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Tres chefs celebran el Día de la Madre con los platos favoritos de ellas

Revista Viernes acompañó a Cristián Gaete, Keiko Yokoyama y Kurt Schmidt en el homenaje culinario que hicieron a sus mamás.

06 de Mayo de 2016 | 14:23 | Por Alejandra Parada y Daniela Pérez, R. Viernes
REVISTA VIERNES LA SEGUNDA

Unidos por el humor


En la nuca del “Punga”, como sus amigos le dicen a Cristián Gaete (34), hay un tatuaje que no muchos ven, pero que tiene un profundo significado para él. “Una shajidka, una especie de kamikaze árabe. Son mujeres raptadas o vendidas por sus familias que se transforman en guerrilleras porque culturalmente se cree que las mujeres son más poderosas y pueden hacer más daño que un hombre. Y aunque no comparto esa política, es un tatuaje que tiene que ver con el poder femenino, y conozco harto de eso”, dice Cristián. Y no exagera: creció rodeado de mujeres, a excepción de su abuelo, con quien compartió la pasión por la cocina y los trenes, los mismos que hoy decoran su picada en Franklin: Maestranza, Cocina de mercado.

Junto a ellos, imágenes de Sandro, el gran amor de la vida de su mamá, Marilyn Valencia (61), a quien confiesa ser súper apegado, a su manera. “Yo soy bien arisco, ella es más de hacerme cariño. Pero somos bien partners en el humor, en las bromas, la talla pesada y el coscacho en el hombro”, asegura. En ese tono se sienta junto a ella y le sirve un estofado de cerdo. “Mi plato favorito”, dice Marilyn. “El único que sabe cocinar”, agrega Cristián. Si bien ese plato es la herencia culinaria que reconoce de parte de su madre, le suma con la misma abundancia de su cocina ejemplos de vida que aplica día a día en su cocina y negocio. “De ella tengo un profundo sentido de responsabilidad y perseverancia”, confiesa el chef.

Rigor japonés con alegría


Keiko Yokoyama (29) dejó de vivir con Oriana Espinoza (58) a los 15 años. Cuando sus padres se separaron, ella decidió seguir a su papá, el reconocido chef japonés Masahiro Yokoyama. De él heredó el amor incondicional por la cocina y aprendió cada uno de los platos que prepara en Donkame Yoko, el proyecto gastronómico que creó hace menos de dos años y en el que involucró literalmente a toda su familia, para reunirlos más allá de una simple comida.

Oriana no dudó en aceptar la invitación para ser administradora del restaurante de su hija. Ahí, en una de las mesas, Keiko le sirve un plato especial: Karage, trutros de pollo sazonados con salsa de soya, jengibre, maicena y luego fritos. “Es su favorito, lo que le pedía siempre a mi papá cuando éramos chicos. Lo sigue disfrutando cada vez, y siempre que lo hago, pienso en ella”, asegura Keiko. “Ella es muy trabajadora y estoy orgullosa de verla haciendo lo que quiere, cumpliendo sus objetivos. Desde chiquitita ha sido muy disciplinada y me enorgullece, porque es el reflejo de lo que quise enseñarle”, dice Oriana. Para Keiko, su mamá no sólo es referencia de humildad y esfuerzo, también de reírse y disfrutar la vida. Esas son las recetas que le ha enseñado para su día a día.

Complicidad ante todo


La relación entre Kurt Schmidt (34) –dueño y chef del restaurante 99- y su mamá, Carmen Gloria Ruiz (60), va más allá de la tradicional relación madre e hijo. Se remonta a la infancia de este hijo, el mayor, el único de los dos hermanos que la ayudaba en la cocina, cortando y decorando galletas de Navidad. “Rápidamente pasé a ser el encargado de los asados y hasta de las comidas de Navidad”. Por eso, a la madre no le extrañó que el vástago abandonara el tercer año de Ingeniería Comercial para estudiar Gastronomía. “Mi papá puso el grito en el cielo”, cuenta Kurt. “Y mi mamá me dijo bajito: ‘Yo te ayudo a pagar la carrera’”. Esa complicidad llevó a Kurt a proponerle a su madre –que trabajaba como terapeuta ocupacional– encargarse de su primer emprendimiento, el Café Onos.

Seis años después iniciaron juntos otra aventura: el restaurante 99. Un lugar en el que Kurt ha desplegado su arte en la cocina y Carmen Gloria, su orden en las finanzas. Casi a coro dicen que la clave de ser dupla consiste en que ninguno se mete en el terreno del otro. Que las críticas quedan en el ámbito laboral y el cariño permanece siempre. Convocados a celebrar el Día de la madre, Kurt decidió ofrecerle un entrante, la Textura de coliflor frita. “Ella me hacía comerme este plato cuando chico y ahora yo se lo hago a ella”, agrega riendo.

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