SANTIAGO.- Las serpentinas no terminan de barrerse cuando Chile ya tiene en su tambaleante horizonte el fantasma de los dos equipos más débiles hasta ahora en las clasificatorias, como lo demuestran los números de Venezuela y Bolivia, hasta ahora subcolista (3 puntos) y colista (2), respectivamente.
Chile (4 puntos, junto a Perú) deberá sortear a ambos. Primero a Bolivia, el 19 de julio, luego a los venezolanos, una semana más tarde.
Que Venezuela ya no sea el pariente pobre no es antojadizo. Su triunfo de 4-2 precisamente sobre los bolivianos no sólo terminó con una sequía de siete años sin ganar en estas competiciones sino que demostró que, incluso, serán un rival tanto o más difícil de abordar para los chilenos que hace cuatro años, cuando la Roja empató discretamente y a última hora 1-1 en la calurosa Barinas.
Enfrentados a la realidad, Chile no puede aspirar a tener un par de jornadas tranquilas, porque ambos rivales han demostrado, egoístamente en todo caso, ciertos atributos que para la selección pueden ser complicados de superar.
Bolivia, en primer término, además de ser un equipo ordenado, apela a la vulnerabilidad del contendor en la altura de La Paz y pese a contar con un grupo de veteranos (encabezado por Marco Antonio Etcheverry) demuestran un despliegue interesante y atosigador.
A la hora del balance, es mejor hacerse la idea de que a Chile le tocará jugar con la Bolivia que casi le empata a Argentina (por exigencias, por superación y por orgullo) que a la que se vio tremendamente superada en San Cristóbal.
Un buen punto que debe considerar Acosta es que a los bolivianos les duele el protagonismo. Cuando tienen que ganar, no ganan; cuando no tienen nada qué perder, casi siempre no lo hacen. Esta vez están obligados y esa presión es más fuerte que la altura.
