Ilustración de Edith Isabel
REVISTA VIERNES LA SEGUNDAStehberg (66) es arqueólogo y jefe de antropología del Museo Nacional de Historia Natural. Enemigo público del europeocentrismo, desde sus 15 años quiso entender y recuperar lo que los “conquistadores” europeos destruyeron. Hoy es parte de un grupo de profesionales que ha revelado que Pedro de Valdivia no fundó Santiago de la Nueva Extremadura en un peladero. Ya publicó dos trabajos –Mapocho Incaico y Mapocho Incaico Norte– junto al historiador Gonzalo Sotomayor, recientemente fallecido a los 42 años, pero esta pérdida ha atrasado el trabajo final que espera publicar el próximo año. Uno de los elementos más fascinantes y decidores de toda la investigación son las plataformas ceremoniales Ushnu, que confirmarían lo que por años ha estado bajo tierra y ausente de los documentos oficiales: Santiago era la ciudad administrativa más austral del Imperio Inca.
¿Qué tan relevante resulta la plataforma Ushnu del cerro Chena? Esas plataformas las hacía el Estado Inca sólo en los lugares principales. Es decir, pasa a ser un sitio de importancia estatal. Une los tres mundos y ahí concurre la autoridad inca en la región a adquirir los poderes que le dan los ancestros del mundo subterráneo y las divinidades del mundo superior. Desde ahí también el mando se comunicaba con los súbditos y con las jefaturas locales. Esta es la plataforma ceremonial Ushnu más austral del Tawantinsuyu, y no van a encontrar otra más al sur.
¿Cómo y con qué evidencia llega a la conclusión de que Santiago tiene esa función?
Una premisa que usamos fue que la llegada de los españoles a Perú significó que mataran al rey inca, se apropiaran de todo y esclavizaron a la población. Esa estrategia en etnografía se llama la doble C (civilizar y cristianizar). Y hubo una importante migración de mucha gente que no quiso caer en manos de ellos. Hay un español que fue castigado y parece que le cortaron la nariz. Estaba amancebado con una princesa incaica y le pidió que lo llevara a un lugar donde no viera más españoles. Y ella usando sus influencias, se lo trajo por el camino del Inca al valle de Aconcagua. Eso es un hecho histórico, ocurre en 1534, antes de Pedro de Valdivia. Se trata de Pedro Calvo de Barrientos. Entonces, si un español huye, por qué no lo iban a hacer los indígenas. Y entre los que huye, yo creo, venía Quilicanta, porque no hay ninguna razón para que un “orejón” de la casa real del Cusco esté a 3 mil kilómetros de distancia, excepto para salvar a su familia. Pero no me pida evidencia porque no la tengo y no sé si algún día la haya. Por eso dije premisa.
Pero hay cosas irrefutables, ¿no?
Así como yo no puedo encontrar evidencia que demuestre lo de la migración, yo creo que nadie tampoco en este momento puede presentar evidencia dura que refute lo que digo. Pero nadie puede decir que Quilicanta no estaba acá, porque él está en todos los textos de Pedro de Valdivia y Diego de Almagro, ellos fueron recibidos y atendidos por él, y además Inés de Suárez lo degolló. Es un personaje histórico. Es más segura la existencia de Quilicanta que la de Moisés.
En este proyecto usted ha trabajado con profesionales de otras áreas. ¿Cómo trabajan en terreno?
Invité, por ejemplo, al arqueoastrónomo Ricardo Moyano para que en diciembre, cuando ocurre el solsticio de verano, me acompañe a la Quebrada de Ramón. Allí, hay a un sitio inca que encontramos, que son cuatro recintos, pero están al lado de dos cascadas que están a 1.800 metros, ¿qué hacían los incas metidos allá arriba? Estaban sacralizando las fuentes de agua representadas por esas cascadas. Y lo voy a llevar a él porque como es un sitio ceremonial tiene vinculación con los solsticios, espacio y el cielo, necesito que me ayude a estudiar.
Pero hasta este trabajo las disciplinas no parecían trabajar tan codo a codo.
Hasta la llegada del historiador Gonzalo Sotomayor había una especie de separación entre los arqueólogos y los historiadores. Es de una naturaleza epistemológica tan distinta el dato arqueológico que ellos no lo sabían leer. Para ellos es imposible de entender que a partir de un pedazo de cerámica se pueda decir tanto. Los historiadores estudiaban a los incas desde el punto de vista de la documentación española. El gran cambio se produce en 2001, cuando Gonzalo llegó con documentos que obtuvo en archivos privados de la orden de los dominicos. Él me dice trabajemos juntos y yo le propongo que sometamos a contrastación esa vieja hipótesis de que aquí no hubo nada Inca.
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