Está en un alto cargo, pero se ve relajada, de risa fácil y realmente, muy, pero muy poco complicada. Quizás eso explica que, cuando le informaron que era finalista del premio “Ejecutiva del año” (que entrega Mujeres Empresarias), no creyera que iba a ser elegida.
Aún así, su extenso currículo resultó categórico a la hora de definir a la ganadora. De forma ordenada pero decidida –tras abandonar su pasión de hacer clases- ha construido una carrera en recursos humanos. Primero, creando hace 18 años el departamento en la AFP, después, asumiendo iguales roles en la aseguradora y otras filiales, hasta llegar a la gerencia de la división de personas del Grupo Santander.
Alejandra Mehech (49 años) ha trabajado intensamente estos años, pero sin dejar de lado a su familia. Casada con un abogado, el orden, la flexibilidad laboral y la pasión, además del apoyo irrestricto de su marido, la han ayudado a criar cuatro hijos que van de los 20 a los 7 años y a la vez asumir altas responsabilidades.
“Visto” es una de sus palabras favoritas; es su manera de resolver los temas y no entramparse en asuntos que deben ser de fácil despacho. La Coca Cola light, su vicio, de la cual no confiesa cuántos litros bebe al día.
“Siempre pensé que no tenía ninguna posibilidad, pero fue bien emocionante e inesperado”, asegura a días de haber recibido el premio con bastante humildad, pero consciente de que su trayectoria -ingeniera comercial de la UC, egresada del magíster en sociología, ex profesora universitaria- la avalan.
-Tuviste tu última hija a los 42 años, ¿cómo se hace una carrera como la tuya a la par con la formación de una familia?
(Se ríe) “Con un gran marido, si no, no hay otra...
"Se requieren tres cosas: primero, no creerse la súper woman por lo que hay que trabajar harto el tema de las culpas, porque existen, finalmente. También hay que aprender a pedir ayuda, porque cuando uno tiene una carrera profesional ascendente pasa que uno empieza a creerse el tema de que es súper. Y por último, tener claro que no es posible hacer todo bien”.
-Cuándo estabas en crisis, cuando no podías ser la madre todo lo presente que querías, ¿cómo lo resolviste?
“Con una empresa que te da la alternativa para poder decir ‘hoy voy a llegar tarde’ o ‘no puedo ir’ y lo acepten. También, que en algún minuto se allanaran a que no podía trabajar hasta las 6 de la tarde y me dieran la posibilidad de hacerlo. Y además, con una distribución de las pegas distinta a la forma tradicional en la casa. Quien te acompaña en esto debe estar dispuesto a asumir cuestiones que se entienden parte del rol de la madre, de la esposa”.
-Por lo que narras, tu situación es de una mujer que tiene ciertos privilegios, porque la mayoría no puede hacer eso.
“Es verdad, lo tengo muy claro, pero también afirmo que las empresas tienen que evolucionar. Una vez que uno declara como empresa ‘nos interesa que haya en nuestra organización mujeres’; declaración que debe ser un poco más profunda que de la boca para afuera, hay que actuar en consecuencia.
“Si entendemos que las mujeres juegan un rol y aportan, las empresas tienen que estar dispuestas a entender que en determinadas etapas de la vida de la mujer pasan cosas que son irrenunciables. Habrá algunas que, legítimamente, no querrán tener hijos, pero otras sí, y necesitan poder tener tiempo para dedicarles atención y cuidado. Y en este escenario las empresas tienen que estar dispuestas a tener otro modelo de trabajo, un poco más flexible con esa etapa de la vida en que la mujer tiene sus hijos chicos.
“Mis tres hijos grandes ya no me pescan; con ellos tengo que encontrar espacios para hablar que no son en el horario de trabajo, sino en la noche; a las cinco de la tarde te necesita un niño que está aprendiendo a escribir y leer. Si las empresas no entienden esto van a seguir replicando liderazgos masculinos en su interior”.
-¿Cómo?
“Sí, o van a tener puros hombres o van a tener mujeres que parecen hombres, y lo digo con mucha pena”.
-¿Qué rol juegan las mujeres en tu equipo?
“Tengo un equipo paritario, pero absolutamente casual. Me interesan los equipos sumamente diversos, entonces me interesa que estén las personas que sean capaces de diseñar, articular e implementar proyectos; éstas son tres habilidades de distinta naturaleza.
