EMOLTV

¿Dónde está la araucaria de Isabel II? Las anécdotas que dejó el paso de la reina británica en Chile hace 50 años

En 1968, la monarca y su esposo, el príncipe Felipe, pisaron suelo nacional. Su estadía de solo 8 días dejó varias historias por contar.

09 de Noviembre de 2018 | 12:06 | Por Ángela Tapia F., Emol
imagen

"¡Dios salve a la Reina!", le gritaban desde las calles y los balcones de Santiago, mientras la monarca paseaba junto al Presidente Eduardo Frei Montalva.

El Mercurio
SANTIAGO.- "La Ilustre Municipalidad de Santiago invita a los vecinos de la capital al acto de recibimiento y entrega de la medalla de la ciudad a Su Majestad Isabel II, reina de Gran Bretaña. Hoy, lunes 11 de noviembre a las 15 horas". Era el año 1968, y el país daba la bienvenida a la monarca británica y a su marido, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, con bombos y platillos -nunca mejor dicho- tras meses de preparación protocolar.

Había mucho en juego y todo tenía que salir a la perfección. Su visita se hizo en el marco de una negociación con el Reino Unido en la que Chile quería comprar fragatas y aviones de guerra. Pero también se ponía a prueba a "las dos naciones y su relación de amistad, el respeto, el orgullo chileno por hacer las cosas bien", cuenta la socióloga y fotógrafa Iberia Torres.

Esta chilena con residencia en Londres estuvo un largo tiempo investigando todos los aspectos de la visita real al país, para la exposición "Links that Last: Cincuenta años de la visita de la Reina Isabel II a Chile (1968-2018)", de la que ella es curadora y que se inauguró ayer en la embajada de Chile en Gran Bretaña. En Santiago, su versión en español será exhibida de forma gratuita en la Casa Museo Eduardo Frei Montalva, desde el 15 de noviembre al 31 de marzo.

"Este fue un evento que se les fue de las manos a todo el mundo. Nadie estaba esperando una respuesta tan impresionante del público", recuerda Torres sobre el recibimiento, cuando la reina paseaba junto al Presidente Eduardo Frei Montalva en el conocido Ford Galaxie 500 XL que luego Isabel dejaría como obsequio al país, sirviendo de vehículo para muchos Mandatarios chilenos hasta hace poco. "¡Dios salve a la Reina!", le gritaban desde la calle y los balcones. "Nadie pensaba en la fragatas, entonces. Hace 50 años atrás nos sentíamos mucho más lejos de todo el mundo. Que viniese una reina con un príncipe era algo así como un cuento de hadas", explica la socióloga.

Fueron ocho días en que Isabel II y Felipe de Edimburgo, conocieron diversos lugares de la capital y visitaron Valparaíso y Pucón, dejando a su paso historias como las siguientes:

  • La cena casera: Beef Wellington en Providencia

    Antes de ir al Estadio Nacional a ver un clásico Chile versus Católica, la reina y el duque irían a una cena con las principales autoridades. Sin embargo, el lugar en el que comerían canceló la actividad, quedando Mariano Fontecilla, el jefe de protocolo, sin un espacio para recibir a los invitados reales y sin poder improvisar mucho, ya que debía buscar un sitio que no se alejara de las calles donde se habían organizado los operativos de seguridad.


    "Entonces, a don Mariano se le ocurrió que se hiciera en la casa del Presidente y fue al otro día a decírselo a La Moneda", contó Torres. Dicho y hecho, la cena se hizo el 13 de noviembre en el inmueble de los Frei Ruiz-Tagle, ubicado en Hindenburg 683, Providencia, donde actualmente se encuentra la casa museo que lleva el nombre del ex Mandatario.


    A las 19.45 la pareja real llegó, reuniéndose con representantes diplomáticos. La velada, con 12 personas en total, se inició con un cóctel en el living para seguir con la cena en el comedor, que estuvo a cargo del afamado chef de la época, Hernán Eyzaguirre Lyon. Comieron blinis (una especie de panqueque) rellenos con centolla, beef Wellington (lomo con foie gras y trozos de jamón, según la receta) y mousse de chocolate; y solo la hija mayor del matrimonio Frei, Irene, pudo participar de la velada, ya que el resto de los hijos debieron comer en el segundo piso.


    "Se comenta que aquella tarde el príncipe Felipe subió tras ellos, manifestando que quería comer junto a los jóvenes ya que estaría mucho más entretenido. Sin embargo, el protocolo frustró su intención", relatan desde la casa museo.


    En aquel piso, se guardó el sombrero y abrigo de la reina, así que las hijas de Frei Montalva pudieron entretenerse, probándose las prendas y posando frente al espejo.

