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Blog de sexualidad: Una práctica tabú que según la ciencia es beneficiosa para la salud

En su blog, la psicóloga Patricia Collyer habla sobre una conducta más común de lo que se piensa, pero que -sin embargo- hombres y mujeres insisten en ocultar.

16 de Octubre de 2015 | 13:12 | Por Patricia Collyer
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Aunque la masturbación es la forma más precoz de expresar nuestra sexualidad (la practicamos en forma instintiva desde el año y medio de vida e incluso, como se ha visto a través de ecografías, hay fetos de ambos sexos que se masturban al interior del útero materno); aunque probablemente sea la última expresión de sexualidad que tengamos en nuestra vida conyugal; aunque las estadísticas señalen que una mayoría absoluta de hombres y mujeres la practican (94% entre los primeros y 85% entre las segundas, con una periodicidad diaria en el 50% de ambos); aunque sea un hecho que ambos sexos siguen practicándola aún después de emparejarse o casarse (lo hace un 75 % de los hombres en pareja y entre el 75 % y el 91 % de mujeres con compañero estable, observándose que quienes tienen parejas sexuales estables son más proclives a masturbarse que aquellos que no las tienen, algo especialmente claro en mujeres), la conducta sigue siendo un tabú.

Es difícil que los hombres adultos acepten que se masturban. Peor aún ocurre con las mujeres. Incluso, entre amigas, confesar la práctica es incómodo. No es como decir "me encanta ducharme con agua caliente", o "veo muchas películas románticas", o "como 4 veces al día". Casi nadie dice "me masturbo día por medio", o "con mi pareja nos encanta masturbarnos mutuamente".

Aunque hay que ser justos y señalar que, de acuerdo a un estudio del año 2002, las mujeres jóvenes son mucho más abiertas al hablar de sexo que los hombres. Además, se ha comprobado que las mujeres empiezan a masturbarse antes que los hombres y estudios recopilados por el siquiatra español Jesús Ramos Brieva demuestran que hay más mujeres que hombres que comienzan a masturbarse antes de los 10 años (lo hace así entre el 20% y el 42 % de las mujeres y solo entre el 3 % y el 13 % de los hombres). Ésta sería la razón por la que las mujeres aprenderían a masturbarse espontáneamente en mayor proporción que los hombres (lo hacen sin haber hablado con nadie del tema) en tanto los hombres partirían más tarde, tras hablar o leer del tema con amigos.

¿De dónde surge el tabú? ¿Será producto de la pésima crítica que le ha hecho la religión a esta actividad sexual? ¿Será producto de la ignorancia y los prejuicios, que tanto se usan para aplastar los sentimiento y las emociones con la razón de la fuerza?

A pesar de los cambios valóricos y los avances científicos observados en las últimas décadas, hay sectores para los cuales el tabú sigue teniendo mucho peso y ni en los niños aceptan la conducta. Cuando éstos empiezan su etapa masturbatoria, a los 18 meses aproximadamente, a muchos les incomoda y avergüenza. "¡Dile al niño que deje de hacer eso!", suplican abuelitas un poco escandalizadas. Ello, a pesar de que la masturbación es algo totalmente común en la infancia, como lo detectó Sigmund Freud, y como lo reafirman cientos de psicólogos hoy en día.

La psicóloga Katam de Jalab Atamatak, es una de ellas. "Los niños se masturban por placer, para tranquilizarse o simplemente para explorarse y satisfacer la curiosidad que sienten por su cuerpo", precisa. Añade que la práctica se estabiliza a los 3 o 5 años y disminuye hasta la pubertad, puntualizando que "la autoexploración es fundamental para una sexualidad saludable".

Una conducta eterna


El origen del vocablo ya nos da una idea de cómo ha venido la mano en este ámbito. La palabra masturbación provendría del latín manus stuprare, que significa "violar con la mano", o de manus turbare, "excitar con la mano" lo que da cuenta que, históricamente, la acción ha sido considerada polémica y, al menos, ha generado debate, defensas a ultranza, o castigos tan irracionales como brutales. En el 1800, antes del terrorismo psicológico que se aplicó como táctica en tiempos posteriores, la tónica era aconsejar "métodos" para impedir la masturbación, como descargas eléctricas en los genitales o su extirpación quirúrgica; la ablación del clítoris para castigar la masturbación se abandonó recién en los años 30.

Sin embargo, la conducta es eterna como la vida misma, como lo consigna una mirada histórica. Su práctica está documentada desde la antigüedad y es por ello que sabemos que los primeros "consoladores" eran de piedra, tras ser descubiertos en excavaciones de cuevas prehistóricas. También sabemos que la conducta se practicó ya en el período neolítico: en la acrópolis griega de Dimini se encontró la figura de un hombre masturbándose, correspondiente a esa época. También hay rastros de la conducta en la Grecia del año 500 A.C. luego de encontrarse falos de madera o de cuero acolchado, que habrían mucha demanda en el mundo femenino.

