MATEHUALA.- Desde Matehuala (México) al mundo. En una agrícola y ganaderías mexicana, las botas con puntas exageradamente largas han causado tal furor que la moda ha traspasado la frontera del norte y Estados Unidos se contagió de la fiebre de estos curiosos calzados de 90 centímetros y hasta metro y medio de largo.
Todo comenzó cuando un hombre conocido como “César del Huizache” le hizo un pedido extraño al zapatero Darío Calderón: Le mostró una foto en su teléfono celular de un par de botas de vaquero con lentejuelas, tan puntiagudas que llegaban hasta las rodillas del portador. Él quería un par, pero con una punta aún más larga.
“Yo me sorprendí y me dije 'qué onda con este vato' (qué le pasa a este amigo)”, dijo Calderón en su negocio en Matehuala, al noreste de México, donde vive gente más acostumbrada a una apariencia más estoica de lo que debe ser un vaquero. “Me dijo que quería botas como esas (de 60 centímetros), pero más grandes. Se las hicimos de 90 centímetros”, agregó.
César, el hombre misterioso que venía de Huizache, un poblado cercano, se puso sus botas nuevas y fue a la discoteca Mesquit Rodeo, donde bailó al estilo bandido, con un pañuelo que le ocultó la boca y la nariz. “Cuando lo vimos dijimos '¡Orale vato!' pero él estaba bailando y traía su ambiente y no le importaba lo que la gente dijera de él”, dijo Fernando López, un animador de la discoteca, inspirada en los rodeos. Luego, César desapareció.
Después, dijo Calderón, todos parecían querer las extrañas “botas picudas” que parecían inspiradas en un cuento de Aladino: desde niños pequeños que iban a ceremonias de la iglesia hasta adolescentes en las discotecas.
El zapatero Calderón le dio forma a las puntas alargadas con espuma plástica y cobraba 400 pesos (34) dólares por las extensiones. Sus competidores comenzaron a cobrar 350 pesos (30 dólares) por puntas nuevas de 15 centímetros (6 pulgadas). Los niños que no podían darse ese lujo usaban porciones de mangueras de jardín para hacerse sus puntas. Cuando alguien hizo una versión con mariposas brillantes, llegó otro con puntas de metro y medio y les agregó rayas multicolores.
Cuando alguien le agregó estrellas a las puntas, otros agregaron lucecitas intermitentes y hasta bolas de discoteca, pavoneándose con las botas en la pista de baile para atraer a las chicas como los pavos reales al extender sus plumas.
“Al principio a mí no me gustaban mucho, pero las chavas no bailaban si no tenías unas botas picudas y yo quería bailar”, dijo el estudiante universitario Pascual Escobedo, de 20 años. Sus botas picudas estaban cubiertas de raso rosado y estrellas brillantes.
Nadie sabe de dónde vino la foto que traía César en su celular, pues se sabía que él cruzaba de vez en cuando la frontera entre México y Estados Unidos. Sin embargo, una vez que trajo su idea a esta soñolienta ciudad de 90.000 personas y fábricas de ropa y partes de automóviles, ésta se extendió a los pueblos cercanos y ha llegado tan lejos como Misisipi y las discotecas-rodeo de Texas, donde algunos DJs dicen que alcanzó su punto máximo hace un año y que ahora, incluso, ha pasado de moda.
“Ellos les ponían todo tipo de cosas encima: luces estroboscópicas, hebillas de cinturón y luces rojas que se encienden cuando pisas”, dijo Manuel Colim, un DJ en la discoteca Far West Corral en Dallas, Texas, donde residen muchos migrantes de Matehuala.
El desvanecimiento de la moda de las botas picudas coincidió con una nueva moda: un baile en el que los tribaleros giran mientras visten ropa del mismo color y pantalones ajustados para resaltar su calzado. Bailan al ritmo de la música tribal, una mezcla de sonidos prehispánicos y africanos con bajos de la cumbia y del electro-house.
En Matehuala, los grupos conformados sólo por hombres compiten cada semana en uno de los cuatro salones que ofrecen premios que van de los 100 a los 500 dólares y en ocasiones una botella de whisky.
Los tribaleros son tan famosos que son contratados para bailar en matrimonios, fiestas quinceañeras, festejos a la Virgen de Guadalupe, graduaciones y hasta en rosarios para los muertos. Un grupo, Los Parranderos, grabaron una escena de una boda para “Triunfo del Amor”, una teleserie en horario estelar que transmite la cadena mexicana Televisa, la mayor productora de telenovelas del mundo.
Al principio “había mucha gente que nos criticaba. Nos decían “qué naquillos' (vulgares) que andan usando esa moda, yo no me atrevería a ponérmelas”', dijo Miguel Hernández, de 20 años, del club de baile Los Parranderos. “Pero nosotros nos sentimos muy bien bailando con la bota picuda”.
Una competencia reciente en Matehuala atrajo a cerca de 800 personas, que acudieron para ver a los tribaleros saltar de un lado a otro, girar y ondear sus brazos o sacudir sensualmente sus caderas mientras sus botas brillan con las luces de la discoteca y sus puntas rebotando.