Siempre empiezo mis columnas hablando de algo que llamó mi atención durante la semana y esta vez no quise que fuera diferente. Como todos los chilenos, me desperté el lunes con la triste noticia de Nabila Rifo, la mujer de solo 28 años que fue brutalmente golpeada en Coyhaique.
Creo que nadie en nuestro país quedó ajeno ni menos indiferente a este caso. Todos los matinales hablaron de eso, pero me detuve en uno que sacaba al aire historias de diferentes mujeres que contaban que habían sido o eran en el presente, víctimas de abuso y violencia por parte de sus parejas. Una de ella, en el minuto que estaba al aire, cortó rápidamente el teléfono, ya el hombre que la agredía acababa de abrir la puerta y no la podía escuchar.
Sentí y viví el temor de sus palabras. Pude palpar y empalizar con su corazón angustiado, como también verme reflejada unos años atrás, cuando yo me refugiaba en el temor y la victimización que aunque fueran dolorosos -porque vaya que lo eran-, eran cómodos. Sí, tal como les dije la semana pasada a corazón abierto: la victimización es comodidad, porque es más fácil quedarnos en lo conocido, que aventurarnos con algo nuevo, que muchas veces nos asusta tanto que nos paraliza incluso intentarlo.
Cuando la mujer dijo que tenía que cortar porque él abría la puerta, no pude evitar pensar que la puerta la estaba manteniendo abierta ella misma. Solo de ella depende cerrar esa puerta donde solo deja entrar violencia, agresión y falta de amor propio.
Esa misma puerta que yo misma mantenía abierta durante años y me negaba a cerrar, ya que por más miedo y terror que sentía con lo que estaba viviendo, más miedo me causaba el no saber cómo era vivir con esa puerta cerrada.
Y me quedé mirando por años esa puerta, viendo cómo la vida y los años me pasaban por delante, dejando que la anorexia me atropellara y consumiera cada día más. Que mi cuerpo se redujera solo a arterias y huesos, que pedían a gritos alimento. Pero no era solo comida lo que pedía mi cuerpo: mi alma pedía a gritos que la amara y respetara, que la sacara de ese calvario de sobrevivencia y le permitiera vivir.
Esta semana he recibido tanto amor, que no tengo palabras para agradecer. Ese pedacito de verdad que salió a luz a sido inundado de amor y cariño. Muchas gracias de todo corazón. Quisiera dedicar tantas líneas a ustedes, desconocidos que se han vuelto conocidos, pero solo tengo una columna a la semana. Y hoy quiero decirle a todos esos cariños y voces que me han inundado, y a tantos otros que no y que quizás hasta me han criticado: no se escondan más en la victimización del dolor, cierren ustedes esa puerta, que por más doloroso que sea, son ustedes mismos los que perduran ese flagelo. No se destruyan. Ámense como si fueran el tesoro más lindo de este mundo, porque lo son.
Agradezcan cada día el cuerpo que Dios y la vida les entregó, porque no hay mayor belleza que esa que llevan en el corazón. No se refugien en ojos engañosos y espejos mentirosos, ustedes son dueños de su verdad y el reflejo de sus ojos es solo obra de cómo ustedes elijan mirar. No se escodan más tras ropas anchas que disimulen una delgadez que es tan evidente como esa falta de querer ver. No se pierdan en vómitos y atracones. No están vomitando comida, es su misma vida la que están tirando por la cadena.
Hoy demos gracias a la vida por lo que somos, parémonos, cerremos la puerta y sí, tiremos la cadena diciéndoles adiós al flagelo, a la autodestrucción y a la tan cómoda victimización. Dejen de contar calorías, cuenten mejor los minuto del reloj, nunca es tarde para volver a empezar y en cada segundo hay una nueva oportunidad.
Con amor,
Denisse Fuentes Estrada, Fundadora & Directora Fundación "Pesa Tu Vida" (www.pesatuvida.cl; Facebook: Pesa Tu Vida; Twitter: @PesaTuVida/@D_FUENTESE; Instagram: Pesa Tu Vida/Denisse.fuentes.e); autora de "La Dieta de la Muerte"; Joven Líder 2015; Diplomada Internacional en Coaching Neurolingüístico.
