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Tras 70 años de apariciones como príncipe consorte, Felipe de Edimburgo dice adiós a los actos públicos

El esposo de Isabel II ha tenido una trayectoria marcada por "metidas de pata" y buena popularidad entre los británicos. "Es mi roca. Ha sido mi fuerza y mi sostén", ha dicho la propia monarca.

02 de Agosto de 2017 | 10:41 | Reuters/AFP
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En su última aparición en solitario, Felipe asistió a un desfile de la Marina Real en el Palacio de Buckingham.

Reuters
LONDRES.- “Es mejor desaparecer que alcanzar la fecha de caducidad", anunció ya hace seis años Felipe, el duque de Edimburgo, quien hoy dio fin a 70 años de servicio como príncipe consorte con su último acto oficial en solitario, en el que se reunió con miembros de la Marina Real a la que él perteneció hasta que su esposa, la reina Isabel, accedió al trono británico.

Conocido como "el único hombre del mundo que trata a la reina como un ser humano, de igual a igual" –según Lord Charteris, ex secretario privado de Su Majestad-, Felipe, de 96 años, anunció en mayo su despedida de la vida pública, dejando atrás más de 22.000 actos oficiales en solitario y una popularidad marcada por su extrovertida personalidad, la que muchas veces fue tildada como fuera de lugar.

"Es mi roca. Ha sido mi fuerza y mi sostén", dijo en 2011 Isabel II, poco inclinada a las muestras de cariño en público.

Tanto ella como el príncipe Felipe han reducido sus apariciones en los últimos años, pasando muchas de sus responsabilidades al hijo y heredero príncipe Carlos y a los nietos, los príncipes William y Harry.

Felipe pasó dos días en el hospital en junio por una infección. La reina, la monarca viva que más tiempo ha estado en el trono del mundo (65) y que celebró su 91 cumpleaños en abril, seguirá manteniendo un programa completo de compromisos oficiales.

El duque de Edimburgo se casó con Isabel en la Abadía de Westminster en 1947 y la pareja celebra su 70 aniversario de boda en noviembre.

Locuaz, irascible e intensamente reservado, Felipe, ex oficial naval de origen griego, adquirió fama por realizar ocasionales comentarios bruscos y a veces políticamente incorrectos en actos ceremoniales a los que asistió. Y según él mismo ha admitido, le hicieron falta años de tanteo y aprendizaje hasta encontrar su lugar en el corazón de los británicos, pero hoy disfruta de un índice de popularidad alto, como su esposa.

Un detalle curioso, una tribu de Vanuatu llegó a venerarlo como una divinidad relacionada con los espíritus del volcán Yasur.

Su escape dentro de una caja de naranjas

Tataranieto de la reina Victoria como la propia Isabel y de ascendencia alemana, el duque nació el 10 de junio de 1921 en la isla griega de Corfú como príncipe de Grecia y de Dinamarca, el quinto hijo y único varón de la princesa Alicia de Battenberg y del príncipe Andrés de Grecia.

A los 18 meses fue evacuado dentro de una caja de naranjas en un barco británico con el resto de su familia cuando se proclamó la república helénica y su tío, el rey Constantino I, -abuelo de la reina Sofía de España- tuvo que exiliarse.

Tras hallar refugio cerca de París, su padre empezó a frecuentar los casinos de Montecarlo y la madre, depresiva, se refugió en un convento.
Felipe tenía 10 años. Dejado en manos de parientes lejanos, frecuentó colegios en Francia, Alemania y el Reino Unido hasta terminar en un austero internado escocés.

Ingresó después en la Marina Real británica y participó activamente en los combates durante la Segunda Guerra Mundial en el océano Índico y en el Atlántico.

Era un apuesto joven de 18 años cuando conoció a Isabel, antes de la guerra. Lilibet, como la apodaba su madre, tenía 13 años y quedó cautivada. Se casaron ocho años más tarde, el 20 de noviembre de 1947.

Felipe, nombrado duque de Edimburgo, tuvo que renunciar a sus títulos de nobleza anteriores y a su religión ortodoxa.

En febrero de 1952, la muerte prematura de su suegro, el rey Jorge VI, marcó el fin de su carrera de oficial en la Marina e inauguró la de príncipe consorte.

Sin pelos en la lengua: “No le importa nada lo que piensen de él”

Su temperamento fue efectivamente volcánico, sin ninguna consideración por lo políticamente correcto, aunque en los últimos años se ha moderado.

"Ustedes tienen mosquitos, yo tengo periodistas", dijo en Dominica en 1966. Y después comparó a los profesionales de los medios con los monos de Gibraltar.

En Australia en 1960, un hombre llamado Robinson lo abordó y le dijo: "Mi esposa, doctora en Filosofía, es mucho más importante que yo". "Tenemos el mismo problema en mi familia", le respondió el duque.

En otra ocasión, un niño le confesó que quería ser astronauta y el duque le respondió que estaba demasiado gordo para volar.

Cuando se le preguntó si le gustaría visitar la Unión Soviética, dijo: "Me encantaría visitar Rusia, aunque esos cabrones asesinaron a la mitad de mi familia" (en alusión a la suerte de los Romanov).

A un profesor de conducción escocés de Oban le preguntó: "¿Cómo te las arreglas para mantener a los nativos lo suficientemente lejos de la bebida para aprobar el examen?".

Su entorno le oyó maldecir mil veces su suerte, gruñir contra la pérdida de valores, o contra las locuras de sus cuatro hijos en los años 80, y hasta contra "los malditos" perros de la reina, que siempre se le pegaban a las piernas.

"La gente tiene la impresión de que al príncipe Felipe no le importa nada lo que piensen de él, y tienen razón", dijo el ex Primer Ministro británico Tony Blair en sus memorias.

En cualquier caso, la reina le ha descrito como una figura crucial durante su largo reinado.

En su última aparición en solitario este miércoles, Felipe asistió a un desfile de la Marina Real en el Palacio de Buckingham y se reunió con militares que han participado en una carrera de 1.664 millas para recaudar dinero para la Royal Marine's Charity.

El Palacio de Buckingham ha dicho que Felipe podría decidir acompañar a Isabel en ciertos eventos en el futuro.

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