En la América precolombina también hay signos, como los "huacos eróticos del Perú", a partir de los cuales se ha concluido que la masturbación estaba presente ya en el año 300 a.C., algo que los conquistadores enviados por los reyes católicos calificaron de "perverso", según se lee en los Archivos de Indias.

El peso de la Iglesia Católica en la prolongada demonización de la conducta es claro, y explica muchas de las conductas culposas que actualmente observamos y que llevan a que la práctica sea un todavía un tabú.

Según estudiosos del tema, la Biblia no explicitó que la masturbación fuera pecado pero sus seguidores si lo consideraron, y gigantesco. San Agustín declaró que el tocamiento era "peor pecado que la fornicación, la violación, el incesto o el adulterio" y Santo Tomás de Aquino mezcló en un mismo saco la masturbación, el bestialismo y la homosexualidad, calificándoles de "vicios contra natura".

Lo grave fue que, en el siglo XVIII las creencias religiosas fueron avaladas en forma dramática -si se miran sus repercusiones- por la ciencia. En 1710 apareció la primera obra médica que disparó contra la masturbación, donde un doctor inglés de apellido Becker dictaminó que la conducta provocaba "agotamiento, esterilidad, frigidez e impotencia". En la época se llegó a afirmar que la pérdida de 30 centímetros cúbicos de semen por vía masturbadora era tan debilitante como la pérdida de un cuarto de litro de sangre.

Una práctica beneficiosa para la salud


Felizmente, el rumbo dramático que habían tomado las cosas cambió en el siglo XX con los sexólogos Havelock Ellis (1859-1939) y Alfred C. Kinsey (1894-1956). Ellis aseguró que la masturbación era una práctica sana y frecuente en hombres y mujeres de todas las edades. Kingsey reveló que eran más las personas que se habían masturbado que las que no se habían hecho y en un estudio del año 1953 sobre sexualidad femenina, observó que el 62% de las mujeres había alcanzado orgasmos vía masturbación.

En los '60, los sexólogos Masters y Johnson aportaron más evidencia para quitar el estigma sobre la conducta. En 1966, un estudio en mujeres detectó que los orgasmos producto de la masturbación eran fisiológicamente más satisfactorios que el coito, aunque este último sí era más grato en términos emocionales. La sexóloga alemana Shere Hite corroboró lo anterior. "La masturbación es motivo de celebración, pues es una vía sencillísima para alcanzar el orgasmo en la mayoría de las mujeres", señaló.

Estas evidencias cambiaron las cosas -especialmente para las mujeres, donde el tabú cobraba ribetes dramáticos- y la masturbación empezó a ser asumida y reconocida por el mundo femenino. Hoy se puede decir que, en las mujeres, la periodicidad con que se practica y la confesión de esta práctica, ha aumentado significativamente. Quizás porque muchas mujeres fueron descubriendo que eran capaces de lograr el orgasmo solo con la mente. O que disfrutaban más con la autosatisfacción que con la penetración, según consigna un estudio que señaló que ello ocurría en el 41% de las mujeres.

También se fue masificando la certeza que no genera ningún daño -ni mental ni físico- y que, más bien, su práctica es beneficiosa para la salud y un complemento para las relaciones sexuales ya que, al masturbarse, se aprende sobre el propio cuerpo, sus reacciones, sus zonas erógenas, haciendo que la relación sea más placentera.

Todo lo anterior explicaría las estadísticas que hemos mencionado. Las que se imponen por sobre el secretismo con que se vive aún la conducta. Es claro que en ello ha influido el conocimiento de los aportes para la salud física y mental que tiene la masturbación.

Por ejemplo, diversas investigaciones han concluido que fortalecería el sistema inmunológico y que en las mujeres aliviaría los dolores premenstruales además de, entre otras cosas, prevenir la endometriosis y fortalecer el tono muscular en las áreas pélvica y anal. Esto último reduciría la pérdida de orina involuntaria, el prolapso uterino y, en el caso de los hombres, la disfunción eréctil y la eyaculación precoz.

En los hombres, también ayudaría a prevenir el cáncer a la próstata (un estudio hecho en Australia, citado por el diario The Clinic en julio de 2013, concluyó que los hombres que eyaculan más de cinco veces por semana tienen un tercio menos de probabilidad de desarrollar cáncer de próstata ya que las toxinas que causan la enfermedad se acumulan en el tracto urogenital y al eyacular, se las expulsa del cuerpo).

También sería una solución para vencer el insomnio y el stress, ya que al alcanzar el orgasmo, el cuerpo se relaja.

En definitiva, la demonización de la conducta ha dado paso a un nuevo estado, donde está claro que practicarla no tiene ningún "efecto colateral" negativo, sino más bien lo contrario.

A pesar de ello, sigue siendo un tabú, principalmente para el sexo femenino. ¿Llegará el día en que hombres y mujeres podamos vivirla abiertamente, sin temor, culpas o vergüenza? ¿Podremos alguna vez zafarnos de tabúes que nos dificultan confesar conductas sexuales que tanto gozamos puertas adentro?

Saludos,

Patricia Collyer, periodista y psicóloga de la Universidad de Chile (@patycollyer; patriciacollyer.blogspot.com).
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