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“Tengo muy buenas armas de seducción”

16 de Octubre de 2007 | 11:39 |
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Fernando es el regalón indiscutido de su familia. Además de ser el “conchito”, es el único hijo hombre (tiene dos hermanas mayores) y el orgullo de sus padres. Él, contador y folclorista y ella secretaria, casi se mueren de pena cuando el “Feña” se vino de su natal Iquique rumbo a Santiago a estudiar teatro (en la escuela de Gustavo Meza). “Mi mamá sufre mucho hasta el día de hoy pero si no me venía, ¿qué hubiera hecho allá? No iba a ser contador, como mi papá ¡qué fome!”, cuenta entre risas.

Cursaba tercero medio cuando, después de pasar por todos los talleres existentes, descubrió que el teatro era lo que más le gustaba y lo único que calmaba su hiperactividad. Porque Fernando era el típico niño-problema controlado a punta de Ritalin, fármaco muy de moda en los ‘90 para tratar el déficit atencional de los escolares. “Cuando me sacaban el remedio me metían a algún deporte para que matara un poco la energía, era demasiado hiperactivo”.

Así, practicó todos los deportes que se le ponían por delante. Enumera: fútbol, surf, tenis, tenis de mesa, natación, waterpolo, baseball, basketball, volleyball, hasta gimnasia artística. “El deporte me calmaba mucho, pero cuando entré al taller de teatro me sentí feliz, cómodo, nada más me preocupaba”.

Fue entonces que le dijo a su papá que quería estudiar actuación, al que no le gustó nada la idea, pese a que siempre le incentivaba el lado artístico: a los 6 años ya tocaba guitarra y charango e iba a clases de baile y canto. “Al principio se le puso una cara de tres metros pero después se le quitó. En mi casa me apoyan y están orgullosos de mí”, explica.

Es que, debido a su hiperkinética niñez, cargaba con el karma de que todo lo que emprendiera le saldría mal. “No era mal alumno, siempre rodeaba el 4 y el 5, pero estaba seguro de que era inteligente, sólo tenía déficit atencional”. ¿Los grandes culpables según el Feña? “El doctor, la psicopedagoga y la profesora, que lo único que les importaba era seguir ganando plata. Es que los docentes en este país están muy equivocados y son los únicos formadores… Por eso la juventud está así. Ya no existe ese profesor guía en el que uno confiaba, que daba consejos de verdad. Lo único que les importa es pasar la materia y listo. Los objetivos están perdidos y los perjudicados son los niños y a la larga todo el país”, dice con tono muy muy crítico.

-¿Fue duro el cambio de ser el regalón de la casa a arreglártelas solo en Santiago?
“Sí, además, saltar del colegio a la escuela de teatro fue como salir de la burbuja demasiado rápido. Yo era el menor, el más problemático, no cachaba mucho. Cuando chico no buscaba muchas respuestas, me dedicaba más a correr, a gritar y romper cosas. Entonces llegar a Santiago solo, con pausas en mi cabeza para mirar y entender, fui descubriendo día a día cosas nuevas, como conocer homosexuales, yo no cachaba nada, nunca había visto uno. No muchos apostaban a que iba a quedarme acá, todos pensaban que me iba a devolver. Muchas veces lloraba porque me quería devolver”.

Fue así que de la escuela egresó con promedio 7 y con varios premios encima. “Eso me motivó, estaba haciendo bien las cosas, entonces más ganas me daban”. Ahora vive en su departamento nuevo, pero no completamente solo: lo acompaña Rai, un Sharpei miniatura. “Cuando tengo un rato libre trato de jugar con mi perro. Es enano, es ideal, como un peluche. Trato de llevarlo siempre conmigo y tres veces a la semana una persona lo saca a pasear”.

- ¿Qué más te falta?
“La luna”.

- ¿Proyecciones más concretas?
“Ser como un nuevo Charles Chaplin. Es mi gran luz, me encantaría ser como él. También Cantinflas o Mr Bean, siempre me han gustado, mi papá me los metió en la cabeza”.

- A todo esto, debe ser difícil mantener una relación sentimental con este ritmo de vida, ¿no?
“Acabo de terminar de pololear, por hartos factores; estoy cansado, moderadamente estresado, falto de tiempo para mí. Le he respondido a mucha gente, he estado en muchas pegas, además he estado en cada lugar y en cada rincón en que la gente me ha pedido en la calle y no he tenido tiempo para pensar, para analizar. Ha sido todo tan rápido, tan fuerte, tan excesivo que la verdad es que no sé. He tratado de mantenerme en tierra y tratar de ir maravillándome de a poco de las cosas, ni siquiera asimilando. Podría volverme loco con muchas cosas pero prefiero no hacerlo”.

- ¿Por ejemplo?
“No sé poh, después de haber ganado “Vértigo”, me podría ir de carrete dos días seguidos si quisiera. Me gané un auto, con todo lo que me costó comprarme mi primer auto y me gané uno de la nada y lo único que hice fue pasarlo bien. Son esas cosas que te van chocando pero ni siquiera he tenido el tiempo de unirlo. Entonces necesito mi espacio y tiempo para encontrar respuestas y sacar conclusiones, para ver qué quiero hacer”.

Retoma el tema del pololeo, muy serio: “Y no tiene que ver con tener pareja o no, tiene que ver con cómo hacerlo. Simplemente necesito estar bien con mi cabeza para poder entregarle algo a alguien y al no poder me desanimo y no quiero estar desanimado, menos trabajando tanto, así que trato de buscar la felicidad no más. Y no sólo a ella, también me pasó con mi familia, con mis amigos. Tengo que tratar de consumirme lo menos posible para poder repartirme en cada persona que he dejado botado por esta pega, mi familia, amigos. Me estaba consumiendo mucho el sistema y la opción de no estar en pareja también tiene que ver con un respeto hacia ella”.

- ¿No se ponía celosa con tantas fans y toqueteos y acosos varios?
“No, porque si no lo hubiéramos pasado el doble de mal”.

- ¿Cuál es tu vicio privado?
“Hacerlo en formas y lugares exóticos (se mata de la risa). Lugares prohibidos. Uno de los más entretenidos, el último fue en una carretera, andando, fue un jugueteo, algo con manejo, bien entretenido”.

- ¿Seductor?
“Sí, dependiendo del caso, en lo más privado. No en las discos. Cuando tenemos la oportunidad todos seducimos y tengo muy buenas armas de seducción. Tengo un baile, el limpiaparabrisas…ja,ja,ja”.

- ¿Y mujeriego?
“No, para nada, en el colegio fui muy mujeriego, me iba muy bien. Pero acá en Santiago me empecé a enamorar y me puse huevón y cagué, me puse más mamón”.

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