Tocó el cielo. Y lo tocó, nada menos, que siete veces, porque es la única chilena que ha logrado hacer cumbre, o sea, llegar a la cima, en las montañas más altas de los siete continentes.
Patricia Soto es chiquitita y menuda, no tiene la imagen que uno espera de una andinista que logró vencer el Everest, y su voz es suave, pero una fuerza interior la mueve a imponerse grandes metas. Hoy está concentrada en la del equilibrio, un equilibrio entre su pasión por la montaña y su vida personal y familiar en tierra firme.
En mayo de 2001, junto a otras dos chilenas, Patricia Soto alcanzó las nubes en Nepal y se convirtió en la primera latinoamericana en clavar su bandera en el desafío más alto del mundo que lleva a la fama o a la muerte a quienes lo intentan.
Hoy, en Santiago, tras un intenso periplo por varios territorios hostiles y lejanos, esta trabajadora social y cientista político busca probar otras cosas y gozar más del calor de hogar.
Convertida en guía en la Antártica, durante las últimas dos temporadas de verano (noviembre, diciembre y enero) ha permanecido en el polo sur acompañando a turistas y otros deportistas que buscan adrenalina en esos parajes.
Y ahora va por su tercera temporada, aunque sin dejar de comentar antes que Chile tiene absolutamente olvidada esa parte del territorio nacional; una suerte de queja que nos debe poner en alerta.
En su trabajo ha recorrido gran parte de esa extensión de hielo, llevando grupos al Vinson, el monte más alto con más de 4 mil 800 metros y al mismísimo Polo Sur. Asegura que los riesgos están en el frío y eventuales congelamiento, así como en los desequilibrios que puede generar la soledad y aislamiento.
“No hay televisión, no hay teléfono, no hay Internet, no es seguro que el avión te vaya a buscar en la fecha acordada porque depende del clima y puedes subir la montaña y quedar semanas esperando salir de la Antártica. Eso es muy fuerte”, cuenta.
-¿Qué ves hoy en ese territorio blanco?
“Se llega a una base Patriot Hills en avión desde Punta Arenas y desde ahí se mueven expedicionarios y científicos. Hay un grupo humano de todas nacionalidades que tiene un gran sentido de equipo; el idioma oficial es el inglés y ese es el primer tirón de orejas para los chilenos que seremos, con suerte, tres o cuatro”.
-¿Por qué?
“Buena pregunta… se trata de una empresa extranjera que presta todos los servicios logísticos para los expedicionarios; ellos viven toda la temporada y son el sustento para quienes llegan”.
-¿Por qué vas tú a ese territorio?
“La primera vez fui por pura curiosidad. Había intentado hacerlo por todos los medios, pero fracasé; hablé con comandantes de la Fuerza Aérea, con ex Presidentes, con empresarios y me fue pésimo. Probé mi última carta como guía y me la jugué para que me contrataran. Tuve la suerte que me escucharon y me llevaron y he sentido que he tenido una gran responsabilidad porque fue la primera vez que contrataron a un chileno y mujer. Ese no es un tema menor y todo ha sido un desafío.
“No sabía cómo iba a reaccionar con 24 horas de luz, pero el grupo humano me acogió con los brazos abiertos y después me costó volver a Santiago de Chile, de hecho no quise volver altiro y me quedé recorriendo la Patagonia”.
-¿Está muy abandonada?
(Guarda largo silencio) “Tengo sentimientos encontrados. Quisiera que fuera más gente para que la conociera, es un lugar maravilloso, pero por otro lado, me gusta que esté así, que sea algo exclusiva. Le tengo miedo al hombre, es bien destructivo”.
-¿Y eso está pasando con la Antártica?
“No sólo allá, pasa acá. Fui a escalar el fin de semana y al lado de nosotros había un grupo jugando en la nieve, lo que me parece súper bien. Cuando se fueron, sin embargo, dejaron las bolsas plásticas negras con las que lanzaban por la colina. Eso me empelotó”.
-¿Pasará eso con la Antártica si se explota turísticamente?
“No sé, a veces los turistas son mucho más conscientes; hay que educar a la gente. El Polo Norte se lo están peleando por el petróleo y eso me preocupa con ella; que por necesidades energéticas, los países terminen destruyéndola; mira lo que quieren hacer en la Patagonia con las centrales hidroeléctricas. No le dan valor a las cosas; ven el ahora y no piensan en el futuro”.
-¿Es decir, la presencia chilena debiera ser más activa para protegerla?
“Sí, pero le tengo susto a los chilenos; de hecho preferiría que la Antártica quedara en manos de otros países que la van a cuidar y valorar. A Chile no le interesa la Antártica, ni siquiera saben dónde está y cómo es y los que sí lo saben, no están verdaderamente involucrados porque hay plata de por medio. Para cuidarla hay que invertir y nosotros tenemos otras necesidades”.
-¿Qué te asegura que lo vayan a hacer otros países?
“Mira Inglaterra, manda científicos, deportistas y la promueven…”
-Pero si encuentra petróleo, a lo mejor…
“Sí, por supuesto y de hecho, creo que ya tienen ubicado dónde. Por eso es un tema delicado y complejo; involucra países e intereses económicos. Pero lo que pasa es que Chile no ha hecho nada. Patriot Hills es base chilena, pero está abandonada. Porque no se invierte, se llevan estudiantes, investigadores, deportistas aunque sea por tres meses en el año. Si realmente le interesa debiera invertir aunque entiendo que haya otras necesidades.
“Mira Punta Arenas, Puerto Williams, están muy cerca y tampoco se desarrollan; podrían ser la partida y es cosa de ver lo que pasa con Argentina que lleva a todos sus cruceros por Ushuaia”.
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