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Tres tipos de inteligencia exitosa

El destacado sicólogo norteamericano Robert J. Sternberg es un convencido de que el éxito está virtualmente al alcance de todos y de que la inteligencia se desarrolla a lo largo de la vida. Siempre que se tomen en cuenta las particularidades de cada uno. Por eso, lleva décadas tratando de que el concepto de inteligencia se aleje de los estándares convencionales. "El problema de los tests de CI es que sugieren que hay un solo modelo que funciona para todos, cuando no es así".

15 de Enero de 2009 | 10:54 |
Cuando pequeño, el sicólogo estadounidense Robert J. Sternberg vivió una experiencia angustiante que muchos niños enfrentan: por más que estudiara y se preparara, a la hora de dar las pruebas, le iba pésimo. "Me paralizaba. Me iba tan mal que los profesores decían que yo era tonto, yo decía que era tonto y rendía como tonto. Todos en el colegio esperaban poco de mí", cuenta.

Su frustración máxima llegó en sexto básico: para tratar de salvar la situación lo mandaron a dar una prueba de nuevo con el curso de quinto básico. Pero a diferencia de lo que muchos pudieran pensar, esa experiencia, que él mismo ha calificado de "patética", marcó su existencia para bien. Al sentirse más confiado por estar con alumnos más chicos, Sternberg sacó buenos resultados. "Había un profesor que esperaba más de mí que el resto y gracias a él me di cuenta de que las pruebas académicas convencionales pueden convertirse en una autoprofecía del fracaso. Eso no sólo pasa con la inteligencia. Esa discriminación también ocurre con el género o la raza: la gente establece bajas expectativas frente a algunos niños y así los destruye. Yo quise entender ¡por qué mi coeficiente intelectual (CI) era tan bajo!", explica medio en broma medio en serio a Revista Ya, desde su oficina de la Universidad de Tufts, cerca de Boston, Massachussetts, donde ejerce hace varios años como decano de Artes y Ciencias.

Ese "querer entender" se convirtió en una verdadera fascinación, y Robert J. Sternberg nunca más dejó de estudiar la inteligencia. A los 13 años, como proyecto de una clase de ciencias, desarrolló su propio test de CI. Más tarde siguió estudiando las distintas teorías existentes sobre procesos cognitivos en la facultad de sicología de la Universidad de Yale, y luego fue premiado por su doctorado en la Universidad de Stanford. Ha sido presidente de la Asociación Sicológica Americana (APA) y es miembro del directorio de numerosas otras destacadas organizaciones. A sus 59 años ya lleva más de mil publicaciones, entre artículos y libros.

Su propia trayectoria parece demostrar uno de los puntos que se empeña en defender: la inteligencia es mucho más que habilidades académicas. "Nuestras herramientas de medición tienen un concepto estrecho que se centra demasiado en las habilidades académicas que enseñan los colegios y muy poco en la flexibilidad creativa y las habilidades prácticas que uno necesita para salir adelante en la vida", dice.

Por eso lleva años tratando de cambiar la manera en que se concibe y desarrolla el potencial humano, difundiendo una mirada que busca centrarse en el éxito más que en el fracaso. "Si uno está en un ambiente favorable, la mayoría de la gente puede tener éxito", asegura. "La mayoría de las veces, el fracaso tiene que ver con que la gente no se esfuerza lo suficiente para alcanzar sus metas, se rinde demasiado fácilmente o se pone objetivos que no son lo suficientemente ambiciosos".

La tríada de la mente

En Estados Unidos, Sternberg es un investigador respetado en su ámbito. Pero lo suyo no es pura teoría. Ha tomado medidas concretas para que se deje de "desperdiciar talento". En la Universidad de Tufts creó un sistema de admisión que consiste en evaluar a los estudiantes en función de sus capacidades creativas, analíticas, prácticas y de su sabiduría. También ha trabajado en la creación de programas que les ayudan a los profesores a maximizar el éxito de sus alumnos.

Detrás de todo ese trabajo, la palabra clave es "inteligencia exitosa", un concepto que Sternberg plasmó en un libro que publicó en 1997 en Estados Unidos. "Defino la inteligencia exitosa como la habilidad de alcanzar las metas que uno tiene en la vida, en función del contexto cultural de cada uno. Las definiciones tradicionales de la inteligencia ponen más énfasis en el rendimiento académico. Lo que yo quiero decir es que un atleta, por ejemplo, necesita distintas habilidades que un reportero o un científico y cada persona necesita desarrollar aptitudes propias. En vez de tratar de desarrollarlas todos de la misma manera que el resto, uno debiera hacerlo considerando su objetivo de vida'.

Otro punto importante del libro es el peso que le atribuye al ambiente sociocultural. "Culturas diferentes valoran aptitudes diferentes, por lo tanto las habilidades que llevan a una persona a ser exitosa en un contexto cultural, pueden no hacerlo y llevar al fracaso en otro. Por ejemplo, George Bush ¡nunca habría sido electo presidente en otro país que Estados Unidos!", comenta. Y agrega: "El problema de los tests de CI es que sugieren que hay un solo modelo que funciona para todos, cuando no es así".

