Humberto “Chupete” Suazo. Sí, Suazo es el jugador de fútbol que más solicitan conocer en persona los niños que se encuentran enfermos en forma crónica o terminal y expresan el deseo de sus vidas.
La razón puede resultar extraña para muchos, pero para quienes trabajan en la
Fundación Deportistas por un Sueño es absolutamente concordante. Los pequeños que están enfermos, generalmente porque padecen cáncer, se sienten identificados con su cabeza rapada... tan pelada como la de ellos.
Suazo y muchos otros, como Alexis Sánchez, Claudio Bravo, Matías Fernández, Claudio Borghi, Natalia Ducó y Arturo Vidal (quien es vicepresidente de la fundación) tratan en lo posible de hacer realidad ese sueño tan anhelado por los niños ya sea porque los visitan en los hospitales o porque los pequeños van a Pinto Durán cuando la selección está entrenando.
Así lo hacen desde el 2008, fecha en que la ex deportista Sandra Corrales puso en marcha esta iniciativa. Ex tiradora al arco, con una medalla de bronce en los Odesur de 2006, Sandra sabe lo que es hacer frente a la adversidad para ponerse de pie y por ello, no es extraño que hoy dedique sus horas a dar alegría a pequeños que quizás no sobrevivan o nunca salgan de los recintos en los que están internados por motivos de salud.
Desde que la fundación tiene personalidad jurídica –en 2009- no sólo cumplen el sueño de los pequeños, sino que despliegan campañas solidarias como “Soy donante y mi familia lo sabe”, entregan ayudas médicas y gestionan pensiones de gracia para los infantes.
Su vida, en cierta forma, relaciona la enfermedad con el deporte. Al nacer hace 32 años, en forma podálica (de pie), sus piernas fueron fracturadas durante el parto. Esas lesiones derivaron en que pasara gran parte de su niñez enyesada y no pudiera caminar sin aparatos y correas.
Transitó por la Teletón y distintos hospitales, y recuerda hoy que el bullying del que era objeto, en cierta forma, la impulsó a ponerse de pie y comenzar a hacer deportes, cosa que logró a los 7 años. Se dedicó al atletismo, pero a los 16 años, por los efectos que ello estaba teniendo en sus piernas debió abandonarlo y cambiarlo por el canotaje.
-¿Por qué esa tenacidad de querer hacer deporte?
“Porque me decían que no podía hacerlo. Creo que desde chica tuve mentalidad deportiva, si me decían que no podía saltar, lo hacía. En el CAR me diagnosticaron que me estaba haciendo daño con el atletismo y optara por otro deporte.
“Ahí, cuando ya llevaba algún tiempo haciendo remos, mi mejor amigo Alexis Nahuelquén (pesista que murió misteriosamente en la piscina del CAR en 2002) me desafió a hacer tiro al arco porque yo era hiperactiva. Éramos amigos desde lo 10 años, vivió en mi casa, mi mamá lo trató como hijo y él apostó que yo no lograría hacer una disciplina que me tuviera quieta”.
A las dos semanas de estar haciendo tiro al arco empezó a competir y al tiempo ya viajaba junto a Denise Van Lamoen. Sin embargo, en 2010, decidió retirarse para poder dedicarse ciento por ciento a la fundación.
-¿De dónde surge la inspiración para crearla?
“Cómo dice su nombre, de un sueño; un sueño recurrente en el que veía a un niño chico, lleno de tubos. Se me aparecía cada vez que entrenaba y me iba a descansar. Fue tanto que le pregunté a unos compañeros como Valeria Riffo qué era lo que los hacía feliz y llegué a la conclusión que para mí era recibir una simple medalla. De ahí nació la idea de entregar medallas a los niños enfermos, la que llamamos Medalla al Mérito.
“Fui al hospital de la Universidad Católica donde conocí a varios niños y, especialmente, uno que estaba en coma llamado Alban Guerrero Guerrero, que era el que se aparecía en mis sueños. Eso me dio susto, pero le hablé de lo que íbamos a hacer. El día de la premiación, él despertó y pidió su medalla”.
-¿Cuál era el objetivo inicial al crear la fundación?
“Premiar la lucha y la constancia de estos niños como Alban, que todos los días tienen que pelear para poder seguir viviendo. Cuando lo conocí tenía 6 años, y hoy tiene 11 pero sigue internado; es un regalo de Dios que siga con nosotros.
“Cuando hicimos la primera premiación, los padres lloraban porque sabían que ellos nunca iban a poder ver a sus hijos corriendo. Nosotros no sabíamos si seguir con las premiaciones, pero el doctor de Alban me dijo ‘sigue, esto le va a hacer muy bien a los niños’”.
-¿Los objetivos fueron mutando con el tiempo?
“No, no mucho, porque la inspiración sigue siendo Alban, a quien conocí en coma y que ha tenido ya tantas operaciones y tantas veces ha estado en coma, que es necesario hacer esto para acompañarlos en su lucha. En el camino hemos empezado a darles otras ayudas”.
-¿Cada niño te transmite que su mayor anhelo es poder levantarse y poder correr?
“Ellos no reflejan eso. Al contrario, lo que hacen es reflejar la lucha diaria por la vida y que los deportistas deben ser como ellos. Ellos lo que muestran es que la vida es lucha, perseverancia y constancia y eso es lo que deben hacer los deportistas por alcanzar una medalla. Los niños lo hacen por estar vivos, un deportista debe aprender que de una lesión o un fracaso debe volverse a levantar.
“El mensaje envuelto en esto no es que la fundación haga que los niños logren hacer deporte algún día, sino que los deportistas deben ser los mejores con esfuerzo y constancia. Los niños enfermos, no los deportistas, son los héroes de Chile”.
-¿Los deportistas lo viven así?
“Estuvimos esta semana en Pinto Durán con los niños. En el rato que estuvimos todos los futbolistas estuvieron abrazados a algún niño; en esos momentos ellos no son futbolistas, son padres, que es el espíritu de esta fundación”.
Sandra se casó a los 23 años, pero su única hija, Fernanda, nació hace 1 año 8 meses. A los 6 meses de vida presentó una alergia alimentaria grave por lo que fue internada en la UCI con riesgo vital. Todo lo vivido con su trabajo en Deportistas por el Sueño se replicó en su vida personal.
La fragilidad de la vida la acompaña siempre; en estos años se han entregado 22 mil medallas y más de 100 niños han sido apadrinados. También en el camino 30 niños no han sobrevivido a sus tratamientos y han muerto. Con la voz quebrada, Sandra los recuerda: “cada uno de ellos me dejó impregnada su lucha en donde todos los que están a su alrededor deben ser sus hinchas”.
“Cada uno de ellos me dijo días antes que se iba a morir, me lo advirtieron y en algunos casos me pidieron que no los dejara morir. Eso es muy fuerte”, comenta.
-¿Estar tan vinculada con el dolor no te ha hecho abandonar?
“Al principio, cuando se murió el primero, sí, dudé en seguir, pero con el tiempo aprendí que a estos niños no hay que llorarlos, hay que honrarlos. Ellos no van a morir mientras esta fundación nunca se olvide de ellos y nosotros jamás dejamos de pensar en ellos. Ellos son nuestros verdaderos héroes, ellos son los que te enseñan que te quejas por tonteras”.