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Leo Caprile explica cómo no creerse el cuento en la tv y la radio

Con una vasta experiencia viendo a ilusionados chilenos mostrando en la tele sus habilidades, este animador sabe más o menos cómo no dejarse derrumbar por la presión y el ego. El jurado de “Mi nombre es” –y padre de dos niños que podrían seguir sus pasos mediáticos-, cuenta cómo y por qué, en vez de “Greta Garbo” se cree “Grieta Garbo”.

10 de Diciembre de 2013 | 15:18 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Teresa Peña, El Mercurio.
“Si existieran grados militares en los medios, yo ya sería general”, así grafica Leo Caprile (54, @leocaprile) sus 27 años en televisión y 33 en radio.

Este hijo de locutor y padre de dos potenciales comunicadores radiales (Luciano -15- y Mateo -10-, que ya heredaron el vozarrón Caprile), ha vuelto este año a ser testigo de la valentía de los chilenos a la hora de mostrar sus habilidades, como jurado de “Mi nombre es”, en Canal 13.

Lejanos se ven los años noventa, cuando conducía “Cuánto vale el show”, y si a eso se le suman los cuatro a cinco festivales que anima anualmente, podría decirse que Caprile tiene ya una larga experiencia en talento, ilusión y frustración nacional.

“Los adultos son los que se lo toman peor. No tanto en la televisión, pero sí en los festivales. Ahí, según varios, siempre el jurado es el que está equivocado. Siempre la canción de ellos era mejor y la otra era plagio. Pero en los programas de talento, la gente sabe cuál es el límite, aunque no falta el que se enoja”, dice este diseñador gráfico que sus tempranos 20 años se entregó de lleno a la radiodifusión.

Como sabe que lo suyo va un poco en la sangre –su papá a sus casi ochenta años sigue en la radio tras seis décadas de trabajo- no le extraña que sus retoños ya hayan participado de comerciales, salieran histriónicos y hasta el mayor de ellos, se esté especializando en hacer doblajes. Pero como sabio padre, sabe que no debe presionarlos a nada, sino que es mejor dejar que escojan su camino.

“Ellos tienen que vivir su vida.  Ahora, me encantaría que a diferencia de lo que hice yo, trabajaran en esto con más respaldo, con menos angustia. Esta es una pega muy frágil de repente, que puede traerte un sinsabor de la noche a la mañana. Uno ha tenido la fortuna de que el público lo sigue, pero no siempre es así”.

-En más de 30 años, ¿has vivido ese sinsabor?
“Por su puesto. Aparece cuando, por alguna razón, el público se aleja y no te sintoniza como esperas; cuando la competencia se pone mejor y tienes que estar bajo un juicio permanente. Eso pasa tanto en la radio como en la tele, y por eso hay que estar súper preparado y tener claro quién es quién; que la sintonía, como las notas, a veces son circunstanciales. Comprender eso requiere harta madurez y saber hasta dónde uno es responsable; hasta dónde puedo responder por los bajos números del rating o hasta dónde un éxito es mío. Hay que buscar mucho el equilibrio, porque hay gente que se cree mucho el cuento y lo pasa muy mal”.

-¿Cómo es eso?
“Que aquí ves gente que se saca sus primero tres puntos de rating y se cree la Greta Garbo. Por eso es fundamental asumir este trabajo con mucha humildad en el éxito y dignidad en el fracaso. No pensar que si a un programa le va mal, es tu ‘encanto’ el que no está funcionando. Si no, te vas al suelo”.

-Y tú, ¿cómo lo has hecho para no creerte Greta Garbo?
“Me miro al espejo y me doy cuenta que con suerte soy ‘Grieta Garbo’ (ríe) yo creo que es una de las primeras lecciones que uno aprende. Por ejemplo, cuando empecé a trabajar a lo grande, con ‘Sábado Gigante’ (fines de los ‘80), vi personajes que aparecían en televisión y jugaban millonario, a elite, al intocable que está en otra esfera. Todo lo contrario, por ejemplo, a lo que hace hasta hoy el conductor del mismo programa… Aún se puede ver a (Mario) Kreutzberger hablando con la señora, desayunando en La Vega, mostrando empatía con la audiencia. Porque tenemos que tener claro que el que escucha radio y ve televisión es el público pop, no la elite; es la gran masa. El que tiene plata se compra el cable y no pesca lo que le ofrece la televisión abierta, para qué estamos con cosas”.

“El trabajo de radio y televisión es un trabajo de mayorías. Yo trabajo en una radio como la ‘Corazón’, que es de masas, la radio de las nanas, de los obreros, de los comerciantes ambulantes, de la gente que está en los talleres, del público popular. Por eso uno no puede hacerse el de la elite. No sé, creo que es un público que tiene una facilidad especial para sorprenderse con las cosas simples de la vida. Y, ¿cómo no enganchar con eso? Que te llame una nana y te diga que está sola y que echa de menos a su hijo que vive en Los Ángeles… Las clases más altas no te cuentan eso. Ellos, supuestamente, están muy bien y les va regio. No se permiten, al menos públicamente, una pena ni menos un confidente en los medios de comunicación. En cambio los otros son tan sinceros, y si uno es sincero con ellos, te resulta mucho más grato y efectivo tu trabajo”.

-¿Eso te ha ayudado a no creerte el cuento?
“Por supuesto, y que yo también vengo de una esfera popular. Soy hijo del rigor, nieto de inmigrantes italianos que llegaron a puro trabajar porque no había otra alternativa. Entiendo lo que es trabajar por poco, y tener que sacrificarte por salir adelante”.

-Fuiste papá a los 39 años. ¿Cosas del destino o preocupado de tu carrera antes que de formar familia?
“No se había dado al oportunidad no más, y cuando llegó la hora de ser papá, llegó no más. Eso sí, tuve la suerte de ser papá más consolidado, de tener una carrera encaminada. Un papá nervioso de veintitantos no es lo mismo que un papá de 40. Y no me refiero al relajo económico, sino de actitud en la vida. A los 20, muchas veces, un hombre aún no sabe quién es, y así es difícil que proyecte una imagen de seguridad”.

-¿Y quién eres tú, como papá?
“Soy amigo, lo que para algunos no es bueno. Pero a mí me gusta que no me tomen en serio, que se rían de mí, que me imiten, mientras yo me hago el enojado. Me he dado cuenta que en ese peluseo de los niños hay una confianza a toda prueba, y para mí eso es lo importante; una confianza que no tiene límites. Así que en el momento en que los niños me chuletean, quiere decir que estoy cumpliendo la tarea, por lo menos de la forma en que quiero que se cumpla”.

-¿Por qué habría algo malo en ser muy amigo de los hijos?
“Es que hay mucha gente que dice que así se pierde un poquito de autoridad, pero creo que ellos, mis hijos, tienen la suficiente madurez para darse cuenta cuándo no se les puede pasar la mano. Porque cuando el papá aparece, aparece, y arde Troya”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo una manía; soy un arquitecto frustrado y vivo construyendo cosas. Hago muros, terrazas, ampliaciones… Paso en eso, diseñándolos para mi casa, y después dirijo la obra. También me gusta mucho la cocina. De hecho, mi caldillo de congrio es notable y célebre. Me lo piden mucho. Cuando me preguntan por el secreto, siempre digo que todo está en las ganas de hacerlo bien no más”.
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