“Yo nací el tres de octubre. Nunca digo el año, porque no me gusta y porque era guagüita y no me acuerdo”. Ítalo César Passalacqua Campos se ríe como si hubiera escuchado el mejor chiste de su vida. Es alegre y no lo oculta. De padres farmacéuticos, vivió toda su infancia en Puente Alto, hasta que su mamá, hoy de 91 años, decidió cambiarse a Providencia, porque “le molestaban mucho los borrachitos”.
“Mi papá quería que yo fuera médico. Mi mamá, que fuera ingeniero. Los dos entendieron bien lo del periodismo. Pero al principio, cuando le dije a mi papá que iba a seguir esa carrera, pensó que me iba a morir de hambre (se ríe de nuevo). Pero como a los cinco años me dijo: ‘Te tengo que decir que estaba equivocado. Porque no te has muerto de hambre y lo haces súper bien’. Me pareció muy tierno de su parte. Murió el año 93’… Teníamos una muy buena relación. Lo echo mucho de menos”.
Es sabido que a los 25 años, Ítalo decidió sincerarse con su mamá y contarle que era homosexual. Fue ahí cuando, después de llorar, ella le dijo que se casara, aunque fuera con una prostituta, porque si no la sociedad lo iba a condenar. Treinta y un años más tarde, el 2001, decidió reconocer lo mismo, pero frente a todo Chile.
“¡Yo no reconocí nada! Pensé que todo el mundo sabía. Lo que pasó fue que me hicieron una entrevista en la revista Cosas, donde la periodista me preguntó por lo que había pasado con Millenium Show, en el Festival de Viña. Ahí, el gordito había dicho: ‘Yo le quiero decir a don Ítalo Passalacqua que está equivocado con lo que escribió de nosotros, que éramos pésimos’. Yo no había escrito nada de él. Era una mentira. Las cámaras me mostraron por detrás y cuando vi en la pantalla mi espalda, me levanté rápidamente e hice señas a la galería para quedar de frente. Entonces, la gente gritó: ‘hueco, hueco, hueco…’ (imita el canto del público). Yo creo que eso estaba más arreglado que un vino con frutillas. Ya sabían dónde estaba yo, cómo me iban a mostrar y lo que me iba a decir el gordito”.
-¿Y qué pasó en la entrevista?
“La periodista me preguntó: “¿escuchaste lo que te gritaba la galería?”. Y yo le dije: “no nos veamos la suerte entre gitanos. Lo sé perfectamente. Lo que pasa es que ellos creen que mi debilidad es ser homosexual, pero yo estoy absolutamente asumido. Yo soy así. Dios me hizo así y he tratado de encauzar mi vida de la mejor manera”. Eso se tomó como que yo lo había reconocido, pero yo pensé que todo el mundo sabía. Nunca inventé una polola en Tombuctú, y todo el tiempo que andaba con una niña la presentaba como mi amiga. No tengo interés de engañar a nadie y tampoco iba a andar con un letrero que dijera lo que soy. En la revista salió en primera página “Italo Passalacqua: “No me inquieta sentir algo por alguien del mismo sexo”, textual. Todavía había algo de cartuchismo, así que nunca habría salido: “Soy homosexual”.
-¿Te molestó la curiosidad pública que se generó sobre ti?
“Tal vez prefería eso a lo que había habido antes: el grito en la calle, el “¡hueco! ¡Maricón!” todos los días, a cada rato, por donde pase. Porque hay una crueldad mental, una cuestión rara en la gente. No veo porqué deberían preocuparse tanto de los gustos sexuales de una persona, si en la cama es problema de uno lo que hace. En ese sentido, yo lo he pasado muy mal, porque este país es muy homofóbico. Pero yo prefiero la curiosidad sana, de preguntarme cuándo me di cuenta, a la cosa tapada”.
-¿Hubo un antes y un después, en el trato de la gente, cuando se supo públicamente tu homosexualidad?
“En la calle cambió pero absolutamente. Hoy sería muy desubicado que alguien me gritara hueco si ya lo reconocí ante todos. Ahora me gritan de repente, mientras que antes era siempre. Yo noto una cosa mucho más de “respetemos a este señor, que es franco, es transparente, no nos engañó en nada”.
-Dijiste que este país es homofóbico. ¿Te has arrepentido de haber dicho que eras gay?
“¡Es que cómo alguien se va a arrepentir de haber dicho lo que es! Yo no ando loqueando, no he usufructuado con eso, no lo he tomado como arma de lucha, ni para hacerme famoso. Nadie podría decir “este gallo, de raro se hizo conocido”. Es un tema que yo puedo hablarlo tranquilamente, porque no es más que una preferencia sexual. Yo nací así, soy así y seré siempre así. Claro, me habría gustado mucho más ser hétero. Es mucho más fácil. No hay murmuraciones ni miradas. Pero bueno, fue así. ¡Qué le vamos a hacer! No, no me arrepiento de nada”.
-Fuiste la primera persona pública en salir del clóset en Chile. ¿Crees que eso ayudó a que otros se atrevieran a reconocer su homosexualidad?