“A mí sí me interesa tener liderazgos femeninos en mi equipo porque creo que ellas aportan una visión complementaria a la de los hombres”.
-¿Es tan así?
“Sí, es complementaria. Se ha escrito un montón de esto, pero de verdad creo que las mujeres complementamos a los hombres en su visión. Siento que las mujeres somos, quizás, más perceptivas, más empáticas, más atentas en el cuidado del otro; no creo que seamos multitasking (multitareas), pero sí somos ‘multiearing’, somos mucha oreja, mucho ojo, lo que nos permite ver cosas que otros no ven. Nos da una delicadeza femenina en cosas triviales, pero que son importantes. En las organizaciones hombres y mujeres tienen roles distintos y debemos ser complementarios”.
-¿Cómo definirías tu liderazgo?
“Me gusta trabajar por adhesión; me gusta que las personas que trabajan conmigo se sientan convocadas a un proyecto, invitadas a colaborar. No tengo un liderazgo de imposición, me gusta crear visiones, imaginarios colectivos de largo plazo y que la gente se adhiera a eso con la misma ilusión que la mía. Ahora, es verdad que me gusta que las cosas se hagan bien y se hagan a la primera”.
-Tienes una larga trayectoria en RR.HH., ¿qué crees que ha sido fundamental en esta carrera?
“Yo nunca aspiré a esta posición; es más, hubo muchos momentos en que pensé que no la quería. Si me preguntas qué hay que tener, además de las características de un buen trabajador –disciplinado, riguroso, con tesón- creo que hay que tener mucha pasión por lo que uno hace y creerse el cuento de para qué uno lo hace. Siempre me ha movido el que desde la posición en que he estado siento que he podido ayudar a otro y no hablo de ayudas invalidantes, sino que de ayudas que permitan al otro llegar a su meta.
“A mí me interesa que la gente pueda desarrollar todo su potencial; creo que desde esta posición se puede hacer eso. Vuelvo, si me preguntas qué fue esencial, creo que es trabajar muy honestamente y con muchas ganas”.
-Estar 18 años en una empresa es extraño hoy en un currículo. Hoy pareciera que tener muchas pegas previas es como lo que se busca. ¿Te suena raro?
“Es verdad, es raro en estos tiempos, pero en este grupo (Santander) privilegiamos mucho el desarrollo de las personas; trabajamos por que las personas se desarrollen; de hecho tenemos la antigüedad promedio es de 13 años porque se dan muchas oportunidades.
“Creo que en mi caso particular ha sido interesante sentir que tengo el apoyo para implementar todo lo que se me ha ocurrido, ha habido disponibilidad para escuchar lo que nuestra área ha querido desarrollar para otros.
“Hoy las personas sienten que tienen que estar en permanente desarrollo y mucho de eso los hace pensar que lo tienen que buscar en otro lado y puede que se deba, a lo mejor, a que las organizaciones no son capaces de adaptarse y cambiar tan rápidamente como las personas lo necesitan. Los profesionales jóvenes de hoy tienen otras expectativas, quizás o están buscando crecer muy apurados, pero sí quieren más calidad de vida o hacer lo que les gusta. El compromiso de ellos es de distinta naturaleza, no es que sea menor, pero las personas permanecerán en las empresas que logran hacerse cargo de los intereses individuales de sus trabajadores”.
-Al frente de RR.HH. todos estos años, ¿cómo crees que ha evolucionado el trabajador chileno? ¿Están hoy sobrevendidos, estresados?
“Es verdad que están así, pero no creo que haya sido distinto hace 20 años. Efectivamente las empresas se han ido poniendo más exigentes con el resultado, con la meta y creo que los trabajadores no han sido capaces, todavía, de adaptarse a lo que las empresas requieren, entonces, no hemos abandonado el café de la mañana, el pucho, el diario, el preámbulo para hacer y decir las cosas. Tenemos una cultura social que hace más infectivo nuestro trabajo y como hay mayor demanda eso se ha traducido en más trabajo.
“Tenemos una cultura poco asertiva, una conversación que podría durar 10 minutos dura una hora, porque hay que preparar a la persona para que escuche lo que se le tiene que decir pero que no se sienta, que vea que no es personal. Esta inefectividad ha significado que algunos lleguen al nivel de que se tenga que partir el lomo”.