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Melipilla: Equipo pobre, pero honrado

Al ser una de las plantillas más bajas del fútbol chileno, los jugadores melipillanos viven una realidad precaria. Muchos de ellos deben trabajar en otros oficios para subsistir, mientras que otros optan definitivamente por el retiro.

28 de Enero de 2005 | 15:30 | Matías Gazitúa M., El Mercurio en Internet

Fotos: Cristián Soto Q.
El diagnóstico del DT
El entrenador de Melipilla, Juan Ubilla, tiene claro el panorama. Asegura que el objetivo del club para esta temporada es no volver a segunda división y, si se obtienen los resultados, optar por un cupo en los playoffs. Se tiene fe el hombre, dice que a pesar de la abultada derrota frente a Universidad Católica (5-0), ve que sus muchachos “están ilusionados de hacer una buena campaña, porque a lo mejor la planilla es baja en cuanto a dinero, pero en cuanto a calidad yo creo que vale mucho más”.

Sin embargo, dice que las condiciones de entrenamiento a veces no son las óptimas y que eso influyó, por ejemplo, en la derrota frente a la UC. “Estuvimos hasta última hora esperando que llegaran los balones que se utilizan en el campeonato y no llegaron nunca. Al final jugamos con los balones del año pasado y ahí dimos mucha ventaja, porque es distinto a los que ocupamos en Primera B”, aseguró.

Es que Ubilla no sólo tiene un problema con los balones. El técnico ha debido lidiar con una serie de inconvenientes desde que asumió la banca melipillana. Como muchos de sus jugadores no tienen los medios para movilizarse, el equipo entrena solamente en la mañana y eso marca una diferencia con cuadros que entrenan a doble y hasta triple jornada. Ni hablar de concentraciones o viajes en avión.

Pero no todo es tan malo. Ubilla asegura que la humildad del grupo puede ser un aliciente para lograr buenos resultados. “Eso es lo mejor que tiene el equipo, son bastante unidos y trabajadores. Hay un buen plantel en cuanto a la amistad y eso lo llevarán al campo de juego, pues estoy seguro de que este equipo estará muy pronto en los lugares de avanzada”.

Pero Ubilla no se queda en eso, dice que quiere dejar una huella en Melipilla, dándole tiraje a las divisiones menores y potenciando a los jugadores formados en casa. “Esa es la única forma de conseguir dineros frescos para las arcas de la institución”, asegura.
SANTIAGO.- Lejos de las cámaras, las luces y las contrataciones bombásticas, el club Deportes Melipilla posee el discutible “honor” de ser una de las plantillas más baratas de la primera división del fútbol chileno. Con sueldos que promedian los 300 mil pesos mensuales y presos de una realidad donde no abundan las comodidades, los jugadores entrenan con la secreta ilusión de realizar sus anhelos más íntimos: vestir la camiseta de algún club extranjero y, quien sabe, lucir los colores de la selección chilena.

Ellos dicen que las apreturas económicas no les importan demasiado y que no les molesta subirse todas las mañanas a vehículos de la locomoción colectiva para llegar al lugar de entrenamiento. Lo suyo es simplemente amor al arte. Es que la actual realidad del fútbol chileno no alcanza para que un jugador reciba las millonadas que se pagaban a mediados de los noventas. Ahora, con suerte, los melipillanos pueden costear sus necesidades básicas. Algunos se endeudan, otros deben vivir a costa de los familiares y, en los casos más extremos, trabajar en empleos de medio tiempo.

Esa es la situación del jugador Leonardo Correa, quien dejó el fútbol en 2003, pues el dinero no le alcanzaba para mantener a su familia, y dedicó todo ese tiempo para trabajar en una imprenta de la zona. Pero gracias a la ayuda de su pareja y el apoyo económico de su madre, logró reinsertarse en la actividad. “De repente uno se desmotiva y dan ganas de no seguir adelante, pero por ellos es que sigo jugando a la pelota. Quiero que mi hija sepa que su papá fue alguien en el fútbol”, comentó.

Otro que debió abandonar el fútbol fue el portero Christian Traverso. El argentino estuvo casi dos años sin abrocharse los guantes antes de llegar a Melipilla y asegura que volvió a las canchas porque echaba de menos hacer lo que le gusta. “Es complicado trabajar en algo en lo que no te sientes a gusto y uno como futbolista termina aceptando que te paguen poco con tal de ser feliz”.