Sternberg considera que la inteligencia se divide en tres facetas -la inteligencia analítica, creadora y práctica- que cada persona puede tener en proporciones distintas y que pueden desarrollarse a medida que pasa el tiempo.

"La inteligencia analítica es lo que miden los tests académicos y de CI. Es la habilidad para analizar problemas bastante abstractos. La inteligencia creativa es la habilidad para tener ideas novedosas y buenas. La inteligencia práctica es la habilidad para funcionar en el día a día. La gente necesita tener una combinación de las tres", acota.

En esa triada de la mente, explica, lo práctico y creativo es particularmente necesario en el mundo globalizado de hoy, en que se nos exige cada vez más hacer varias cosas a la vez (multitasking) y en el que las personas interactúan cada vez más con gente de otras culturas o muy distintas a ellos. "Uno necesita ser creativamente flexible, porque el mundo está cambiando rápido y los que no se adaptan al cambio, fracasan", enfatiza.

El problema, dice Sternberg, es que por lo menos en Estados Unidos existe un desfase entre la manera en que se prepara a los niños en los colegios y las herramientas que más se necesitan en la sociedad. "Aquí la sociedad enfatiza mucho la independencia y el ser emprendedor. Eso es bueno porque alienta a la gente a desarrollarse. La gente puede convertirse más o menos en lo que quiere. Pero cuando sales del colegio, las habilidades analíticas, que son lo que más se refuerza, no sirven tanto para eso", dice.

20 pasos hacia el éxito

Aunque los colegios sigan enfocándose en lo académico y analítico, Sternberg cree que sí existen maneras de potenciar a las personas. Es un convencido de que uno puede hacerse más inteligente a lo largo de la vida y que al igual que el deporte, todo está en la práctica. "Hemos hecho investigaciones que muestran que se puede modificar la inteligencia. Por ejemplo, los padres pueden incentivar el que sus hijos hagan preguntas, tomen riesgos intelectuales, no acepten puntos de vista sólo porque se les dijo que así era, sino que traten de tener una visión propia. Cuando uno hace gimnasia, desarrolla los músculos; de la misma manera, si uno ejercita la mente, la desarrolla", dice.

A lo largo de los años, Sternberg identificó veinte "características" que según él hay que tener para alcanzar el éxito. "No son características innatas, sino que se desarrollan en la vida. La gente tiene éxito cuando capitaliza sus fortalezas, cuando se da cuenta de las cosas que hace bien y les saca el mayor provecho; y cuando sabe qué es lo que no hace bien y lo compensa y corrige sus debilidades", explica.

Entre esas características comunes a las personas exitosas, y que son independientes del área a la que se dedican, figuran, por ejemplo, la capacidad de automotivarse, de concentrarse en sus objetivos, de aplazar la gratificación, de perseverar, de traducir su pensamiento en acción, de aceptar la crítica justa y de tener iniciativa. También está el tener un nivel razonable de autoconfianza, el ver lo macro y lo micro a la vez, el no postergar, el aceptar arriesgarse y no temer fracasar, y el no quedar encerrado en una manera de pensar.

"La más importante es la resiliencia, el no bajar los brazos frente a la adversidad, el no darse por vencido frente a los obstáculos que tarde o temprano llegarán", recalca Sternberg.

Este sicólogo, quien antes de instalarse en la Universidad de Tufts dirigió el Centro de Sicología de Habilidades, Competencias y Expertise en la Universidad de Yale, también ha hecho investigaciones sobre el tema del liderazgo. Piensa que tener las 20 características que llevan al éxito no significa necesariamente que una persona vaya a ser líder.

"El liderazgo es una decisión. La gente decide ser líder. Mucha gente quiere tener éxito y eso es algo que uno puede encontrar para uno mismo en función de los propios objetivos, pero el liderazgo tiene que ver con influenciar el resto. Por ejemplo, cuando fui presidente del APA, decidí postular a ese cargo porque decidí que quería influenciar la manera en que se hacía sicología en Estados Unidos. Ésa fue una decisión. No significa necesariamente que sea un buen líder, pero es un comienzo", ilustra.

Sternberg asegura que existen líderes con distintos tipos de inteligencias. Dice, por ejemplo, que el ex presidente de Estados Unidos Ronald Reagan se caracterizaba por sus habilidades prácticas. "Tenía una personalidad tal que era muy bueno para vender cosas, pero eso no significa que haya sido creativo, que haya tenido muchas ideas originales. Por otro lado, hay gente que tiene muchas buenas ideas, pero no es buena en persuadir a la gente para que las siga. Por eso es mejor tener ambas facetas".

Para Sternberg, el candidato demócrata Barack Obama es un buen ejemplo de un líder completo. "Tiene una alta cuota de los tres tipos de inteligencia. Es muy bueno en persuadir a la gente, ha tenido ideas creativas y también es inteligente analíticamente", dice. Y concluye: "Lo que hace un líder es la creatividad para poder formular una visión, la aptitud analítica para decidir si es una buena o una mala visión, la habilidad práctica que le permite implementar esa visión y sabiduría para asegurar que esa mirada sirve al bien común".
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