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La agresión en la pareja

Tres causas tratan de explicar el fracaso de las parejas: falta de amor, incompatibilidad sexual y mala comunicación. Pero, según Ricardo Capponi, los matrimonios no se destruyen por eso: uno de los principales motivos son los resentimientos no elaborados entre ambos. Aquí, el destacado siquiatra entrega herramientas para salir fortalecidos, de la que puede convertirse en una cadena sin fin de odiosidades.

04 de Enero de 2007 | 16:20 |
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Quien no odia no ama

El odio proviene de la capacidad del ser humano de poder recordar a aquel que lo hirió, que lo frustró. La frustración y el dolor activan la rabia, la cólera y finalmente la ira, y cuando ésta es repetida y sostenida en el tiempo, se va construyendo el odio, el resentimiento y, al final, el deseo de venganza. Los animales no odian ni son vengativos, no tienen la capacidad de recordar a aquel que fue su fuente de dolores. La leona no se venga del macho que le mató a sus hijos; más aún, después de un tiempo vuelve a tener relaciones sexuales con él, y lo transforma en su pareja y padre de sus nuevos hijos.

La mujer y el hombre se casan teniendo muchas expectativas el uno del otro, expectativas que no se cumplen porque los seres humanos somos imperfectos. Por ejemplo, el hombre sueña con una mujer que lo atienda como lo hacía su mamá, y con el paso del tiempo se va dando cuenta de que ella lo trata de una manera que no lo satisface. Y comienza el resentimiento. O la mujer piensa que su marido será responsable, buen proveedor, y que se preocupará de sus problemas, pero luego se da cuenta de que él no satisface todos esos anhelos. Y comienza la frustración. El punto es que lo que se espera del otro no es siempre lo que esa persona puede dar. A la pareja le cuesta reconocer las limitaciones del otro, y en la medida en que las frustraciones y rabias no se elaboran, se van almacenando. Aquí lo primero que aparece es una sensación de distancia, y luego empieza a surgir un rechazo mucho más profundo. O sea, detrás de la distancia, de la lejanía, de no querer hacer el amor, de no preocuparse por el otro, de no ser cariñosos, lo que hay habitualmente es una rabia enquistada en la relación.

Pero el que no odia no ama. Si se tiene memoria para las cosas buenas que el otro le ha dado y para acrecentar, entonces, el amor, también se tiene memoria para las cosas malas que el otro le ha dado y para acrecentar, entonces, las frustraciones y, con el tiempo, el odio. Si se van acumulando frustraciones, de alguna manera se irá odiando. El problema es que cuando predomina el odio se tiende a aplastar el recuerdo del amor.


Agresión positiva y negativa

En la Antigüedad la agresión era mucho más valorada que el sentimiento tierno, porque la ira era lo que permitía protegerse de la amenaza de sumisión. En ese tiempo, cuando los valores del poder y el señorío eran muy importantes, la venganza era una reafirmación de la propia libertad. Hoy estamos en el otro extremo. Una mala interpretación - creo- de la cultura cristiana llevó a la construcción de lo que se llama el "hombre gentil", en el que sólo tiene cabida un sentimiento permanentemente amoroso (aunque en la práctica no sea así) y no la importancia de la "agresión constructiva" en el manejo de muchas situaciones.
No pienso que tengamos que volver a eso, pero sí pretendo mostrar cómo en otros momentos de la cultura la agresión no estaba desvalorizada y que, en su justa medida, es sumamente importante. En este sentido, debemos distinguir la agresión benigna de la agresión maligna. La primera está al servicio de defender los intereses propios para poder subsistir, para defender la propia libertad, la autonomía y la dignidad. Es poner límites al otro. Uno de los problemas de la mujer actual es que por la cultura patriarcal machista, habitualmente ella no usa esta agresión al servicio de la defensa, y los hombres pecan de exceso de agresión para someter, controlar y así segurizarse. Este comportamiento de la mujer se explica por su poca identificación con la figura del padre: como en general en nuestra sociedad el padre es un ser lejano, para la niñita es muy difícil poder identificarse con aquel que representa el manejo de la agresión en la sociedad. A raíz de esto es que cuando es mayor le cuesta llegar a su relación de pareja y hacerse respetar.

Por otro lado, la agresión maligna proviene de resentimientos que llevan al deseo de venganza, de hacer que el otro sufra lo que yo he sufrido. Aquí también cabe otro tipo de agresión que complica a la relación de pareja y que tiene que ver con el placer que le da a uno de los dos el estar sometido y al otro el estar dominando.

Así es como la ausencia de la agresión benigna y cómo la presencia de un exceso de agresión maligna va deteriorando y destruyendo la relación de pareja. En términos prácticos vemos cómo las mujeres conceden muy fácilmente, dejándose pasar a llevar en el manejo de los bienes y recursos, en la distribución del tiempo, y asumiendo muchos deberes y pocos derechos. La dificultad de hacerse respetar asertivamente facilita el control y el dominio por parte del hombre, quien a poco andar termina desvalorizando a su mujer.


La importancia de la cercanía del padre

La capacidad de manejar bien la agresión es tan compleja y profunda como la capacidad de manejar bien el amor. Ambas están expuestas a distorsiones. La agresión, porque puede desviarse hacia lo destructivo, y el amor, porque puede desviarse hacia una apariencia bondadosa, cínica, que no está al servicio del desarrollo del vínculo, sino al cumplimiento de una imagen. Esa pareja no lo sabe, es una construcción inconsciente, y cuando se destruye sorprende a todos, porque parecía una dupla ejemplar. Lamentablemente, en nuestra sociedad se ha puesto el acento en cultivar lo que nos parece positivo y negar lo que nos parece negativo. Ese es un malentendido gravísimo, porque lo que tenemos que hacer es enfrentar lo negativo, convivir con ello, elaborarlo, y superarlo.

