"González cerró el partido en apenas 28 minutos. Alzó los brazos, sonrió y se dio esos ya característicos puñetazos en el pecho.".
MIAMI.- El tenista chileno Fernando González (62° de la ATP) hizo historia esta tarde en el Masters Series de Key Biscayne tras doblegar al estadounidense Pete Sampras (13°) por 7-6(1) y 6-1, dando una nueva muestra de su tenis exquisito y que lo suyo ya no es suerte ni una racha positiva, sino que algo planificado y producto de la madurez y el buen juego.
El marcador habla de un comienzo complicado para González, donde el norteamericano llegó a colocarse 3-0 gracias a un quiebre en el segundo game del encuentro. La ilusión parecía desvanecerse a los pocos minutos, más si se tomaba en cuenta que el chileno no lograba entrar en juego ni menos enfocar su juego ofensivo.
Pero poco a poco la historia fue cambiando. Con el 3-1 González entró en una etapa de relajo, de darse cuenta que podía jugar de igual a igual con el ex número uno del mundo y, para muchos, el mejor tenista de la historia. Su derecha comenzó a hacer estragos ante un Sampras lento, que también evidenciaba errores a la hora de finiquitar cuando hacía su juego y llegaba a la red.
Y González no dejó pasar las oportunidades. En el séptimo juego quebró de vuelta y de ahí cada uno mantuvo su saque hasta llegar al desempate. Y otra vez González no dejó pasar las oportunidades, quedándose con la manga tras 47 minutos de juego.
Sampras no es el de antes, ese que ganó en esta misma cancha los años 1993, 1994 y 2000. O por lo menos no lo fue esta vez. Sus movimientos -cuando los tuvo- dentro de la cancha distaron mucho de ese jugador que venció en dos oportunidades a Marcelo Ríos, por ejemplo. Y eso se hizo más notorio cuando González aplicó sus conocidos "fierrazos".
En ese escenario, la segunda manga fue un mero trámite, guardando el debido respeto por Pete Sampras. Dos quiebres consecutivos le permitieron a González colocarse rápidamente 5-0 y el epílogo fue algo que no tenía vuelta, con Sampras y su cabeza agachada, apenas tratando de poner la pelota en juego.
González cerró el partido en apenas 28 minutos. Alzó los brazos, sonrió y se dio esos ya característicos puñetazos en el pecho. Su técnico, Horacio de La Peña, se los respondió desde las tribunas. Porque su pupilo ya había hecho historia, y ante uno de los grandes.
