juntas al gimnasio y espérate que nazca la guagua (entre risas). No me van a haber ni el pelo”.

-¿Cómo pudiste estar mucho con ellos y trabajar?
“Es que tuve la fortuna de tener a mi madre conmigo, porque sino no habría podido. Piensa que yo estaba prácticamente todo el día afuera, en la caja del Mokka, pero también eso me permitía ir a buscarlos al colegio.
“Presente, presente estuvo mi mamá y los primeros 10 años del Mokka nunca salí de vacaciones porque no podía dejar el cuento”.

-¿Y eso tuvo costos para la vida familiar?
“Pienso que sí, ahora bastante menos de los que podrían haber sido por el hecho de que estaba mi mamá, ella vivía con nosotros, era una abuela exquisita y estaba todo el día pegada con los niños, les hacía panorama, entonces ellos estuvieron muy bien.
“Lo que sí afectó mucho fue cuando me hice cargo del hotel, porque el primer año me desaparecí de la casa. Eran edades más complicadas de mis hijos, la menor tenía como 9 años, y además, justo mi mamá se empezó a deteriorar porque le dio Alzheimer. Ahí hubo un período jodido”.

La flexibilidad horaria le dio definitivamente, un respiro a Marta Pfeil. “Todos los días fui una estatua de sal parada en la puerta del Neewland”, dice, recordando. “Muchos me decían qué lata, por qué los vas a buscar y ¡no!, para mí era lo más rico era ir a buscarlos al colegio”.

-¿Cuál fue tu receta para compatibilizar las dos cosas?
“Primero, la prioridad uno son los niños. O sea, aquí mis hijos entran y salen, me llaman a toda hora y yo estoy disponible para ellos. Mi familia es lo primero y no hay nunca que perderlo de vista, por lo menos para mí y después viene la pega.
“Y creo que es cuestión de organizarse, no más, de hacerse como ciertos tiempos, sagrados, como ir a buscarlos al colegio y saber cuáles son los momentos de la verdad en que tú tienes que estar ahí, que sepan que pueden contar contigo cuando lo necesitan”.

-Estás iniciando el período del “nido vacío” ¿Te complica?
“No, me parece normal. Se casó mi hija chica, el de 32 se fue a vivir solo, pero creo que uno tiene que estar preparado para eso. Tengo a mi marido y es rico también ver como los niños van haciendo sus vidas, verlos felices. Mi hijo mayor acaba de arrendar departamento y le digo invítame a tomarme un café y me encanta”.

-Hablas de tu marido, ¿cómo lograste su complicidad?
“Chhhhí, pero si él inventó todo esto. No faltaba más. Él me ha buscado las pegas y el ha decidido que me tenía que hacer cargo del Mokka y del hotel (entre risas)”.

-Reconfortante tener un patner que te empuja.
“Sí, ahora, mi marido es bien fresquito porque me arma los negocios, el cuento, pero también tengo que tener la casa impecable, todo listo cuando él llega (se ríe con ganas). No digamos que vive la vida Martita, ¡no!

-Veo algunos rasgos machistas.
“Pero absolutamente, es un marido muy a la antigua para algunas cosas. No digamos que muy cooperador o que piso alguna vez el colegio. Ahora, estoy agradecida de que me haya impulsado porque no sé que habría hecho, no me imagino si no”.

A estas alturas Marta quiere tiempo para poder retomar sus clases de gimnasia acuática, que le encantan y que necesita porque es muy tensa (hace un gestos sobre sus hombros), pero que por exceso de actividades deja y retoma permanentemente.

“Me encanta y me relaja, pero a veces te pesca la máquina y dejas de hacerlo por a, b o c y lo que cuesta es volver a partir. Quiero tiempo para ir a vitrinear, así como toda la tarde, tiempo para no hacer nada”, afirma.

-Disfrutaste alguna vez un café en el Mokka?
“No, ahora quizás, pero igual uno está mirando. Es una cosa súper complicada cuando estás ahí, como cuando almuerzo en el hotel; dicen que soy insoportable porque estoy todo el rato mirando si la señora del lado está siendo atendida. Disfruto mucho más en otros lugares”.
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