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Carolina Del Real: “Espero que haber contado que tengo VIH haya tenido un sentido”

Hace unas semanas develó en su blog su contagio, cuyo diagnóstico se hizo en 2010. Desde entonces su sobreexposición ha significado apoyo y solidaridad. Dice que quiso ponerle al Sida su cara, no la de la marginalidad para crear conciencia.

17 de Octubre de 2013 | 08:14 | Por María José Errázuriz L.
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Fotos por Luciano Riquelme
“Me ha tocado bailar con la bonita”, afirma. Lo dice con la tranquilidad de una persona que tiene el apoyo de toda su familia y de sus amigos y que gracias a sus ojos verdes, su pelo rubio y su apellido, como ella misma explica, no sufre la discriminación que otros con VIH sí experimentan.

Carolina Del Real Robinson (33) saltó a la portada de los medios de comunicación hace algunas semanas, cuando a través de su blog confesó que estaba contagiada con VIH desde 2010. Su relato estremecedor ha generado múltiples reacciones, pero por sobre todo debate sobre una realidad que en este país todavía se oculta.

Tratando de procesar el impacto de su revelación y la sobreexposición a la que está sometida, esta joven relacionadora pública sigue adelante con su vida, con su relación de pareja (tiene un pololo de 35 años no portador), y con una serie de proyectos en carpeta.

“Es necesario sacarle la carga social que tiene esta enfermedad, si esto sigue así la gente contagiada seguirá viviendo en silencio el VIH y un portador que no quiere hacerse cargo de su realidad, no lo asume, es un peligro para todos”, sentencia al explicar por qué habló.

Parte de la historia ya se conoce: afectada de un fuerte resfrío fue internada en una clínica donde se determinó que estaba con neumonía. Se le hicieron múltiples exámenes para establecer la razón de su complicación y al final, casi por descarte, le hicieron el test de Elisa, que dio positivo.

El doctor, sin ningún preámbulo le informó que tenía VIH, y ella, de la misma forma, a raja tabla, se lo dijo a su padre. La reacción de éste es una de las cosas que más ha llamado la atención; fue, se lavó las manos y comenzó a besarla por todo el cuerpo en señal de amor incondicional.

También narra que estando en la clínica tomó el teléfono y contactó a todas sus ex parejas para informales, y que el último llamado fue el que resultó positivo e igual de sorpresivo porque él tampoco sabía de su condición.

En esa columna donde cuenta su verdad, invita a todos a asumir el riesgo de esta enfermedad, que se encuentra en todos lados; a tomar precauciones; a hacerse el test antes de iniciar cualquier relación de pareja; a ser responsable con uno y con el otro.

Hoy, en la tranquilidad de su hogar, en medio de la vorágine, mira hacia atrás y repasa sus estudios de derecho, de párvulos, de relaciones públicas que no terminó. Su fuerza sorprende: “Yo he llorado por el Sida muy poquito, he llorado más por mis papás”, dice al poco andar.

-Retrocediendo, estuviste un año enferma antes de que se hiciera el diagnóstico. ¿Por qué crees que demoró tanto?
“Porque a nadie, ni a mí, ni a los doctores, a nadie se le pasó por la mente que yo podía tener VIH, porque ni a mí ni a nadie se le ocurrió hacerme el test de Elisa. A mí se me cruzaba por la mente tener leucemia, lupus, pero nunca VIH, ¿cómo?, era algo que estaba demasiado lejos”.

-¿Crees que esto se explica en que el Sida no era tema? ¿Qué las ETS no eran tema?
“Sí, sólo una vez con una pareja nos hicimos el test pero por curiosidad. Pensamos esa vez en la cantidad de parejas que cada uno había tenido y las que cada una de las ex había tenido, y el factor multiplicador era terrible, pero no pasó de eso.
“Después, cuando cambié de pololo, no tomé la precaución de hacerme el test cuando dejamos de usar el preservativo, que lo usábamos única y exclusivamente para no quedar embarazada”.

-¿Crees que todos estamos en la parada de ‘a mí esto no me va a pasar’?
“Absolutamente, creo que uno ve un caso de cáncer y piensa que sí le puede tocar; de hecho las mujeres nos tocamos las pechugas para encontrar un poroto, pero nunca pensamos en el VIH”.

-¿Eso por qué? ¿Porque no eres drogadicta, no eres homosexual y el Sida está erradamente asociado a esas personas?
“En eso tienes algo de razón. Por un lado está el mito de que los drogadictos y homosexuales son los grandes portadores de VIH cuando eso no es verdad. En Chile, hoy lo son las mujeres emparejadas. Por otro lado, si uno analiza su propio comportamiento sexual, ve que tiene una vida tan normal, que no es promiscua, que no se ve en situación de riesgo. Pero es cosa de contar las parejas sexuales y ver qué sí existe. Con sólo cuatro, las posibilidades de contagiarte ya son muchas”.

-¿Influyó que el Sida no sea algo público?
“Claramente y esa es la razón por la que decidí poner cara y mi cara, no la cara marginal, del drogadicto, del gay o la promiscua. No, es mi cara, de una niña de familia tradicional, de colegio privado y físico…”

-La con cara de cuica.
“Sí, yo, la cara de cuica, la que habla inglés, la de apellido compuesto, YO TENGO SIDA y la que vive en el departamento del lado también lo puede tener.
“Aquí el tema es que se educa mucho más a la gente que está en condición de riesgo, pero estamos todos en esa condición. Y creo que efectivamente, los que viven de Plaza Italia para abajo pueden tener mucha más conciencia y eso es un error”.

