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El fiscal general del estado de Nueva Gales del Sur, Michael Daley, confirmó hoy en un comunicado que el gobierno regional había aceptado compensar a Folbigg por los años de cárcel que cumplió tras ser condenada en 2003.
Este
mediático caso, por el que la acusada llegó a ser considerada "la peor asesina en serie" de su país,
dio un giro de 180 grados gracias a una investigación genética, coordinado por una científica española,
que planteó dudas sobre la muerte de los hijos y logró que se reabriera el caso.
La muerte de los niños
Los hijos de Folbigg -Caleb, Patrick, Sarah y Laura- fallecieron entre 1989 y 1999 en Hunter-Newcastle, a unos 120 kilómetros de Sidney,
cuando tenían entre 19 días y 18 meses, mientras estaban bajo su cuidado.
Casada en 1987 con Craig Folbigg, todo comenzó cuando Kathleen gritó a su marido la noche del 20 de febrero de 1989 "algo le pasa a mi hijo", al descubrir que su primogénito,
Caleb, no respiraba, muriendo
19 días después de nacer.
"Pasó de nuevo", lloró Kathleen Folbigg al pedirle a su marido que regresara a casa cuando su segundo hijo,
Patrick, quien ya padecía de daño cerebral, ceguera parcial y ataques epilépticos, murió un 13 de febrero de 1991 a los
ocho meses de edad.
En el tercer caso, Folbigg halló a su hija
Sarah, de
diez meses y medio, azul e inmóvil, muriendo el 30 de agosto de 1993. Seis años más tarde, el 1 de marzo de 1999, su cuarta hija,
Laura, fallecía a los
18 meses después de que su madre la pusiera a dormir la siesta.
Inicialmente,
los expertos consideraron que Caleb y Sarah fueron víctimas de una muerte súbita, y
Patrick de un ataque de epilepsia, mientras dejaron como
"indeterminadas" las causas del deceso de Laura, lo que abrió la puerta a investigar
posibles infanticidios.
El diario incriminador
Las investigaciones penales comenzaron en julio de 1999, poniendo
especial atención en el diario de Folbigg. En él escribió
"soy la hija de mi padre", en alusión a su padre biológico, quien
mató a puñaladas a la madre de Folbigg en 1969, cuando ella era un bebé de 18 meses, después de que la mujer se fuera de casa.
Folbigg, quien se separó de su marido en el año 2000, escribió en su diario: "
Me siento la peor madre del mundo, tengo miedo de que me deje como lo hizo Sarah (su hija). Sé que tenía poca paciencia y era cruel con ella a veces y se fue (murió)", o pasajes en las que achacaba que
su estrés le hacía "hacer cosas terribles".
Estos textos fueron clave en su posterior
condena en 2003 por el asesinato de Patrick, Sarah y Laura, así como el homicidio involuntario de Caleb, a 40 años de prisión, que más tarde fueron reducidos a 30 años.
La justicia sentenció que
las pruebas demostraban que Folbigg, quien siempre defendió su inocencia, había asfixiado intencionalmente a los menores.
El "eureka" de la científica española
El caso dio un giro
en 2020, cuando
un equipo de 27 científicos internacionales, coordinado por la inmunóloga española Carola García de Vinuesa y liderado por el danés Michael Toft Overgaard,
concluyó que los decesos de los bebés de Folbigg podrían deberse a causas genéticas.
La investigación, publicada en la revista especializada "Europace", de la Asociación Europea de Cardiología, vincula una
mutación genética (CALM2) de dos de los niños, con la
muerte súbita cardíaca, así como constató que los niños portaban
variantes raras de un gen que mata a roedores por
ataques epilépticos.
El caso fue reabierto nuevamente a raíz de una carta enviada en marzo de 2021 a las autoridades australianas por un centenar de científicos, incluidos dos premios Nobel,
para solicitar el indulto y la liberación de Folbigg.
La revisión del proceso, realizada en julio de 2023,
concluyó que existían "dudas razonables sobre la culpabilidad" de Folbigg y ordenó su puesta en libertad inmediata, mientras que en diciembre de ese año un tribunal anuló las condenas impuestas a la australiana.