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El duro impacto en los hijos

Cuando una madre sufre depresión, no sólo ella se enferma: casi el 50% de sus hijos también lo hace. Así lo muestran recientes estudios hechos en Chile, que alertan sobre la necesidad de que se pongan su mirada sobre ellos: "Los altos niveles de depresión de la generación actual obedecen a probables hijos de madres que nunca supieron que tenían este mal, o que nunca se trataron".

24 de Noviembre de 2008 | 10:20 |
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La estadística chilena evidencia que una de cada cuatro chilenas ha sufrido depresión en algún momento de su vida. La extranjera, que una de cada ocho mujeres tendrá un episodio depresivo, especialmente durante su edad fértil.

Ninguna cifra, sin embargo, deja ver qué pasa cuando las víctimas de esta enfermedad, además de mujeres, también son madres. Y especialmente cuando esos hijos son chicos, o están entrando en la adolescencia.

"Yo supe que mi mamá tenía depresión cuando cumplí los 14 años y empecé a verla tomar remedios", recuerda Daniela S., hoy de 25 años. Todavía resiente el cambio que sufrió su madre cuando comenzó a manifestar los primeros síntomas de la enfermedad. Pasó de ser una mujer activa, que pintaba, que trabajaba a medio tiempo en su profesión, a una que con suerte conseguía fuerzas para levantarse en la mañana, que dejó de cumplir los pequeños rituales que tenía con sus niños -comer con ellos, acostarlos, ver una película el fin de semana- y que comenzó a delegar la crianza de sus dos hijos -Daniela y Juan Manuel, su hermano menor de 9- en la nana. Lo peor fue cuando un día decidió enfrentar a la mayor y tener una conversación sincera con ella: "Es tan triste, pero siento que ni siquiera ustedes me importan lo suficiente", le dijo.
"A mi mamá se le derrumbó el mundo", recuerda Daniela.

Ésa es la frase que define el fenómeno que se produce en una familia cuando una madre sufre depresión. Se derrumba no sólo su mundo, sino también el de sus hijos. "No son pocas las mujeres que, precisamente, llegan a consultar por depresión porque se salieron de madre con los niños. Dicen: "Eso nunca me había sucedido; nunca he sido violenta con mis niños". Ésa es la motivación que tienen para pedir ayuda", describe la siquiatra María Graciela Rojas, experta en depresión y directora de la Clínica Siquiátrica de la Universidad de Chile.

Las razones de este duro impacto son varias, explican los especialistas.

Primero, porque la mujer es la base de la educación sentimental de los niños, la responsable de construir con ellos el vínculo. Pero también porque es ella la que los cría en el día, la que se preocupa de sus necesidades básicas, y también la encargada de poner orden y marcar los límites. "En el caso de las madres con depresión, ellas muestran ciertas conductas que podrían llamarse "displicentes", que las madres sin depresión no tienen, y eso genera un impacto negativo sobre el desarrollo del niño, lo hace crecer con desesperanza", agrega la doctora Rosemarie Fritsch, miembro de la unidad de investigación clínica del departamento de Siquiatría de la Universidad de Chile. Pero apunta, también, que al hablar del tema no es la idea estigmatizar a estas mujeres, sino poner de manifiesto una situación mucho más relevante a juicio de los expertos en salud mental: casi la mitad de los hijos de madres depresivas -49,8%, específicamente- presenta algún trastorno emocional o conductual.

Esta cifra de hijos es parte de un extenso estudio encabezado por la doctora Fritsch y publicado el año pasado en la Revista Médica de Chile. En él, investigaron el comportamiento de 290 madres junto a sus hijos, pertenecientes al sistema de salud pública chileno, y sus resultados no hicieron más que comprobar una tesis que desde hace años estos profesionales vienen pregonando entre los médicos: Cuando una mamá se enferma, no sólo hay que darle un tratamiento a ella, sino también poner ojo en la salud mental de los hijos, sobre todo pensando en la creciente prevalencia de este mal en Chile, en todos los estratos sociales. Algo que hoy no está ocurriendo, especialmente en las consultas privadas.

"En todos estos años que mi mamá lleva enferma, el siquiatra que la está tratando jamás se ha preocupado de mí o mi hermano. Si no fuera porque yo, ya grande, un día fui a hablar con él, nunca lo habría conocido", dice Daniela.

El efecto madre depresiva
En cifras
En la mujer, la depresión aparece a partir de los 13 años y disminuye después de los 45.
Hasta un 14% de mujeres tendrá depresión en su vida, versus el 4% de los hombres.
Uun 15% de los niños de enseñanza básica en Santiago presenta trastornos emocionales.

El perfil de una mujer/madre con depresión es similar al que presentan quienes sufren esta enfermedad: disminución de su estado de ánimo, irritabilidad e incapacidad para sentir ciertas emociones. "Es como una crisis de aplanamiento afectivo. Ya no te alegras por las cosas, pero tampoco te enojas, y esa reactividad que los niños están acostumbrados a sentir en sus madres se va perdiendo", explica la doctora Graciela Rojas.

