PARÍS.- El prêt-à-porter de París del estío 2012 pasó hoy del México exuberante y misterioso de Bernhard Willhelm a la búsqueda de “sex appeal” de Guy Laroche y las construcciones y deconstrucciones del modisto portugués Felipe Oliveira Baptista.
Otras propuestas vinieron de la japonesa Limi Feu y sus fluidos vestidos cortos satinados en negro o azul, y del británico Gareth Pugh y sus trajes galácticos, fundamentalmente en blanco y negro, combinados con botas altas hasta más allá de las rodillas.
"Qué es sexo, qué es ’sex appeal’, qué es sexy hoy.” Con esta frase, el modisto franco-sueco Marcel Marongiu resumió en declaraciones a Efe su búsqueda de inspiración para la próxima temporada estival de Guy Laroche.
"La base es el mar,” añadió poco después de haber mostrado un desfile lleno de sensualidad en el que demostró que transparencias y asimetrías perdurarían en la indumentaria femenina del siglo XXI.
La inspiración marina hizo que sus maniquíes luciesen cabellera mojada y piel humedecida para dar mayor resplandor a vestidos que buscaban ser ante todo delicados y femeninos, pese a estar en pleno diálogo con detalles y elementos de la indumentaria masculina, a veces “con uniformes casi marinos,” en palabras del artista.
Justamente, en esa oposición masculino-femenino y en su consiguiente mezcla de materias, entre el cuero y la muselina, por ejemplo, es donde Marcel Marongiu dijo encontrar el sexy buscado.
Hubo mucho caqui, en vestidos cortos o largos ajustadísimos, con efectos drapeados, y mucho marino también, algunos blancos, para trajes de chaqueta cortos impecables y también para abrigos tres cuartos anchos y estampados asimétricos.
Con el modisto portugués Felipe Oliveira Baptista, las cremalleras, colocadas en los lugares más insospechados, tomaron hoy el Jeu de Paume, famoso exmuseo de los impresionistas hasta hace algunas décadas, volcado hoy en la fotografía y el arte audiovisual.
El también nuevo director artístico de Lacoste, consciente de que consolida posiciones en París desde 2004 “poco a poco, pero con seguridad,” según comentó a Efe, quiso ir en esta colección a la fuente de muchos de los temas sobre los que siempre trabajó.
La idea de partida fue la “libertad,” para acercarse y tratar las cosas que a él le gustan, explicó. De ahí sus vestidos, monos y conjuntos “evolutivos y muy transformables” en los que las piezas pueden cambiarse y mezclarse, ayudadas por el efecto cremallera, generalmente en colores contrastados respecto al resto del conjunto, a veces muy vivos, como naranja o rojo.
Las referencias fueron múltiples y la disposición de las cremalleras sobre monos pantalón hacían pensar en el paracaidismo y la indumentaria militar, “pero no con connotaciones negativas, sino como base de exploraciones técnicas,” resaltó Baptista, que las aprovechó para trabajar sobre el corte y la deconstrucción de modelos y colores, superpuestos como bloques muy gráficos.
Dispuesta a volar, con vestidos cortos bicolores o tricolores, la mujer reunirá en sus ropajes asimétricos acentos de color, azul, naranja, amarillo muy vivos, con tonalidades neutras, beige, marrón o gris.
El objetivo, vestir a una mujer “fuerte, que se asume, sexy también,” con la suficiente dosis de indolencia como para vivir la vida “sin esfuerzo,” explicó. México llegó luego, ya de noche, con una veintena de modelos creados allí por el modisto alemán Bernhard Willhelm, quien a la manera de la coreógrafa Pina Bausch cambió de país con todo su equipo durante un par de meses, para inspirar su nueva colección y mostrar hoy el resultado en una galería de arte vecina al Centro Pompidou.
Las maniquíes venían de México, como la idea de la treintena de modelos fabricados luego en Japón, cargados de colores muy vivos, a veces fluorescentes, para abundantes “leggins” que se llevan bajo vestidos cortos, todo siempre, como manda la tradición Willhelm, completamente destructurado.
De otro lado, entre desfile y desfile, en los salones Swarovski de la calle Saint Honoré, un optimismo idílico inspirado en la década de los años 60 del siglo XX, con algún que otro toque años 20, invadía la nueva colección de la firma austríaca de joyería con un vital y virtuoso estallido de color y pedrerías.