Macarena Pérez, El Mercurio.
“Uno tiene mil preguntas, y la ruta te da todas las respuestas”, dice, parafraseando a un viajero, el actor Cristián Riquelme. A la fecha, este hombre de 33 años siente que cerró un 2012 redondo, entre su protagónico en “Cobre” (Mega), una gira por varios países con la obra “La casa de los espíritus” y un celebrado personaje, Jorge Camacho, en “Aquí mando yo” (TVN). Pero lo mejor se viene ahora que comenzará dentro de un tiempo la aventura de su vida: partir junto con su esposa (la abogada Claudia Quinzio) hasta Canadá, para comenzar una travesía de 10 meses cruzando toda América, desde Alaska hasta la Patagonia.
Tras 10 años de carrera en teleseries, que partió en 2002 con “Más que amigos” (Canal 13), Cristián espera poder ver hecho realidad un sueño que viene casi genéticamente instalado en su sangre. Sentado en un café de av. Las Condes, cerca de su casa, recuerda cómo su papá, a los 18 años tomó un barco y se fue solo a recorrer Europa.
El no se queda chico, claro. Igualmente, a la mayoría de edad, y apenas terminó el colegio en Puerto Varas, decidió irse un año a vivir a San Francisco, a trabajar, aprender inglés y vivir la experiencia de conocer un lugar extraño a su cotidianeidad desde dentro, lejos de los hoteles ‘all inclusive’ y los tours programados.
“Quiero asociar este viaje que haré con un programa de televisión y ya estoy en conversaciones con varios canales interesados. Mi idea es hablar de la gente positiva que hay en el mundo. Generalmente, cuando estás en problemas o te siente solo en otro país, se recibe mucho cariño de la gente que uno no conoce. No hablo de cariño físico, sino que te dan un techo, comida, una oreja para escuchar y un consejo para dar. El mundo está lleno de eso”, explica.
Para esto, lleva meses instalando él mismo en su Land Rover desde luces LED a ducha, clóset, cama y todo lo que sea necesario para afrontar los distintos climas que caracterizan los países americanos. Y dentro de poco, en el primer trimestre del 2012, partirá a Canadá con Claudia para pre producir lo que sin duda será el viaje de su vida. “Esto implica muchas cosas, desde aprender a cambiar un filtro de aceite del auto, reunir los papeles que necesito en aduana, ver qué alimentos llevar, qué repuestos, saber a qué hora llegar a los lugares, cuáles son los peligros de cada ciudad, miles de cosas”, nos comenta.
Al parecer, la organización se le da fácil. Lo más complicado es tomar la decisión de partir, y dejar atrás no solo a sus seres queridos, sino que las comodidades y la aparente seguridad que le da su hogar en la ciudad. Y si bien estuvo a punto de comenzar este viaje en 2008, el hecho de estar meses solo lo frenó.
Pero tras haber conversado con cientos de otros soñadores que como él, lo dejaron todo por conocer el mundo, y en gran parte, gracias a que se casó en noviembre pasado, sintió que ya era el momento de concretar la idea que venía formándose por años. Esta vez, con alguien con quien pudiera compartir sus alegrías y la pasión por conocer. “La vida es muy corta y hay que aprovecharla. Y creo que salir a recorrer o plantearse mega desafíos personales, es de lo que se ha hecho la vida. Es cuando la vida se torna viva”.
-Se viene entonces tu gran aventura.
“Creo que la palabra ‘aventura’ está tan manoseada, que casi se cree que es agarrar la bicicleta el día domingo e ir al cerro San Cristóbal. Para muchos lo puede ser, no quiero hablar mal de eso, pero una vez leí algo que me voló la cabeza; que la verdadera aventura empieza cuando todo sale mal y ves la manera de arreglar eso, desde una tuerca a algo de vida o muerte. La aventura es estar vivo”.
-Te casaste el año pasado. ¿Te estabas asegurando que te iban a acompañar?
“No. Pero me casé y se lo propuse después. En todo caso, ella feliz con esto. Está muy motivada. Ella es lo contrario a mí, pero le gusta mucho viajar.
“Obviamente, estar doce meses en un auto traerá cosas buenas y malas, pero yo me voy a lanzar al vacío. Rencillas personales deben haber, y en algún minuto, mi señora va a querer tirarme todos los sartenes por la cabeza y yo a ella también. Pero no lo sé. Plantearse un viaje así tiene que ver con pensar si estamos dispuestos a que en un momento nos quedemos en panne, en un desierto con 45 grados y nos roben el auto. Ella y yo lo estamos, así que todo lo otro lo vale”.