  • Los bomberitos de Pucón

    Además de Valparaíso y Santiago, Isabel y Felipe viajaron a Pucón. Allí se vio a la reina, con 42 años y 16 de reinado, "vestida totalmente de sport, con pantalón y pañuelo en la cabeza, pescando junto al príncipe", informó el 17 de noviembre El Mercurio, donde también se mencionó que "la soberana satisfizo sus deseos de preparar ella misma los condimentos para un asado al palo de lechón, que, al decir de los que lo probaron, estuvo riquísimo".

    Tal como en su arribo a Santiago, los puconinos no se quedaron atrás cuando los británicos llegaron al aeródromo de la ciudad. Y el cariño del sur quedó reflejado en dos niños que disfrazados de bomberos, lograron burlar los cordones de seguridad para llegar hasta la monarca.

    "Esa cuestión fue el despelote", cuenta Torres, puconina, quien conoce a los protagonistas chilenos de esta historia. "Los niños eran gemelos y estaban escondidos en una camioneta junto a su hermana mayor, para que la policía no los viera. Los niños tenían unos seis años y su papá, fanático de los bomberos, les había puesto unos trajes que habían hecho con unos cascos de latón, sin tela ni nada por dentro. Hacía un calor horrible ese día, y dicen que era como tener un horno en la cabeza", explicó.

    Cuando la reina y su marido comenzaron a caminar por el lugar, los hermanos corrieron sin saber bien qué tenían que hacer. Tampoco Isabel II sabía qué pasaba, porque nadie le había contado que sería recibida por unos pequeños bomberos de la zona. Poco importaba, los hermanos Melita, Pito y Pato Villagrán quedaron para el recuerdo, apareciendo en la prensa internacional, cuenta la socióloga.

  • La araucaria perdida

    Otro momento que se recuerda es el paso de Isabel II por el cerro Santa Lucía. La monarca fue invitada por las autoridades para que plantara una araucaria en ese punto neurálgico de la capital, específicamente en la Terraza Caupolicán.

    No hubo cañonazo, "porque si no, se hubiese asustado la reina", recuerda Torres, quien quiso ir a ver con sus propios ojos cuánto había crecido el árbol que Isabel dejó. "No había nada, ni una araucaria, ni una placa", se lamenta.

    "Me topé con una araucaria en la entrada bastante desaliñada, pero no era, y nadie sabía nada del árbol plantado por la reina (…) ¿Qué paso con la araucaria?", pregunta.

  • Mariano Fontecilla y el incendio en el Palacio Cousiño

    "Mucho del éxito de la visita de la reina se debe a don Mariano Fontecilla", admite Torres. En efecto, como encargado de la estadía real, debió preocuparse de todos los preparativos y de superar más de un inconveniente que aparecía en el camino. Uno de los más complicados fue el incendio en el Palacio Cousiño, que sería donde Isabel II y el duque de Edimburgo alojarían.

    "En esa época, Santiago tenía un solo hotel cinco estrellas, así que el lugar que se usaba para las grandes visitas era el Palacio Cousiño, pero se quemó cuatro semanas antes que llegaran", recuerda Torres.

    "¡Palacio quemado! ¡Palacio quemado!", le gritó el embajador británico a Fontecilla por el teléfono para darle la trágica noticia. "Pero embajador, Palacio Quemado está en Bolivia", le contestó el jefe de protocolo. "¡No, no! ¡Palacio Cousiño quemado!", confirmó el angustiado representante diplomático.

    Cuando llegó al siniestrado recinto ubicado en calle Dieciocho 438, Fontecilla vio que solo se habían salvado del fuego las sábanas, que por algún motivo habían sido guardadas en una caja fuerte. Sin muchas herramientas a mano, ideó que un piso completo del Hotel Carrera sería utilizado para recibir a las visitas, y para decorar el lugar, pidió prestados muebles, alfombras, pinturas y cristalería, entre muchos otros objetos, a las familias más adineradas del país. En buen chileno, 'se hizo una vaca' para salir del paso.

  • Isabel, la dueña de Greenwich

    Pero las labores de Fontecilla no solo fueron preparar el recibimiento real, sino que también debía guiar a Isabel y Felipe por su tour nacional. En esto, tal como los ingleses exigen puntualidad según su fama, el chileno esperó lo mismo de la pareja y se los hizo saber.

    Antes de una actividad en particular, "estaba todo el mundo esperando a la reina, pero ella no llegaba", comenta Torres. Fontecilla, preocupado, vio aparecer a la retrasada monarca; y sin reparos, se miró el reloj, lo golpeó con el dedo y le dijo, "we're late, ma’am" (estamos atrasados, señora). Pero su majestad no contestó.

    "Uno meses más tarde, el canciller Gabriel Valdés viajó a Londres para finiquitar el pago de la famosa compra de las fragatas; y fue a Buckingham Palace. Mientras estaba tomando el té con la reina, ella le preguntó, '¿quién fue esa persona que me llamó la atención por la hora?'", relata Torres.

    Se dice que luego, la reina le habría recordado al canciller que ella es "la dueña de Greenwich" (donde se ubica el meridiano desde el cual se miden las longitudes y se organizan las horas de todo el mundo).

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?