Ante estas alteraciones, no sólo lesiona su forma de relacionarse con el resto del mundo, sino también la de sus hijos. Esto, porque al estar tan disminuida y menos alerta a las situaciones de su entorno, le cuesta más leer las señales que les entregan los niños y construir correctamente con ellos los lazos de apego y de vínculo. Y éstos son, quizás, la herramienta más importante para que un niño pueda en su adultez relacionarse de forma segura con otras personas y enfrentar sin ansiedad extrema situaciones nuevas.

¿Cómo se ve esto en la práctica? De dos formas. Una de ellas es la tendencia de estas madres a mostrarle al niño un vínculo ambivalente, y esta actitud es especialmente problemática en los primeros años de vida del niño, hasta los 9 - 10 años. "Por un lado, se muestra como una mamá solícita. Pero, al rato, se vuelve distante, deja de hacerle cariño. Entonces, el niño no sabe cómo va a ser en otro momento. Pierde su seguridad, y si esto pasa, se va construyendo mal su estructura sicológica", afirma el siquiatra infanto-juvenil Ricardo García, miembro de Clínica Las Condes y del Hospital Clínico de la Universidad de Chile.

Pero no sólo eso. El especialista cita estudios hechos a nivel cerebral en estos niños que demuestran que su configuración neuronal es distinta respecto de hijos de madres sanas. "Esta alteración del vínculo tiene repercusiones a nivel del cerebro. Antes se pensaba que sólo era una reacción sicológica, pero no, también tiene capacidad de moldear el cerebro".

Cuando los niños tienen un grado de desarrollo mayor están menos vulnerables, dice el doctor García, porque están conformados con una cierta firmeza, pero también se les mueve el piso: "Tienen una mamá bien, que construyó un buen vínculo, y que de repente cambia. Los más vulnerables van a sufrir la pérdida de esta mamá que siempre vieron como cercana. Ellos se vuelven más susceptibles de desarrollar trastornos como agresividad, mala conducta".

Otra arista de la madre depresiva es que se mueven entre dos extremos: o se involucran muy poco en la resolución de problemas, o se ponen excesivamente intransigentes. Esto afecta particularmente a los hijos que están entrando en la adolescencia. "Cuando discuten algo, como si sus hijos van a salir hasta tarde o no, o sobre cómo les está yendo en el colegio, estas madres son muy poco controladoras en la discusión, más bien distantes, sobre todo cuando se trata de resolver conflictos y poner límites, con todos los problemas que eso implica", ejemplifica la doctora Rosemarie Fritsch. "O también, cuando tienen que discutir temas con sus hijos sobre resolver dificultades, tienden a ver las cosas en forma negativa".

El futuro de los niños

El estudio de la doctora Fritsch, junto con visibilizar a este casi 50% de niños que desarrollaban problemas, también desglosó esta cifra según qué tipo de alteraciones presentaban. El 62,2% desarrollaba síntomas "internalizantes" -con rasgos ansiosos, depresivos y problemas sicosomáticos- versus el 35,7% que desarrollaba cuadros "externalizantes", como agresividad, déficit atencional y conducta antisocial.

Probablemente, son los segundos quienes más llegan a la consulta siquiátrica o sicológica. Sin embargo, la preocupación de los especialistas está puesta en los primeros, los que no son pesquisables a primera vista. Los mismos que en el colegio son calificados por sus profesores como alumnos responsables, callados, que no dan ningún problema. "Con mayor razón hay que tener una actitud activa para ir a buscarlos", advierte la especialista, y pone énfasis en esta luz de alerta. Porque la creencia actual de los expertos "es que los altos niveles de depresión y ansiedad que se registran en la generación actual obedecen a probables hijos de madres que nunca supieron que tenían depresión, o que nunca se la trataron", dice el siquiatra Ricardo García.

¿Qué les pasará a estos niños a lo largo de su vida?, se pregunta la doctora Rojas.

Las estadísticas dan un indicio. Según el doctor García, el 30% de hijos de madres depresivas sufrirán también depresión. Esto, porque esta enfermedad, además de gatillarse por los conflictos anteriormente mencionados, también tiene un porcentaje de heredabilidad dada por la vulnerabilidad genética.

También habrá un porcentaje que presentará sólo alteraciones conductuales y otros a los que no les pasará nada, porque tienen una disposición cerebral que los hace no desarrollar ningún trastorno. Pero lo importante, más que determinar a qué grupo pertenece cada niño, es pesquisar tempranamente su situación y comenzar desde el primer momento a darle una solución. Porque todos estos cuadros, debidamente tratados con sicoterapia o medicamentos, les permitirán llevar una vida normal en su adultez.

Cuando una madre depresiva se recupera busca recomponer el abandono. "Entonces, viene el polo contrario: un sobrecontrol y sobreprotección de los niños", dice la siquiatra Rosemarie Fritsch.





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