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Un solitario en el taco

El eterno soltero, adorador de la soledad, antiguo goma, ex rostro de televisión y eterna voz radial, llega casi 15 años acompañando a los automovilistas en los momentos más arduos del trayecto, con su programa “La hora del taco”. Junto con recordar sus inicios frente al micrófono, el locutor confiesa sus conflictos con el tema del matrimonio y además, afirma que no le interesa volver a la televisión.

12 de Mayo de 2010 | 08:51 |
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“En una ciudad como Santiago ‘La hora del taco’ aún se justifica”. Convencido y basándose en los datos reales –el campo automotriz siempre en alza y los atochamientos que, simplemente, no desaparecen de la capital- Cristián Velasco se ha mantenido por casi 15 años al aire con su característico programa radial de las 6 de la tarde.

Luego de notar cómo en Bogotá, la voz amena de una locutora, acompañado de música ochentera, le aliviaba el regreso a la casa después de su trabajo en una naviera, la eterna voz radial presentó el proyecto que parecía innovador a mediados de los años 90: salvo Cote Evans, con “Gente de mundo”, compartían las tediosas horas de tráfico con los automovilistas. No se demoró mucho en tener la aprobación de radio Universo y en dar el salto que hace tanto ansiaba en su vida, ser comunicador.

“Me acuerdo perfecto. Salimos al aire el 15 de octubre de 1995. Todo estaba programado para las 6 de la tarde, pero yo llegué a la radio a las 9 de la mañana de la neura que tenía; ni dormí el día anterior. Me puse hasta corbata, porque para mí era un día muy especial. Cuando faltaban 10 minutos para salir al aire, los nervios eran una cosa impresionante… Tenía obviamente mis torpedos para partir con el programa, lo que iba a decir para no quedarme en blanco. Tenía anotado hasta ‘buenas tardes’ por si me perdía y decía ‘buenos días’ a las 6 de la tarde”.

Orgulloso de ser un graduado de la universidad de la vida -no estudió ninguna profesión- Velasco se las arregló para estar donde quería, pero no fue fácil. Después de salir del Craighouse, superó el temor paterno que existe cuando un hijo dice que, simplemente, no quiere estudiar nada. Agarró sus cosas y se fue a trabajar a una compañía naviera, partiendo, sin vergüenza alguna y como el mismo reconoce, como “el goma”, hasta llegar a ser gerente comercial.

Pero como su pasión no estaba entre los buques, no tardó en hacer un curso de animación, que le dio la confianza para partir animando desde el cumpleaños de un amigo y encuentros con la colonia chilena en Colombia hasta la radio y más tarde, su gran meta de entonces y la que le haría declarar que nunca más trabajaría en una oficina, la televisión.

Tras cuatro años en Chlevisión, con programas como “Chipe libre”, “Así de simple” y “Bohemia”, pasó un cortísimo período en La Red con “El matinal de la tarde”, para quedarse solo en la radio, siempre con su clásico programa vespertino.

Hoy, tras años de su época como rostro televisivo, ha vuelto a sus orígenes laborales, que se extienden en 12 horas diarias de trabajo que divide entre la radio y su labor como ejecutivo de ventas en el Grupo Ultramar.

-Pero tú no querías volver a trabajar en una oficina, ¿qué pasó?
“Las vueltas de la vida, tengo que aprender a quedarme callado (ríe). Cuando dije eso, entraba a la televisión a la una y media y, especialmente en el invierno, los días lunes, igual me despertaba en la mañana y me asomaba por la ventana de mi departamento, en un octavo piso. Ahí veía a la gente en los tacos, corriendo, y pensaba que yo era uno de los que antes salía a esa hora. Pero ahora, me quedaba en mi camita, viendo Animal Planet feliz de la vida; después me iba a la televisión como al medio día, volvía, almorzaba, tomaba siesta y me iba para la radio. Entonces, decía ‘esta es la vida que quiero tener siempre y nunca más quiero volver a entrar a una oficina’. Pero Dios me dijo ‘aquí mando yo, no tú’. Así que se acabó la pega en la televisión y hablé con los ejecutivos de Ultramar, donde llevo ya 7 años trabajando”.

-¿Y qué pasó con la tele? Era tu meta.
“Hubo una época en que lo único que quería era llegar a la televisión y a la radio, y lo logré. Quería estar en una final de la Teletón, en el Estadio Nacional, cumpliendo la meta como toda la vida lo había visto en la tele. Lo viví; estuve con don Francisco, con la Cecilia Bolocco, me tocó ver a la Gloria Stefan una noche... Yo alcancé a hacer una tele simpática, cuando recién estaba empezando el pelambre entre la misma gente que trabajaba en el medio. Pero hoy no me interesa la televisión. No me voy a sentar nunca en un set a hablar de farándula. Yo, en este programa, nunca lo he hecho, eso no existe en ‘La hora del taco’, ni tampoco, en mi vida, he usado un micrófono para responder a los ataques que yo sí he recibido de programas de farándula”.

-¿No quedaste un poco sentido con la tele?
“No, a mí me trató re bien la tele. En Chilevisión estuve 4 años maravillosos, lo pasé bien. Se acabó el programa y se acabó no más. Así que no, se cumplió una etapa y tengo mis recuerdos enmarcados en mi casa, pero ya están vividos, archivados, oleados y sacramentados”.

-Decidiste no entrar a la universidad. Algunos podrían ver en ti un ejemplo de que no son necesarios los estudios para hacer lo que querías.
“Bueno, según la teoría personal que tengo, hay dos universidades, la académica y la de la vida. Las dos son difíciles. Yo vengo de una familia donde todos mis hermanos ingenieros, y yo soy el único que no fue a la universidad”.