Sin embargo, lo de Traverso es un tema menor al lado del caso del volante Rodrigo Romero. Como el campeonato de Primera B se definió a finales de diciembre pasado, los futbolistas estuvieron dos meses sin recibir sueldos. Por ende, muchos tienen que buscar otras maneras para subsistir. Y Romero, que debe mantener a tres hijos, no le quedó otra que agarrar una brocha y dedicarse a la pintura con tal de llevarles algo de comer a sus retoños.

Pero la historia no termina allí. Ante la escasez de ingresos, más de alguno tuvo que dirigir sus pasos hacía los campos de cultivos para trabajar como temporeros. Así, tal cual. Mientras muchos colegas de otros equipos disfrutaban de unas merecidas vacaciones en alguna playa del Caribe, varios jugadores recolectaban fruta bajo un intenso sol en alguna huerta de la zona.

También el tema de la movilización aparece como otro dolor de cabeza para los jugadores. Muchos viven en Santiago o en San Antonio. Y como el dinero no alcanza para costear el alto precio de la bencina, ni menos para la compra de un vehículo, la dirigencia debió pactar con una empresa de buses interprovinciales para que los futbolistas puedan llegar a entrenar.

La razón de la falta de recursos en la institución la entrega el presidente de la comisión fútbol Guillermo Miranda, quien afirma que la realidad del fútbol chileno es ésa y que no se puede gastar lo que no se tiene.

“Melipilla es sólo un reflejo de las condiciones económicas del trabajador promedio de la zona, esa es la situación y así se tiene que vivir”, sentencia. A pesar de ello, el club mantiene sus remuneraciones al día tanto a jugadores como a funcionarios y no ha vivido mayores apreturas financieras durante los últimos años.

De paso, el dirigente esboza una crítica al actual manejo del fútbol chileno. “Es lamentable que los clubes grandes no tengan la paciencia suficiente para saber administrar bien sus recursos (...) Nosotros, a pesar del poco dinero que recibimos, igual tenemos nuestra situación al día”, asegura.

"Es lo que hay"

Juan Ramón González sigue a Melipilla desde sus orígenes. Cada vez que puede, se hace un tiempo y asiste hasta el entrenamiento para observar a los jugadores. Dice que es un orgullo para la zona tener un equipo en primera división y que el club es una buena alternativa para los niños que juegan fútbol en la ciudad.

No le complica el hecho de ser hincha de un equipo chico. “Como dicen los lolos, es lo que hay”, asegura dibujando una sonrisa en su rostro. Sin embargo, no se amilana y recuerda con orgullo cuando Melipilla le ganó al Colo Colo campeón de la Copa Libertadores en 1992 con un gol de ariete Luis Cueto, símbolo de Melipilla. “Lo mejor de ese partido fue llegar el lunes a la oficina y molestar a los colocolinos”, aseguró.

Conocedor como pocos de la historia del equipo, González nos relata que ésta comienza en los años 60, cuando el club formaba parte de la rama deportiva de la empresa Soinca Bata y participaba en los campeonatos amateurs. Con el tiempo, la escuadra llega a Segunda División y se transforma en uno de los animadores del campeonato.

Sin embargo, los problemas económicos de la empresa que lo administraba obligaron a entregar al equipo a la Municipalidad de Melipilla, que remodeló el Estadio Roberto Bravo y el cuadro pasó a llamarse Deportes Melipilla. La razón que esgrimió Soinca fue que era difícil mantener los altos costos de un equipo que comenzaba a ser uno de los protagonistas del torneo de Segunda, truncando de esta forma las posibilidades de ascender al fútbol grande.

En 1992 Melipilla logra subir a primera tras una infartante definición con Everton en el Estadio Sausalito. González recuerda a ese equipo, dirigido por Guillermo Páez, como un cuadro que ofrecía un buen fútbol y que sostenía su andamiaje en los históricos Ariel Fabianni y Luis Cueto. Aunque Melipilla no se mantuvo en primera, ese año fue muy especial para la institución, pues recibió la visita de Colo Colo, Universidad Católica y Universidad de Chile, dándose el gusto de vencer a los albos por la cuenta mínima en el Estadio Monumental.

Tras casi 12 años en segunda división, Melipilla ascendió la temporada pasada luego de coronarse campeón de la Primera B. Sobre el futuro del equipo en la división de honor del fútbol chileno, González comentó que está más que satisfecho si la escuadra logra afianzarse en primera. “Igual es poco, pero va más allá de la seriedad del club. No sacamos nada con tener una planilla de 20 millones pesos mensuales si los jugadores no pueden cobrar”, comentó.
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