-Te hicieron el diagnóstico hace tres años ¿por qué hacerlo visible hoy?
“Lo quise hacer desde el comienzo, cuando pasé el infierno que pasé (estuvo a punto de morir, intubada), le dije a mi mamá que esto tenía que tener un sentido. Me decía soy movida, tengo empuje, siempre me ha importado un poco un carajo lo que piensan los demás y creía que algo podía hacer con esto, pero ella me instó a, primero, recuperarme.
“A lo largo de la vida conoces personas que sufren discriminación por otros motivos; porque son gordas, morenas, ganan menos, son homosexuales, son mantenidas por el marido y vi que yo tenía un motivo por el cual todo Chile, si quería, me podía apuntar con el dedo y decidí exponerme”.

-¿Te preguntaste por qué a mí?
“Y ¿por qué no? Eso no pasó por mi mente, sólo me concentré en reestructurar mi vida y dije ‘la Carolina buena para pololear se acabó. Me salgo de las pistas’. No pensé en que mis amistades se iban a alejar, sólo que los hombres no me iban a pedir pololeo como antes, porque tomé la decisión de que no iba a salir con nadie que no supiera lo que tenía, ni siquiera un beso”.

-¿Fue difícil esa primera vez que le dijiste a un hombre ‘tengo VIH’?
“Fue una caída libre; me salió. Lo decía del principio, a las dos horas de conversación para que la persona me pusiera en la carpeta de ‘otros’ o ‘amigos’ o ‘posible’”.

Y es así como conoció a su actual pareja, a quien califica de “una persona corajuda. No cualquiera se banca esto; hay muchas cosas que no están resueltas en mi vida como la inestabilidad laboral, las crisis de salud. Al lado mío hay un hombre que me puede bancar”.

Carolina dice que el miedo que la acompañó, al principio, se relacionaba con la fragilidad de su salud, con el hecho de que entrar al Metro la exponía a contagiarse cualquier virus que la podía debilitar en su nueva condición de inmunodeficiencia. Sabe que la triterapia le entrega una buena expectativa de vida, pero afirma no tener un apego tan profundo a la vida, como temer a la muerte.

En estos tres años, asegura que lo más doloroso ha sido ver a su familia sentir temor ante la más mínima fiebre, haber pasado a ser ‘la Carolita’, ver una angustia en su madre cada vez que tiene que partir a urgencia. Se suman la ruina económica de su padre o que su hermana aún procesa lo que ha pasado. “Yo le digo a mi madre que tengo la suerte de bailar con la bonita, de que tengo tratamiento, de que no soy discriminada”, dice.

-¿Los otros ven, tienen miedo, de que seas discriminada?
“Mi mamá sí, siempre me están diciendo, mis cercanos, ‘no digas nada’”.

-No salgas del clóset.
“Sí, tienen el temor de que alguien me acuchille por la espalda y pierda la pega”.

-Hoy estás expuestas, ¿ese temor, de ser discriminada no lo tienes?
“No, porque no lo voy a permitir. Si alguien me grita sidosa en la calle, no le responderé. Quizás me dolerá, pero seguiré caminando. Si puedo me acerco y lo educo, pero hasta ahora todos me felicitan por mi valentía. No he sentido un murmullo desagradable, ando con la frente en alto y puede ser que más adelante, la gente más que discriminarme me agradezca lo que estoy haciendo”.

Carolina se detiene en este punto. En este momento está sin trabajo y espera poder canalizar todo esto en un esfuerzo educativo. Pero reconoce que hace un tiempo, habiendo sido aceptada para un trabajo en un banco, a días de instalarse en su escritorio fue desvinculada sin razón. Más tarde, una persona interna le confesó que la habían delatado y por ello, habían echado atrás la decisión. “El jefe que me discrimine, no era mi jefe”, sentencia.

“De qué voy a tener miedo, de tener una enfermedad como la diabetes. Los que están mal son los que le ponen al VIH una carga social que no corresponde. Esto es una inmunodeficiencia, nada más. El único que se tiene que complicar es el hombre que decidió estar al lado mío”, reflexiona.

-Si no tienes miedo, ¿no quieres ser heroína tampoco?
“No, es que todo me parece tan absurdo. Valiente por qué”.

-Involucrada en esto, ¿qué crees que está fallando para que no haya conciencia del VIH?
“No sé, no hay conciencia de que el preservativo debe usarse siempre si no nos hacemos el test de Elisa. No puedo hacer un juicio de valor sobre si las mujeres nos hemos empoderado o no en el ámbito sexual, pero creo que cualquiera no debe traspasarle la responsabilidad del preservativo al hombre”.

-¿Ha influido en esto la posición de los sectores conservadores sobre el tema?
“Sí, ellos son los que le ponen una carga social al tema. Posiciones tan conservadoras respecto de cualquier tema, no sólo del Sida, limitan ver la realidad. Si una persona no quiere hacerse cargo de realidades como que hay homosexuales, si los padres quieren cerrar sus ojos, sólo se están equivocando. Ya es sabido de las niñas de colegios ultra mega conservadores que quedan embarazadas.
“Mis padres me educaron con valores, me prepararon respecto del embarazo, pero no tanto de las enfermedades. Mis padres nunca fueron ciegos, nunca tontos, nunca estrechos de mente”.

-¿Qué esperas de haber expuesto tu verdad?
“Espero que haya tenido un sentido. Quiero que mi mensaje sea ‘no me discriminen porque soy responsable de mi enfermedad, me controlo, me cuido’. Quiero decir ‘no gracias, tengo VIH, así como otros dicen no como torta porque soy diabético’.
"Los invito a todos a hacerse el chequeo. El VIH es transversal, afecta al hombre y a la mujer por igual, sin mirar estrato”.
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