SYDNEY.- A veces sentarse lo más arriba no es una desventaja, es otra perspectiva, las cosas se ven mezcladas y es posible no distinguir entre buenos o malos, entre potentes y debiluchos, y entre aspiraciones y fracasos. Desde arriba, como esta madrugada en la inauguración de los XXVII Juegos Olímpicos de Sydney 2000, pareciera que todos compiten, todos ganan. Todos son iguales aunque, como alguna vez los dijo Orwell, al final terminen algunos siendo más iguales que otros.
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