De esa fama de mal genio y algo divo, nada. Alfredo Castro se muestra más cálido, sencillo y humano de lo esperado, pese a que lleva horas respondiendo una y otra vez las mismas preguntas (y que aún le queda un buen rato y debe apresurarse) a una serie de medios por “Tony Manero”, la película que protagoniza y que brilló en la Quincena de realizadores del Festival de Cannes.
La cinta, que dirige Pablo Larraín y se estrena el 28 de agosto, muestra a un tipo que en plena dictadura se obsesiona con el personaje de John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche” y fue destacada por algunos medios internacionales. “Maravillosamente extraña”, señaló el Times. Mientras, el diario galo Le Monde se refirió a Castro como “el doble puro de Al Pacino”, nada más ni nada menos.
El actor, con 30 años de reconocida carrera en teatro (también como director) y 25 en televisión, con memorables personajes como el gitano Lazlo de “Romané”, cuenta con ocho Apes y un Premio Altazor en el cuerpo, pero por primera vez protagoniza un film (su papel de “loca” en “Fuga” fue lo más rescatado de esa película) y lo hace en grande.
Tanto así, que en su paso por Cannes hasta le ofrecieron participar en una película francesa, aunque la invitación no prosperó. Él, con los pies bien puestos en la tierra trata de tomarse todo esto con la mayor modestia posible, evitando llevarse los créditos en todo momento.
-¿Cómo describes tu paso por Cannes?
“El hecho de haber sido seleccionados ya nos parecía espectacular, entre cerca de mil y tantas películas, por un comité muy experto, fue un logro muy positivo. Y después lo que sucedió allá nos dejó muy impresionados por la cantidad de prensa que tuvo la película y por el nivel de crítica que fue muy bueno”.
-¿Y para ti personalmente, recibir tantos elogios?
“Yo fui criado artísticamente en un sistema en que no importa lo que uno hace sino que lo que hace el resto del equipo, importa más la obra que uno. No puedo negar que fue súper halagador ser comparado con Al Pacino en “Serpico”, que en cierta forma tiene alguna relación con “Tony Manero”. Aparte de ese halago precioso y noble me parece que estoy mucho más contento porque a la película le vaya muy bien, por el logro del director y del cine chileno”.
-¿Cómo crees que será la recepción acá?
“Es un misterio este país, jajajá, pero espero que buena, algo he percibido ya”.
-¿Qué te dice la gente en la calle?
“Soy un tipo que anda bastante en la calle, porque no tengo auto, tomo metro y después de la cobertura de prensa que hubo, que fue muy fuerte y amplia, la gente pregunta por la película, me dicen que la quieren ver. Si un público europeo tan aleccionado en ver cine fue capaz de apreciar una película por su dimensión universal, siendo un cuento sumamente privado, íntimo, reflexivo de un ser humano en Chile, digo por qué no podría apreciarla un tipo que comparte ese imaginario, ese sentir. Tiene todos los ingredientes y posibilidades para que le vaya muy bien”.
-¿Qué pasó con la película francesa a la que te invitaron a participar?
“Fue efectivo, vieron la película, tuvieron una reunión conmigo y me pidieron que estuviera en esa película. Pedí el guión, todo lo que necesitaba saber del proyecto, el press book, con la estética, objetivos y propósitos. Pero cuando llegué acá pasaron cosas equívocas: me pidieron que filmara unas nueves escenas con actores que hablaran francés y las mandara para allá y les repliqué que me era muy difícil armar un equipo para eso. Hubo un malentendido y finalmente envié un largo e-mail dando las gracias pero que me parecían desproporcionadas las exigencias de ellos luego de haberme visto por una hora y media en una película, que hablaba por sí sólo si yo les gustaba o no”.
-¿Te molestó?
“No es algo que me tenga con depresión o en cama, era un proyecto precioso que no resultó pero a mí siempre me ha gustado trabajar en Chile, me gusta mi país, la historia que hay, su densidad cultural, trabajar con Pablo y otros directores, así que no tengo ninguna dificultad”.
-¿Pero te gustaría trabajar afuera?
“Siempre y cuando sea en términos de mutuo entendimiento. Puede haber un poco de arribismo y me da miedo, eso de estar hablando de proyectos afuera. Creo que es mucho más productivo para mí, históricamente, hacer cine chileno. Si el destino se da, de que pueda trabajar afuera, maravilloso. Pero no sueño en convertirme en actor internacional, a esta altura de mi vida menos”.
