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Entre el servicio público, la empresa y la política

26 de Abril de 2006 | 17:38 |
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Es sumamente difícil exponer en algunas líneas el extenso currículo de Kenny Hirmas. Y quizás, el común denominador de todo sea que sus actividades se han acomodado a la vida familiar que ella ha privilegiado, además de las oportunidades y golpes que ha recibido.

De hecho, estaba estudiando Sociología en la Universidad de Chile cuando se casó con Sergio Bitar y debió congelar la carrera para acompañarlo a Francia. Para ella salir no era una novedad, porque antes de entrar a la universidad había pasado un año en un college de mujeres en Estados Unidos, aprendiendo inglés e impregnándose del amplio mundo cultural que le tocó conocer.

-Tú vienes de una colonia bastante tradicional ¿cómo fue eso de partir sola a EE.UU.?
“Sí, pero mi mamá fue una de las primeras mujeres árabes que fue profesional; era química farmacéutica, aunque la verdad es que se recibió, se casó y nunca ejerció; pero aún así, su actitud ya era abierta y nunca nadie me puso problemas, al contrario. Yo conocía otras familias cercanas donde una salía del colegio y el destino era casarse”.

A su regreso de las tierras galas, con un hijo, retomó los estudios, se volvió a embarazar, nuevamente congeló para acompañar a su marido a Harvard (el año 1972) y finalmente, con tres hijos, se recibió.

Antes de que su vida se remeciera, alcanzó a trabajar como socióloga en la Escuela de Ingeniería de la Chile y después como investigadora del Servicio Nacional de Salud, en el programa nacional de leche. “Era un proyecto que financiaba la Fundación Ford al que postulé y estaba casi terminándolo cuando vino el golpe militar”, recuerda.

-¿Y el golpe cambió, además de tu vida, tu trayectoria profesional?
“No al comienzo. Sergio fue llamado, se presentó, yo lo fui a dejar, no lo vi más hasta 8 meses después (fue enviado a la isla Dawson), y a mí me dijeron que por ser la señora de Bitar el proyecto no seguía, pero la Fundación Ford presionó para que se terminara porque era uno de los más avanzados”.

-Después vino el exilio.
“Salimos a EE.UU. y yo me dedique a cuidar niños porque fue un período de sanación. Mi padre había muerto, en México, mientras Sergio estaba en Dawson y fue un golpe muy grande y recién puede asumirlo cuando el problema de Sergio estuvo resuelto”.

-¿Llevabas hartos duelos?
“El período de Sergio preso fue muy importante en mi vida. Bueno, siempre he sentido que fui privilegiada porque mi marido era joven, sano y equilibrado por lo que siempre tuve mucha fe de que, si no lo mataban, iba a salir bien de eso. En cambio, muchos de los que estaban con él eran personas enfermas, de mayor edad y hacían trabajos forzados.
“También fue un período privilegiado porque conocí mucha gente que son mis amigos hasta ahora, porque en situaciones límites es cuando puedes establecer relaciones más profundas en corto tiempo.
“Y además fui yo de nuevo, dejé de ser la señora de Sergio, porque empecé a hacer las cosas solas. En ese sentido fue enriquecedor, mira qué terrible. Además, el dolor te hace crecer”.

-Se fueron a Venezuela por trabajo de tu marido. ¿Lograste retomar tu carrera?
“A un año de estar en el exilio nos fuimos a Caracas a hacernos cargo de una empresa de mi cuñado y yo me puse a trabajar con él. Aprendí mucho de contabilidad y de una serie de otras cosas. Como a los seis años, cuando la cosa estaba como estabilizada, hice el post grado de política y planificación de la comunicación”.

-¿Así fue que derivaste a la asesoría comunicacional de campañas?
“Estaba terminando el post grado cuando a Sergio lo invitaron como profesor en un instituto de Washington por un año. Mi tesis se trataba del uso de los medios de comunicación en las campañas electorales con miras a la elección que se venía en Venezuela y en Estados Unidos encontré toda la bibliografía. En eso fue muy bueno, porque además contacté a tipos muy capos en campañas electorales en EE.UU. que incluso estaban asesorando a políticos venezolanos. Regresamos a Caracas y cuando ya tenía lista la tesis, salió el permiso para volver a Chile, en 1984”.

Ya en Chile, después de 10 años y 8 meses de exilio, Kenny Hirmas tuvo la oportunidad de insertarse laboralmente haciendo trabajos para el Céneca con Giselle Munizaga (ex mujer de Tomás Moulian) y el ILET, una ONG que dirigía el embajador Juan Somavía.

Luego se sumergió en el mundo concertacionista y aportó todos sus conocimientos en las campañas del No y de Patricio Aylwin, conformando el grupo de expertas que propuso la creación del Servicio Nacional de la Mujer, Sernam, donde después se desempeñó como encargada de comunicaciones.

A mediados de los ´90, Kenny abandonó el servicio público para, entre otras cosas operarse y preparar el matrimonio de su única hija, pero como es perpetuo movimiento, rápidamente se embarcó en proyectos empresariales. Primero, en “Pórtico”, una renombrada tienda de decoración cuya franquicia devolvió a los españoles, y después, en “Espaciomágico”, un negocio de similares características que desarrolló junto a su nuera hasta que lo cerró.

Retornó al ámbito gubernamental como asesora comunicacional de Luisa Durán en sus primeros años como Primera Dama y luego, como miembro del directorio de Integra; hoy está al frente de la fundación “Todo Chile Enter” que depende de la Presidencia y tiene como misión el reciclaje de computadores para ser entregados al programa Enlaces del Mineduc, entre otros.

Además, hace pocos años también se vinculó a ComunidadMujer, convirtiéndose en una de sus consejeras fundadoras, siendo la persona que sirvió de nexo para que Michelle Bachelet se transformara en una de las socias de la corporación.

-¿Cómo te ligaste a los temas femeninos?
“Cuando estuve en Washington me contacté con Isabel Margarita viuda, entonces de Orlando Letelier. Ella tenía un grupo de mujeres chilenas que se reunía a conversar de distintas cosas y ahí me horroricé al conocer la disminuida situación que enfrentaban las chilenas en las leyes. Imagínate que recién en 1989 la mujer pudo trabajar sin tener que pedirle permiso al marido.
“No era tan militante, pero eran temas que me interesaban, yo les hice clases de defensa personal, es decir, sobre precauciones de qué hacer si a una la asaltaban (se larga a reír). Fue muy entretenido”.

-¿Y en Chile, cómo te vinculaste a ellos?
“Sergio participaba en un programa de televisión en UCV donde participaba Gutenberg Martínez y Alberto Espina. Ahí conocí a Soledad Alvear y empezamos a conversar y cuando la nombraron a cargo del Sernam, me llamó y pidió que asumiera en el área de comunicaciones del servicio. Así partí y estuve seis años ahí”.

-¿Qué te lleva a decir que sí cuando te piden participar en una fundación?
“Ahhhh, ¡qué bruta! (entre sonrisas). La responsabilidad debe ser. Mira, estos temas me apasionan”.

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