“Mucho. Eso me consta y me ha hecho muy feliz. La gente se me acerca con respeto. No para huevearme. Quieren tener un ejemplo de vida, tener fortaleza. Me preguntan cómo le pueden decir a sus papás o si es necesario contarles. Cuando uno es homosexual, al principio siempre cree que es el único. Uno está lleno de dudas y no se atreve a hablarlo con nadie. Así que ayudar ha sido muy gratificante y ahí es donde yo no me arrepiento, pero por ningún motivo, y doy gracias a Dios por haberlo hecho. Creo que tengo una obligación con la comunidad gay, porque, aunque no lo quisiera, soy en el fondo su representante. Así que cuido mucho el tener una actitud correcta y el no dar malos ejemplos, porque soy consciente de que cualquier cosa que haga, un escándalo, podría perjudicar a mucha gente. Esto, que podría ser un peso, yo lo acepto con humildad y con ganas, porque es una manera de devolver el que me haya ido bien, el nunca haber estado cesante y siempre haber podido trabajar en lo que me gusta”.
-¿Qué piensas de legalizar en Chile el matrimonio entre dos personas del mismo sexo?
“Yo no hablaría de matrimonio, porque creo que eso es entre un hombre y una mujer. Yo hablaría de una sociedad que aceptara que dos hombres que viven juntos, tengan un vínculo legalizado, que si muere uno de los dos, no llegue la familia -que siempre los desprestigió- a dejar a la pareja en la calle. Tengo amigos a los que les ha pasado eso y lo encuentro horroroso”.
-¿Y la adopción?
“También. Eso es una cosa de amor, no de sexo. Por ejemplo, lo que pasó con la jueza (Karen Atala), que le quitaron los hijos porque es lesbiana, fue una estupidez. ¡Qué tiene que sus hijos sepan cómo es su mamá! Esto no es algo contagioso, no se pega”.
-¿Te han dado ganas de ser papá?
“Sí, muchas veces. Pero cumplí algo de ese rol con mis sobrinos (Soledad, Consuelo y Álvaro). Además tengo una niña que me dice papá. Es hija de una amiga mía, que es madre soltera, y cuando era chica le decía papá a todo el mundo. Entonces, le dijeron que papá es uno sólo y que tenía que elegir a uno y ella me escogió a mí. Me encantó que lo hiciera. Tenemos una relación preciosa. Es mi hija realmente”.
Aunque ahora no pololea, Ítalo no está solo. Desde hace 25 años vive con Patricio, un ex pololo que se queda en la casa cuidando a los ocho perros y dos tortugas que tiene con el periodista. Además, para la suerte de Passalacqua, “el Pato es re bueno cocinando”, porque, como se autodefine el panelista de “SQP” y editor de espectáculos de la revista Ercilla, él es “lo más inútil que hay” en la cocina y que lo único que sabe hacer es una mezcla de comida para sus perros: de arroz, con pollo, zapallo camote, zapallo italiano, porotos verdes y espinaca.
-Fanático de los perros…
“Sí. El Pato me dice que quiero a los perros más que a nadie. La verdad es que me entiendo muy bien con mis animales”.
-¿Cómo es eso de terminar con alguien y seguir viviendo juntos?
“Es muy difícil. Pero el amor espiritual que nos tenemos es mucho más grande que cualquier problema. Él se había ido de su casa para vivir conmigo y yo me había ido de la mía para vivir con él. Cuando tuvimos que terminar, le dije que se quedara, que no podía volver con la cola entre las piernas a su casa.
“Fuimos pareja los primeros cuatro años. Yo lo quiero mucho y sé que él también a mí. Hemos tenido vidas sentimentales separadas, pero espiritualmente, es la persona que más quiero”.
Seguidor de la música de Madonna, Luis Miguel, Queen y Tchaikovsky, Italo Passalacqua es enemigo del reggeaton. Lo encuentra “ordinario, último”, y prefiere que en las fiestas pongan cumbia. Además, el periodista de espectáculos confiesa que, aunque le gusta mucho el cine, “es un martirio cuando hay que ver todas las películas, porque hay unas muy malas”.
-¿Es cierto que a veces te quedas dormido en el cine?
“No, para nada. Es una fantasía que nace de mi cara de sueño y de mis ojos achinados. Lo que sí me pasa es que a veces me cuesta terminar de verlas, pero es porque sufro de fotofobia, con todos los cambios de iluminación que tengo durante el día: el canal, después el sol y en la tarde el cine… Algunas películas que me han hecho llorar todo el rato. Yo debería estar siempre con anteojos de sol en el programa, pero no me dejan”.
-¿Tienes algún vicio privado?
“Las carreras de caballos. No apuesto. Sólo lo hago cuando voy al Hipódromo. Antes iba siempre los viernes, después de almuerzo, al Sporting (Club), porque tengo departamento en Viña. Pero al final, el Club Hípico se quedó con las carreras de los viernes. Así que ya casi no voy a los hipódromos, pero veo siempre las carreras a través del canal del cable en la casa. Me sé los horarios, en qué día y dónde van a haber. Me emocionan las carreras. Me gusta el colorido de las chaquetillas de los jinetes. Me encantan los caballos, son preciosos”.