Hace 3 años, Luciano Brancoli Serrano pasó por una de las etapas más duras que le ha tocado vivir. En el 2005, se enteró de que su hermano Octavio padecía cáncer y justo la noche en que presentaba un exitoso desfile en el Parque Bicentenario, su mamá, Aracelli Serrano, sufrió un ataque al corazón.
“Mi mamá me llamó desde el hospital y me dijo: ‘Termina tu desfile y después vienes. Primero es tu trabajo’. Esas eran las cosas típicas de mi madre, su forma de vida. Esa noche, la Andrea Tessa cantó una canción que le gustaba a mi mamá y yo lloré en la pasarela. Me fui hecho mierda… Se murió a los pocos días”.
Luciano se refugió en su trabajo, partió a Buenos Aires a participar en un programa de moda y se encargó de estar presente en varios desfiles, en parte, como homenaje a la mujer que, como él la ha descrito, fue capaz de hacerse cargo sola de tres hijos cuando quedó viuda.
“Ella me apoyaba y me exigía como lo hizo mi padre también: ‘Hagas lo que hagas, hazlo bien’ y me inculcó una forma de trabajar que, en los momentos malos, funciona como con los actores: que la función debe continuar (…) Nunca nos decíamos las cosas. Pero un día la vi y le dije: ‘Mamá, ¿tú sabes que te quiero?’ Y ella me dijo: ‘¿Por qué me lo dices? ¿Me voy a morir?”
-¿Sientes que con eso no quedó nada pendiente?
“Quedaron muchas cosas, pero con el tiempo entendí que yo, tal vez, fui exigente e inmaduro. Cuando se muere tu madre y eres el último de una generación, y miras para atrás y no hay nadie, es fuerte”.
-Te pusiste a trabajar a full después. ¿Tuviste la oportunidad de vivir el luto?
“En el fondo, era un poco para atontarme. No alcancé a vivirlo tanto. Estaba preocupado de ser el fuerte en la familia, porque estaban pasando muchas cosas. El luto lo viví después, como al año siguiente”.
-Has comentado que los que quedaron más afectados fueron tus sobrinos…
“Sí, porque mi familia materna era de Chillán, pero mis sobrinos se criaron, prácticamente, con ella acá en Santiago. Fue como si se hubieran quedado sin su mamá. Cuando ella murió, lo sintieron mucho… Quedaron muy mal”.
-Te has descrito como muy paternal. ¿No trataste de ocupar el espacio que dejó tu mamá, con tus sobrinos?
“Sí, pero ahora se ponen a la defensiva. Tú te acercas a ellos y se ponen choritos, aunque estén llorando por detrás. Hoy cada uno tiene su vida… Son grandes ya”.
-¿Nunca te dieron ganas de tener un hijo?
“Sí. Aunque ya estoy un poco viejo para tenerlos. De todas maneras, tengo muchos hijos en la universidad. Todos mis alumnos son hijos míos. No tienes para qué tener hijos biológicos para dejar descendencia, tener a alguien que siga tu estilo. Así que ya tengo como 400 hijos”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Cocinar y comer… Yo gozo con eso. Puedo llegar de noche a mi casa, pero igual me meto a la cocina y preparo comida. Como bastante. Tengo que andar siempre a régimen y como soy muy acelerado, bajo de peso fácilmente, o sería un chancho rodante. Me encanta el olor a comida… No hay nada que me guste más. Bueno, siempre hay cosas (se ríe) pero la comida, en estos momentos, es como mi prioridad”.
-¿Te gusta hacer platos muy elaborados?
“Sí, lo más complicado que haya. En la noche, cuando no tengo nada que leer, leo cocina.
Hoy, a la hora de almuerzo, llegué a preparar unos champiñones de una manera que no conocía. A veces tengo sólo 10 minutos para cocinar. Es una de las tonteras que me gusta. Me desconecto totalmente”.