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La lección de saber comer o dar las gracias no puede pasar de moda

Los niños deben aprender que ser educados es esencial para la convivencia social, y habla del respeto y tolerancia que hay que tener por las demás personas.

11 de Abril de 2006 | 15:34 |
"La niña gritaba a todo chancho en el mesón que quería los dos juguetes y no el que le correspondía por la hamburguesa. Agarró los dos monos y se puso a correr por el local; todos la miraban y la fila que yo tenía que atender se hacía cada vez más larga. La mamá era súper 'light' y lo único que decía era '¡Ay, quítaselo tú mejor!'. Yo ni loca, la niñita habría sido capaz hasta de pegarme".
La escena que relata Mariela (20), dependiente de un local de comida rápida, es tan reconocible como las que ocurren en los colegios. "Es cosa de entrar a los casinos para ver el relajo con que comen algunos alumnos -precisa Carolina Millar, hasta hace poco educadora de un establecimiento del barrio oriente-. '¿A quién le gustan las lentejas?', gritan de un lado para otro. Picotean del plato del frente, apuntan con el cuchillo, incluso pueden comer con la boca abierta".

Y no se trata sólo de sacar los codos de la mesa o sentarse derechos. Cada día son menos los niños que siguen los patrones conocidos de pedir "por favor", dar las gracias o usar el tono apropiado para pedir las cosas.


¿Espontáneos?


"Muchos papás creen que sus niños son espontáneos, cuando en el fondo son inadecuados y no saben discriminar contextos", dice Rosario Salamanca, sicóloga infanto-juvenil del Colegio Pumahue, de Huechuraba.

La especialista recuerda que hace unos años se hizo una entrevista en un conocido colegio privado para evaluar la formación de hábitos en preescolares. "Eran hijos de padres de estrato medio-alto, en su mayoría profesionales, y aún así salieron deficientes en hábitos de aseo, disciplina y descanso".

Y ahí parte el problema, porque las buenas maneras comienzan a adquirirse en la primera infancia, con los hábitos de higiene y alimentarios.

Los padres -plantea la sicóloga-, en el poco tiempo disponible que hoy tienen con sus hijos, priorizan lo cognitivo, los logros académicos e incluso lo lúdico (la entretención), no así lo formativo ni valórico. "Soy una convencida de que en los buenos modales hay una base valórica; pasan por el respeto y la tolerancia al otro, sea un mozo, la nana, el profe o un amigo".

Revertir este panorama no es tarea difícil, pero sí exige que la familia tenga la convicción de que es un aspecto necesario en la vida de las personas y, por lo tanto, deben dedicarle tiempo. Los hábitos se ganan con práctica y sistematicidad.

Decirle al niño 'pórtate bien' es etéreo. "Ahora que todo es relativo, hay que explicitar qué es lo adecuado y por qué", dice la sicóloga Rosario Salamanca.
Igual de esencial es compartir en familia al menos una comida al día, pero respetando horarios y un cierto ritual. "No como se hace a veces en la cocina, donde el comedor se ha vuelto tan 'de diario' que los niños llegan, tragan y se van", dice la sicóloga.

De partida, agrega la educadora de párvulos Carolina Millar, hay que prohibir la televisión y proveer condiciones propicias, donde el niño coma en una mesa bien puesta, con sus cubiertos y servilletas, luego -por supuesto- de haberse lavado las manos. Y sin pararse antes de terminar. La clave está en que los padres se sienten con ellos y muestren cómo se hace.

Es una dinámica que debe repetirse de lunes a viernes, pues menos resulta enseñarla en medio del ajetreo de fin de semana.


Con tenedor y cuchillo

"Hoy hay niños que ocupan la cuchara para todo; tienen 9 años y todavía no saben cortar la carne", comenta Rosario Salamanca. Hay que incentivar, por lo tanto, que los más pequeños aprendan a comer solos y usando todos los utensilios.

Superada esa primera etapa se puede salir a comer. A la hora de elegir restaurantes, las profesionales sugieren lugares donde haya espacios para que los niños jueguen, pero, eso sí, que ellos sean quienes ordenen su pedido (sentados) y acordar que, una vez que la comida llega a la mesa, no se vuelven a parar.

Desde los dos años, un niño ya puede aprender qué es "gracias", "por favor" o el tono con que se piden las cosas. "Los chicos pueden ser autoritarios para exigir las cosas, pero es uno quien debe mostrarles el patrón adecuado y no acceder a lo que piden si usa un mal tono", advierte la sicóloga.
También se aconseja trabajar en conjunto con el colegio y otros apoderados, para organizar campañas de buena convivencia y respeto por los demás.

Y consistencia ante todo. Un papá que toma bebida de la botella de 2 litros, que no respeta los turnos, que habla por celular en el cine o que es prepotente para dirigirse a terceros legitima la mala educación.

El pudor de que las zonas genitales no se vean, le da lo mismo a las niñas; total, 'tenemos calzas y de qué sirve sentarse como señorita'", parafrasea la sicóloga Rosario Salamanca.

Los niños hoy no perciben que los buenos modales sean una herramienta útil y necesaria para la convivencia social. "Puedo ser enfermo de mal educado e igual tener amigos. Es más, el educadito a veces es visto como nerd. Pero en algún momento, los modos inadecuados serán piedra de tope en lo laboral, social o afectivo". Tiene que ver con el desarrollo de habilidades socioemocionales, que son importantes para el éxito. Uno puede a veces relajarse, pero debe internalizar primero la norma para adaptarse a cada contexto".
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