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Ajedrez, el juego que se masificó en Cuba de la calle al instituto

Por tres décadas, este país mantuvo el deporte de la mente como asignatura obligatoria en los colegios y hoy sus habitantes siguen vibrando con los tableros y alfiles.

10 de Noviembre de 2016 | 13:27 | AFP
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Este juego atraviesa como alfil la historia de esta isla socialista de más de 11 millones de habitantes.

AFP
LA HABANA.- A los cuatro años, Ana Paula Aguiar apenas distingue los números, aún no sabe leer ni es considerada un prodigio, pero ya está en su clase de ajedrez, frente al tablero y las piezas en un modesto salón de La Habana, en Cuba, uno de los pocos países del mundo donde se masificó este juego.

Paralelamente a la campaña que universalizó la escuela y la educación gratuita, la Revolución cubana introdujo este juego ciencia en la cotidianidad. De hecho, Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara se inmortalizaron en fotos que los muestran en uniforme militar frente al tablero.

En este país, el ajedrez es el más popular después del básquetbol, el béisbol, el fútbol y el atletismo, según se desprende de las estadísticas oficiales por competiciones escolares y juveniles de 2014.

"En las tardes, después del círculo infantil (el jardín), mi hija Ana Paula pregunta si le toca baile o ajedrez. Eso me hace sentir muy orgullosa", dice Mónica Barroso, una socióloga de 30 años.



El prestigioso juego de mesa, en el que también se escenificó la Guerra Fría en memorables duelos como el del soviético Boris Spassky con el estadounidense Bobby Fischer, atraviesa como alfil la historia de esta isla socialista de más de 11 millones de habitantes.

Incluso el ajedrez fue asignatura obligatoria en el colegio desde los ochenta hasta 2013. Y si bien hoy es opcional, se juega con igual destreza en los clubes o en los bajos de los edificios derruidos.

Al ceder el día, en el centro de La Habana, hombres en camisa sin mangas mueven frenéticamente las piezas sobre una lona descolorida. Abstraídos del rumor de las calles, juegan blitz, partidas a contrarreloj de máximo cinco minutos. "No se permite beber, ni hacer escándalos, ni las apuestas", afirma Rolando Ramos.

Este ex profesor de matemáticas y pintor de cuadros, de 61 años, juega hasta cinco horas diarias, de lunes a viernes. Y solo a él le permiten "el exabrupto" de estallar en cólera cuando pierde.

El cazatalentos


Incluso el ajedrez tiene su espacio en la televisión que controla el Estado. Sí, en Cuba, desde hace 13 años, se pueden seguir clases de este juego ciencia o conocer su historia a través de la pantalla. También, por menos de un centavo de dólar, se venden folletos especializados en blanco y negro.

Danilo Buela, directivo del Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez (ISLA), donde Ana Paula aprende a mover las fichas antes que a leer, imparte cursos televisados. "Cuba ha formado 43 Grandes Maestros (nueve de ellos mujeres). Hay países que tienen más maestros, pero no tienen 11 millones de habitantes", señala orgulloso Buela.

Creado en 1992 por el Estado cubano, el ISLA imparte lecciones gratuitas para cubanos, organiza torneos y "exporta" entrenadores para su enseñanza a países como Venezuela.

Leinier Domínguez está en el puesto 17 del escalafón de la FIDE, la Federación Internacional de Ajedrez. Único latinoamericano clasificado entre los 100 primeros, Domínguez, de 33 años, es el mejor ajedrecista cubano después del legendario José Raúl Capablanca, campeón mundial entre 1921 y 1927.

Domínguez recuerda que aprendió a jugar en la escuela donde llegaban los profesores cazatalentos. "Eso siempre ha sido ventajoso en Cuba con respecto a otros países: el programa de masificación que llevó el ajedrez a todos (...) Te das cuenta que en la calle la gente conoce mucho de ajedrez", señala.



En el paseo del Prado, donde hace unos meses Chanel exhibió su glamur en el primer desfile que organizó la casa francesa de modas en Latinoamérica, hombres en overol de trabajo extienden la lona ajedrezada para el duelo diario bajo la vigilancia intermitente de la policía.

Todos hablan con propiedad de jugadas y de grandes maestros. Cuando no se baten frente al tablero con los más viejos, los niños se asoman entre los curiosos. Hay un grupo aquí, otro allá, separados por pocos metros.

"Aquí se masificó el deporte, y se prohibieron los juegos de azar, pero ya no hay los salones ni las academias de antes para practicar", se queja Moisés Noa, un electricista de 60 años que maneja un bicitaxi.

De vuelta en el ISLA, la clase de Ana Paula ya se terminó. Antes de retirarse, el profesor le da a la madre una tarea para la casa: "Hay que practicar con la niña el movimiento del caballo".
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