-¿Te han dicho que estás loco?
“Sí. Al momento de informar que haré esto, generalmente la gente que no ha puesto un pie fuera de su casa es la que habla de esos miedos que mencioné antes. Pero las personas que sí han experimentado esto, dice que esos miedos no existen, que solo están dentro de la cabeza de cada uno. En un viaje así, existen los mismos peligros que en tu propia ciudad. Y de hecho, cuando me fui solo a Estados Unidos, me di cuenta que la gente te abre sus puertas. Las personas no son malas, no hacen daño”.
-¿A quién conociste allá?
“Recuerdo haber tenido un conocido mexicano que cuando estuve un poco solo, me abrió las puertas de su casa. Me acuerdo de su mamá cocinando y él contándome sus historias de Jalisco. Cuando en las personas no hay intereses creados, todo fluye naturalmente”.
-Muchos miran con extrañeza que hagas este ‘stop’ en tu carrera, después de un protagónico y cambio de casa televisiva, como si te pudiera perjudicar.
“No puedo escupir al cielo, puede ser o puede que no”.
-Ah, estás entregado.
“Sí, porque es un viaje entretenido y me gusta cambiar. La vida es muy corta, se pasa volando. No quiero llegar a los 90 y decir por qué no hice esto. A la vuelta puedo seguir siendo actor. Lo que pasa es que, claro, mi carrera va en ascenso; he tenido ofertas concretas de canales para seguir el próximo año, cine, teatro, y las he rechazado todas”.
-Lo que sí te debe doler es dejar a tu perro, ¿no?
“Sí, eso es un dolor. Es la parte mala del viaje, junto con dejar a mi familia. El resto, la vida sedentaria de Santiago, solo requiere un ejercicio de voluntad. Lo otro tal vez malo es lo que me ha dicho la gente que me habla de sus experiencias. Ellos dicen que existe un 40 por ciento de días malos y un 50, de días buenos. Uno va viajando con un tornado, cansado, sin tener dónde alojar. Deja su camper a la orilla de un camino y alguien aparece en la noche y te despierta porque golpea desde afuera. Se está malhumorado, pero uno sigue la travesía, hasta que un policía corrupto te detiene para sacarte plata. Esas cosas existen”.
-¿Y la parte buena?
“Es cuando el resto de los días te despiertas porque un mono golpea la ventana de tu camper. Abres la puerta y ves una playa blanca, con una palmera y un mar Calipso. Esto es estar en el paraíso y en el infierno en un mismo viaje. Pero lo mejor, y lo que más me interesa, son las historias de las personas. Son ellas las que hacen los lugares. Los mejores recuerdos, cuando he viajado, en Chile o a otros países, son con la gente con la que estuve y la amabilidad de las personas más sencillas, con su alegría de vivir. Eso es algo que estamos perdiendo en ciudades como Santiago, y quisiera traspasarlo”.
-¿Cuánto cuesta hacer un viaje así?
“Creo que los costos, si lo quieres hacer muy rata en un auto, incluyendo los gastos, no menos de 20 millones de pesos. Ahora, en un buen auto y parando en hoteles de repente, unos 40 millones o hasta 70. Eso incluye comer en distintos lugares, bencina, arreglos, aduanas, permisos, peajes, vacunas, equipos, neumáticos, aceite, arriendo de tablas de surf y equipos de buceo, repelente de mosquitos, miles de cosas que hay que ir pagando en el camino”.
-¿No estás mareado con tanto preparativo y puntos que tener en cuenta?
“No, al contrario. Generalmente, cuando termina el día, me pongo a revisar los sitios web de otros viajeros y me pongo a leer del tema. Así conoces gente que ha cruzado África, o hecho el viaje en bicicleta y otros caminando”.
-¿Y después de esto qué?
“No lo sé. No tengo idea”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo un grave problema con los dulces y los chocolates. Me gustan tanto los dulces que en mi casa hay un arsenal. Y como, generalmente, me los como todos, mi señora me los esconde. Pero yo doy con el escondite, y eso ha generado problemas de Estado. Necesito estar comiendo algo dulce siempre. Yo creo que tengo diabetes. Tengo que examinarme”.
-¿Te llevas tu arsenal al viaje?
“Sí. Llevo mi baúl que tengo en la casa, lleno de dulces. Cuando se me acaba, siempre tengo un tarro de leche condensada en algún lugar”.
-¿Y por qué no estás obeso?
“Hago deporte. Pero lo hago para comer, no para verme súper bien. Si no comiera todo lo que esto, sería un Alexis Sánchez”.