Para el buen manejo de la agresión destacaría la importancia de la cercanía del padre en una crianza compartida para enriquecer el manejo de la agresión en sus hijos. La cercanía le da una buena identificación al hijo, quien no necesita usar la agresión para segurizarse de una forma hipermasculina por temor a ser femenino. Y a las niñitas, en el sentido que ya comenté.

Más adelante, cuando se está en pareja, hay que tener claro que inevitablemente habrá desencuentros. En este sentido, la pareja es un buen canal para poder tramitar las angustias y rabias acumuladas en la vida diaria. Lo que quiero decir es que una pareja que se tiene confianza, también tiene la tranquilidad de vivir intensos momentos de agresión, porque saben que después se van a reconciliar. Y se "usan" mutuamente. El hombre que tuvo un problema con el jefe retará a la señora porque no le sirvió el plato de comida que quería. O la mujer que tuvo una desilusión en su trabajo o con su hijo, le echará la culpa a él de todas sus angustias. Es una manera de tramitar rabias. Entonces, una pareja que no se da este espacio de contención mutua, posiblemente es una pareja que tiene falta de confianza en áreas muy importantes de su vida.


Más riqueza a la vida sexual

Hay elementos agresivos que forman parte inevitable del encuentro sexual, que ayudan a depurar y canalizar agresiones que la relación de pareja inevitablemente tiene. Esto es bueno, le da riqueza a la sexualidad, le va dando variabilidad, y se van incorporando elementos que son muy sanos en el juego sexual.

Incluso parejas que tienen confianza en su relación, y que han ido construyendo un vínculo sólido, son capaces de tener sexo por el sexo, en una especie de uso del cuerpo del otro para poder descargarse. Desde el punto de vista sicológico, aquí hay una expresión agresiva, por el hecho de "usar" al otro. Pero una pareja que se tiene confianza se permite esos momentos porque tienen la certeza de que se aman mucho, y de que el amor siempre está triunfando por sobre la agresión. O sea, que el amor es más fuerte que el odio.

De hecho, muchas personas que tienen disfusionalidades sexuales, impotencias o frigideces, tienen dificultades en el manejo de la agresión, porque los angustia el elemento amenazante que se pone en juego. Y, por lo tanto, para evitar ese elemento evitan el encuentro sexual.

Lo otro importante es que la relación de pareja se forma siempre desde un pasado de prohibiciones, que son inevitables en la cultura, y que nos imponen los padres. Prohibiciones al despliegue de la sexualidad con toda su riqueza. Pero la pareja de calidad se va coludiendo en este rompimiento de los tabúes, y va descubriendo una sexualidad propia que le resulta tremendamente gratificante. Aquí hay otro elemento agresivo porque se rompe con el convencionalismo. Por eso es tan importante la educación sexual con límites: la sexualidad en la pubertad y en la adolescencia, sin límites, va a impedir el desarrollo de este deseo erótico que tiene que ver con el descubrir mutuo en la pareja.

Qué hacer para conservar la pareja

Cuando se quiere crecer en la relación de pareja es recomendable comunicar cuando el otro no está accediendo a algo que uno espera genuinamente. Esto le permitirá darse cuenta de si tal vez está siendo demasiado demandante y/o al otro darse cuenta de que no está satisfaciendo las necesidades de su pareja. Se abre una verdad en la relación de pareja y se evita acumular resentimiento.
Por otro lado, si hay una mujer que se siente atrapada en el rencor hacia su marido, tiene que hacer una revisión de sus sentimientos, que probablemente requerirá la intervención de un sicoterapeuta. Éste le mostrará, primero, cuántos de esos odios tienen que ver con el marido y cuántos de esos odios son un recuerdo reactivado de rencores del pasado, amplificados por un conflicto actual. Segundo, le mostrará cuántos de estos odios son producto de sus propias demandas y de sus propias limitaciones, las cuales ella ha tratado que el marido se las resuelva, pero injustamente, porque son desafíos que ella tiene que elaborar. Y, tercero, le permitirá ir rescatando elementos amorosos de su relación, que están tapados por la carga de odios.

Lamentablemente, por el funcionamiento machista de nuestra sociedad la mujer ha almacenado mucho resentimiento en la relación de pareja. Y en la crisis de la edad media, cuando dejó de compensar sus deficiencias afectivas a través de la crianza de los hijos, emergen todas sus decepciones y los odios más profundos. En ese momento se producen quiebres muy serios en los matrimonios. Y el hombre no entiende por qué, porque siempre pensó que su mujer accedía a esa forma de vida, sin darse cuenta de que lo que a ella le ocurría es que no tenía la capacidad de defenderse.

Hoy está apareciendo una cierta audacia en la mujer de edad media, que siente que le queda vida todavía para aprovechar, y la pelea que debió haber dado desde los 24, 25, 28 años, la empieza a desplegar a partir de los 45 años. Aunque algunas se deprimen y hacen un cuadro sicosomático, hay muchas que piden ayuda y salen fortalecidas si el marido logra tolerar los cambios de la mujer. Para eso tiene que tener la suerte de contar con un marido capaz de salirse un poco de su orden establecido para conservar a su mujer y a su familia.
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