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“No creo que exista nada que valga tanto la pena como para sacrificar a la familia”

23 de Marzo de 2006 | 15:22 |
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Parvularia de la UC y catequista, ejerció ocho años en un colegio cuyas dueñas eran profesoras del liceo experimental Manuel de Salas. Ellas incentivaban el desarrollo de las artes, por lo que siempre se sintió a gusto, pero también lo estaba porque el establecimiento quedaba justo al frente de su casa.

“Venía llegando de mi luna de miel a mi casa a en Jorge Washington y, al bajarme del taxi, veo que al frente había un letrero que decía Colegio Raillén; al día siguiente fui a dejar mi currículo. Yo me casé en febrero de 1981 y en marzo comencé a trabajar”, cuenta entre risas.

Casada con el ex ministro Edmundo Hermosilla, tiene 5 hijos que van de los 23 a los 13 años y que, quizás, influenciados por su madre, son todos músicos y tocan algún instrumento.

Después que nació el tercero de sus hijos, colgó el delantal verde y se dedicó a su familia, hasta que empezó a moverse en el mundo de las artes en forma ad honorem. “Soy súper inquieta, me gusta hacer cosas y se me dieron otras oportunidades”, dice.

Su fascinación por la danza, que practicó de pequeña hasta que se le presentó un problema en la rodilla, la llevó, hace 8 años, a retomar sus clases de ballet clásico después de que un traumatólogo se lo recomendó.

“Me carga la gimnasia”, dice a modo de excusas y añade: “Fue el destino, voy a una academia para aficionados y lo paso bomba”.

-¿Con cinco hijos, supongo que la flexibilidad horaria es tu valor más preciado?
“Sí, claro que sí. Con cinco no podría trabajar full time, pero doy gracias a Dios, porque si se hubiesen dado otras circunstancias lo habría tenido que hacer no más, afortunadamente pude hacerlo”.

-¿Has tenido que sacrificar algo de tu vida familiar para desarrollarte en las artes?
“Al revés, hay cosas a las cuales no voy; si estoy lista para salir y uno de mis hijos me dice mamá, me duele una muela, no voy y me quedo. Mis niños son lo principal, yo trabajo a full hasta las 4 de la tarde, los voy a buscar al colegio y cambio el switch.
“No creo que exista nada que valga tanto la pena como para sacrificar eso, que es lo único tuyo. Comprendo que hay muchas mujeres que tienen que hacerlo y es súper doloroso, pero gracias a Dios, a mi se me ha dado, tenemos un equipo grande, entonces cuando no puedo ir a un evento, va otra directora”.

-Tu marido fue ministro de la Vivienda de Frei y vivió una etapa pública, exponiendo a la familia ¿cómo viviste ese período?
“Teníamos niños muy chicos, fue hace 10 años y son hartos como para madurar y comprender las cosas de otra manera. La vida de ministro fue maravillosa, tengo los más lindos recuerdos de esa etapa, fue una etapa de grandes cambios personales”.

-Supongo que el ministro desapareció de la casa, ¿qué se resintió?
“Sí claro, él desapareció absolutamente, con todo el respaldo nuestro y yo absorbí todo. Se resintieron mucho los niños, en mi caso personal, me costó hartos años volver a aquietar las aguas. El mayor mío tenía 13 años, empezaba toda una etapa de rebeldía, entonces, hubo algo… algo raro pasó que me costó recuperar y me concentré mucho en luchar para que mis hijos estuvieran tranquilos, había que apoyarlos.
“Fue una etapa preciosa, de crecimiento”.

-La salida de él se dio en medio de la polémica de las casas Copeva. ¿Te arrepentiste de que fuera ministro?
“Nunca me arrepentí de que fuera ministro. Edmundo tiene muchos talentos y es una persona de grandes capacidades. En el mundo hay gente bien intencionada y gente que no, yo confío en todos y creo que las cosas caen por su propio peso.
“Al día siguiente, Edmundo estaba trabajando en otra parte y seguimos viviendo una vida normal”.

-¿O sea, a pesar de ese amargo episodio, rescatas su paso por el gobierno?
“Fueron años maravillosos, estoy segura que todas las personas que tienen una experiencia como ésta crecen de una gran manera, porque es muy interesante y lindo poder ayudar a los demás, contribuir en algo tu país”.

Se emociona la recordar las bienvenidas que recibió cuando en algunas oportunidades acompañó a su marido a actos públicos en lugares de Chile que de otra manera nunca habría conocido.

“Soy muy nacionalista, me encanta mi canción nacional”, dice y rememora su vínculo con el campo, el rodeo y la crianza de caballos, que es una de las actividades a las cuales se dedica hoy el ex ministro.

“Él es sureño, siempre quiso tener su pedacito de tierra y a mi me fascina, soy lo más campesina que hay” sigue.

-¿Tus hijos han logrado nutrirse de eso?
“Sí, a ellos les encanta, mis hijos son made in Chile, les encantan la cazuela, bailar cueca”.

-¿Eso se ha perdido?
“Siento que algo de ello vuelve. Creo que se debería cultivar ser más nacionalista, admiro por eso a los mexicanos. Nadie piensa en invitar a comer y servir una cazuela, cuando es lo más rico que hay. Cuando estaba en el colegio, en Viña, hacíamos un acto todos los lunes, recitábamos a la Gabriela Mistral y se bailaban tonadas chilotas; hoy nadie piensa en eso más que para el 18.
“Debería transmitirse una pasión por nuestra historia, nuestro patrimonio, porque eso es nuestro”.
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