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La historia tras el "singular" albergue que recibe a mujeres que fueron trabajadoras sexuales en México

La Casa Xochiquetzal, ubicada en Ciudad de México, actualmente cuenta con dieciséis residentes de edades que van desde los 53 a 87 años.

11 de Enero de 2018 | 10:19 | Emol
SANTIAGO.- Escondida entre un laberinto de puestos callejeros, en el centro de la capital mexicana, se ubica la Casa Xochiquetzal, un albergue muy peculiar. Su singularidad yace en dar alojamiento a todas las mujeres que en el pasado se desempeñaron como trabajadoras sexuales.

Con un estilo colonial, color amarillo y nombrada en honor a la diosa azteca del amor sexual y la belleza, la casa abrió sus puertas en 2006 luego de que Carmen Muñoz, quien fue trabajadora sexual, encontró a algunas de sus ex compañeras durmiendo en míseras condiciones en la zona de La Merced, un "barrio rojo" situado en el centro de la Ciudad de México, relata el New York Times.

"No quiero hablar del pasado, solo olvidarlo", dice Marbella Aguilar de 61, quien vive en este particular albergue. Amante de sus libros, la prosa y la poesía, Marbella encontró refugio en la Casa Xochiquetzal.

Muñoz acogió a las mujeres con apoyo de grupos feministas mexicanos y con dinero tanto privado como público. Con un edificio provisto por el gobierno mexicano fundaron el albergue para que estas mujeres dejaran las calles y pudieran vivir con dignidad.

"Nunca quiero regresar a las calles, es muy duro. Pierdes tu dignidad como ser humano", dijo al medio estadounidense Norma Angélica Sánchez, quien tiene 53 años y vive en el hogar que recibe a ex trabajadoras sexuales y da alojo temporal a mujeres jubiladas que fueron víctimas de abuso.

Actualmente Casa Xochiquetzal cuenta con dieciséis residentes con edades que van desde los 53 a los 87 años, en donde cada una es responsable de cocinar su propia comida y de asistir obligatoriamente a talleres de arte y cocina.

"Es un hecho recurrente que familiares, hasta los hijos, las abandonan, e incluso las lastiman, cuando descubren que son trabajadoras sexuales", dijo Jésica Vargas González, la directora del albergue.

"Todavía me duele el remordimiento. Lo que más me duele es que tuve que hacerlo", dice Sol (60), otra de las inquilinas, mientras que María Norma Ruiz Sánchez dice que "este hogar me salvó".
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