Cuatros años han pasado desde la última vez que José Ignacio Ariztía no pasaba una Navidad en Chile, diez desde la última presentación en vivo que dio en el país junto a sus hermanas, Soledad y Rosario, y apenas unos meses desde que decidió junto a ellas grabar las canciones “Humano” y “Sé”, unirlas a clásicos noventeros como “Para que no se muera este amor”, “No te olvido”, “No es mi culpa” o “A veces me parece”, y lanzar “Humano, sólo éxitos”, el disco
revival que trae a un grupo Ariztía más maduro de vuelta a las radios.
“Después de 3 discos y 8 años de no parar, estábamos muy cansados y desgastados.
Cada uno quería hacer su propio camino, vivir su propia vida de manera independiente, pero siempre tuvimos la intención de recuperar el curso de nuestro trabajo. El 2007 empezamos a hablar de los temas en común que nos pasaban a los 3. Más allá de ser hermanos, vivíamos intensamente nuestros 30 años, con todo lo que eso significa, y por esa razón decidimos salir el 2008. Desde el lado artístico, significaba todo un desafío volver a escucharnos juntos, 10 años más tarde, ver cómo habían cambiado nuestras voces, cómo había cambiado nuestro lenguaje. Casualmente, nos dimos cuenta que en abril se cumplieron 10 años de nuestra separación, o pausa más bien”, dice José Ignacio, igual de delgado que en los primeros videos del trío, pero con una mirada que proyecta la experiencia acumulada de una década.
Sus ojos a veces miran con complicidad a su sobrino, Alfredito, el hijo mayor de Soledad, que escucha paciente tras una mesa a su tío, mientras él habla de la década que separa el presente del tiempo en que su voz sonaba en varios países de Latinoamérica, con los arreglos vocales que marcaron el sello de su grupo.
Él nunca se ha desligado de su carrera musical, que continuó en Nueva York, donde comenzó a estudiar producción musical en 1998, el mismo año que se presentó junto a Rosario y Soledad en el Festival de Viña y el mismo en el que los 3 decidieron poner pausa a los proyectos musicales del trío.
-Cuesta entender la medida, cuando se ve que todo iba viento en popa.
“Nosotros entendimos, hace muchos años, que hacer música era más que eso, era contar historias y representarlas. En esos días nosotros estábamos muy cansados. Estábamos muy en guerra entre los tres, producto de la dinámica que tenía nuestra vida en ese tiempo”.
-¿Complicado trabajar con la familia?
“Es difícil. Estábamos muy desgastados, creo yo, y era muy riesgoso hacer un disco bajo ese nivel de presión y tensión, de cansancio. Definitivamente, no iba a estar a la altura de nuestras expectativas, porque para hacer un disco se requieren muchas cosas, no solamente una compañía discográfica que te dé el ok, y nosotros, artísticamente, estábamos poco fértiles. Era necesario vivir, para prolongar un trabajo que siguiera siendo un aporte”.
-¿No primó también el no seguir desgastando los lazos familiares?
“Sí, también. Porque el trabajo es, muchas veces, una amenaza en cualquier ámbito... Puede ser la debacle de tu historia personal. Yo pienso que la prioridad está en ello, en la historia personal, que es más importante que el trabajo. Y en esos días yo tenía la necesidad de seguir mis estudios, mi carrera... Yo ya estaba viviendo en Nueva York en esos días. Me estaba enfrentando a un mundo nuevo, distinto, refrescante. Sole y Rosario estaban iniciando sus vidas matrimoniales. Sole esperaba un segundo hijo, después de Alfredito. Rosario se estaba casando... Son proyectos importantes también. Nosotros pasábamos mucho tiempo arriba de un avión, bajo el estrés de los conciertos masivos aquí y en el extranjero. Era mucha la presión. Entonces, lo mejor era parar”.
-¿Sin temor a perder lo que habían hecho en 8 años?
“Lo que pasa es que al final del día eso no es lo importante. Lo que importa es la entrega artística y si eso se ve amenazado, amenazas la carrera y tus esfuerzos. Creo que ése ha sido el hilo conductor de nuestro trabajo”.
-¿Y hoy cómo afrontas ese trabajo?
“Hay un universo de distancia con ese entonces. Lo que se conserva es el entusiasmo. A mis 18 años todo era nuevo y la experiencia del estudio y de escucharse era muy fascinante. Eso sigue siendo fascinante, sólo que es ahora la cabeza juega un rol más importante”.
-Ya han pasado 16 años desde que tuviste tu primer disco (“Ariztía”, 1992) en tus manos. ¿Recuerdas qué te pasó entonces?
“Wau... Yo recuerdo que era como un sueño escucharme en la radio... Era surreal. Para mí era muy emocionante poder compartirlo con mi gente, con mis amigos. Estaba en mi primer año de universidad en la Escuela Moderna, y en ese entonces era muy sorprendente ver que ese disco se transformaba en algo real y exitoso, sorpresivamente. Aunque nosotros somos músicos de toda la vida -yo tengo la música en mi cabeza desde que tengo 4 años- no era novedad hacer música o armonizar como lo hacíamos. Lo novedoso estaba en que en el día a día surgió algo que nos sobrepasó, con el disco se hizo público lo que era privado. Después, la experiencia de empezar a trabajar con músicos extranjeros, de viajar, de volverte un nombre en diferentes países era fantástica, pero generaba mucha duda también, temor a lo desconocido. Afortunadamente, para nosotros nunca ha sido más importante el fenómeno de la popularidad que el trabajo, que el cariño por la música”.
-Tenías 18 años, apenas. Podría haber sido fácil que todo se te saliera de las manos...
“Lo que pasa es que nosotros estábamos envueltos en una tarea de adulto, con las obligaciones de los adultos y había que responder. Además, éramos muy dedicados, a pesar de ser tan jóvenes, y veíamos con claridad que esto representaba una enorme oportunidad para desarrollar el trabajo que salía de nuestras cabezas. Habría sido fácil desperdiciarla, pero, no sé, de repente esto venía de crianza. Nuestro padre era muy pragmático y se volvió un cable a tierra en esos días. Aunque es cierto que nos saltamos una etapa. Nos faltó vivir lo mismo que los chicos de esa edad, los universitarios...”.
-¿Etapa que viviste en Nueva York?
“Yo creo que si... (Piensa) Tal vez de ahí la necesidad de parar, porque cuando te saltas una etapa en la vida, tarde o temprano te la cobra”.
-¿Y la pagaste?
“(Piensa y empieza a esbozar una sonrisa) ¡Sí! (se ríe)”.
-¿Te lo carreteaste todo allá?
“¡Sí, mucho!”
-¿Y sigues?
“Sí (ríe de nuevo). Bueno, esta etapa la he vivido en Nueva York, Miami y Ciudad de México y creo que la he vivido muy bien”.
Continúa leyendo:
“Me he vuelto un ciudadano del mundo”