-¿Pusieron el grito en el cielo en tu casa?
“Quizás en algún momento tuvieron alguna duda y dijeron ‘este se va a morir de hambre’. No fue así, aunque la universidad de la vida fue dura. Yo me fui a trabajar al puerto, a Valparaíso, no a una oficina acá en Providencia. Y de allá me trasladaron a Talcahuano. Yo sé lo que es ir a recibir un buque con marejadas en un lanchón a las 5 de la mañana. Esa universidad es súper dura, pero nunca hay que aflojar, igual que en la académica. Y me gradué a mucha honra. Después de partir viviendo en pensiones con baño en el pasillo, llegué a los hoteles de cinco estrellas por la empresa”.

-Y como gerente comercial.
“Pero no me lo regaló nadie. Yo no partí de gerente, partí de goma. Empecé a los 19 años, como el último de importancia en la compañía naviera. Ahora volví a ser un goma porque soy un vendedor (ríe). Nunca he tenido problemas con decir que era goma. Cuando se mira para atrás, todo el mundo dice que era director o gerente; en Chile nadie dice que fue goma. Pero yo lo era, en honor a la verdad”.

-Tampoco has negado que eres un eterno soltero.
“Ese es Camiroaga (ríe)”

-¿Sigues así?
“Sí”.

-Pero por ahí decían que encontraste el amor en internet, con una mexicana.
”No, lo que pasó es que un día fui al cumpleaños de una amiga y vi a una niña equis que me encantó. Ella era chilena, pero vivía en México. Enganchamos con un pololeo el año 98 y partí 2 veces a México. Pero amor de lejos, amor de pendejos, y pasó lo que pasó. Yo lo pasé muy bien pero la verdad es que… No, matrimonio no”.

-¿Te complica?
“Mmm. A mí me encanta vivir solo, me fascina. Yo soy feliz cuando no hay nadie en la casa cuando llego”.

-¿Pero no tienes ni un perro que te ladre?
“No, odio tener perros en los departamentos. Tengo un ficus, Jaime Azocar me lo regaló. Es el único ser viviente que existe a parte de mí y lo riego todas las mañanas. Yo soy inmensamente feliz solo. Me despierto en las mañanas, prendo la tele -duermo con la televisión encendida toda la noche en realidad- y muchas veces como solo en mi departamento. Tengo una cocina súper rica y una nana espectacular que va los sábados y me deja comida hecha. Igual disfruto en algunas ocasiones estar acompañado, pero después hay que volver a mi vida rutinaria, solito en mi departamento”.

-¿Cuándo te juntas con tus amigos?
“Yo soy miembro del Country Club y juego el deporte más difícil del mudo, el golf, donde puedes ver a los mejores metidos en un bosque, complicadísimos porque le pegaron pésimo a la pelota. Imagínate uno que es amateur. Allá tengo mi grupo y los sábados, a las 8 y media de la mañana, nos juntamos a jugar. Esto va acompañado de mucha vida social, porque cuando terminamos, a la una, pagamos algunas apuestas y se acompaña con algún aperitivo (ríe)... Pero en la semana, cuando termino en la radio y a veces dan las 8 y no hay nada que hacer, hay que irse solito no más”.

-Se ha dicho que tu preferencia por la soledad, por la soltería tenía que ver un poco por amores en la juventud que te dejaron muy triste.
“Sí, lo pasé mal un par de veces. Fue horrible, no comía -bueno, ahora no me vendría nada de mal eso para bajar unos kilitos-, pero no sé si mi sensibilidad es consecuencia de eso. Es parte de la vida no más. No tengo trancas con la gente que vive en pareja; tengo amigos casados, felices, con familias, pero creo que eso no es para mí”.

-¿Será por eso que te gusta trabajar en la radio, porque estás solo hablándole al micrófono?
“No sé, pero siempre he sido medio Llanero Solitario para mis cosas y además, la radio me llena mucho. Después de trabajar la naviera, me saco la corbata, me pongo blue jeans y me vengo aquí, donde he conocido a tanta gente. He tenido gratas entrevistas con Francisco Vidal, con Andrés Velasco -que digo que es mi primo, pero no somos nada- gente que ha accedido a venir, porque este es un medio más discreto que la televisión. Allá, muchas veces invitan a un senador o diputado a conversar y termina bailando el Koala”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Soy fanático de los relojes. En mi clóset tengo como 16, me encantan. Los uso dependiendo de la situación. De repente, si me toca hacer una animación en la noche y tengo que ir de chaqueta y corbata, me pongo uno delgadito. En eso sí gasto plata. Ya se me metió la otra vez un compadre al otro departamento donde vivía y me robó la mitad. Así que tuve una lamentable pérdida de mi hobby”.

-¿Y ese reloj rojo que traes?
“Es un ToyWatch, como el de Piñera, pero más pequeño. El que usa el Presidente electo vale 240 lucas y este 120. Hay lista de espera en muchos lugares para tenerlo. Esto partió porque después que Obama ganó la Presidencia, su señora, Michelle Obama, apareció con un ToyWatch y toda la gallada empezó: ‘ah, mira el reloj que tiene’. En Chile, cuando estaban en plena campaña presidencial, apareció un día Sebastián Piñera con una cosa roja en el brazo. Después me enteré que la diputada Marcela Cubillos había visto que este reloj había pasado a ser parte importante de la campaña de Obama, se lo regaló a Piñera. Y estos relojes que antes estaban abandonados, hoy tienen una demanda gigantesca”.
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