-En los 80 te fuiste con una beca para allá, ¿no te dio nostalgia?
“Pasé por Cannes siendo estudiante, mochileando, cuando vivía allá. La mirada de ese estudiante que buscaba un albergue más barato para poder dormir, el baguet para comer y ahora frente a la selección oficial, en la alfombra roja, una terraza de un hotel 20 estrellas, uno dice,
bueno, el tiempo no ha pasado en vano sino para mejor, eso es irreductible”.
-¿Cómo te proyectas ahora?
“Tengo proyectos de teatro, dirijo una obra que se llama “Roble” de un director inglés contemporáneo muy interesante, que protagoniza Marcelo Alonso y en la cual hace de hipnotista y todas las funcione invita a participar a un actor o actriz que no conoce la obra, ni sabe de qué se trata. Entonces tengo una lista que voy a llevar y ellos la hacen según las direcciones que él les va dando en vivo. Además, sigo con mi escuela (“La memoria”) y con otro proyecto con Pablo Larraín y Mateo Iribarren (guionista) pero es privado y de bajo perfil para poder trabajar con cierta libertad”.
-¿Te gustaría seguir en la senda del cine?
“Me gustaría, yo aprendí en “Fuga”, con un rol de actor con muchas exigencias interpretativas. En “Tony…” hubo acuerdos potentes en instalarse en un espacio donde la no actuación debía surgir más que la actuación, que es una paradoja muy ciega, una trampa muy potente para un actor, porque la frontera entre actuar y no actuar es como la frontera entre la locura y la cordura o el sueño y la vigilia. Creo que desde “Fuga” hasta ahora aprendí mucho, entonces mi ansiedad es seguir probando y aprendiendo en este rango de libertad. Es hermoso cuando se forma un equipo tan afiatado en el que a veces no hay tanta necesidad de hablar. Me sentí muy bien en esta película y hay que decir que la sufrí bastante también. Fueron seis semanas en las que no paré, que estuve en las 80 escenas y en todos los planos”.
-¿Este personaje tiene algo tuyo?
“Sí, es difícil decirlo pero tiene que tener. Tuve la obligación de ser él durante seis semanas. Qué se coló de ahí mío, mucho, quizás. Tiene que ver con el destino, con el fracaso, con la vejez, el paso del tiempo, ser el doble de alguien, los sueños. Todo eso, cuando a un actor le piden que no actúe hay que instalar un trozo de vida, escenas privadas, particulares”.
-Interpretar personajes marginales ha sido la tónica en tu carrera.
“No ha sido una elección, se me ha impuesto y tuve que tomarlo. Tal vez porque pertenezco a esas voces que no tienen que ver con el poder o la autoridad. Voces anónimas, marginales, que finalmente dan cuenta de una historia muy verdadera. Las verdaderas historias no se dan en los gabinetes, ni en las empresas ni en el Senado sino donde la gente ejecuta los trabajos más sucios, donde la sociedad tiene su drenaje, tal vez en las cloacas se encuentren las historias de las ciudades. A mí me correspondió en la historia de mi vida estar ahí y yo lo tomo, no lo voy a desechar”.
-¿Que la película se desarrolle en plena dictadura y que el protagonista ni se inmutara de lo que pasaba, te toca personalmente?
“Yo viví esa época, por eso me parece tan interesante y apasionante que un director tan joven, que era un niño cuando fue el golpe, tenga interés en meterse en esa historia. Habiendo vivido en esa época, de adolescente, vi tres posiciones bien claras: o eras pro Pinochet, por lo tanto pro dictadura, muerte, tortura y marchabas por las calles -porque hubo millones que lo apoyaban-, o eras de oposición y estabas en las sombras, o exiliado, detenido, muerto o trabajando poco a poco para restablecer las vías hacia la democracia (como yo), o estabas como este personaje, en un espacio donde éticamente no había ni un compromiso con nada. Él pertenece a ese estrato, que ni siquiera es una clase social, lumpen, semi analfabeto, que no tiene conciencia política ni ética de ni una clase, que su único afán en la vida es ser el doble de Tony Manero. Siendo un hombre viejo que se instala en una ración completamente trágica, ves que ese tipo y ese destino están marcados por ese acontecer. El ser humano está marcado por un destino absolutamente trágico pero es maravilloso y apasionante ver ese recorrido”.
Continúa leyendo:
"Trabajo por la felicidad de mis hijas"