MOSCU.- En vísperas del viaje del presidente Vladímir Putin a China, Moscú y Pekín se lanzan floridos mensajes de "asociación" y "amistad" que maquillan la rivalidad de ambos países por consolidar sus intereses en el nordeste de Asia.
La visita de Putin a China, que comienza oficialmente el martes, es la primera etapa de una gira que llevará al presidente ruso a Corea del Norte y a Okinawa, en Japón, donde participará en la reunión del grupo de países más desarrollados más Rusia (G-8).
En busca de un espaldarazo internacional que le alivie un poco la presión doméstica, con las clases económica, militar y política en ebullición, Putin presentará a los líderes del G-7 sus doctrinas económica, de defensa y su política exterior.
En su nueva diplomacia, Moscú califica de prioritaria la relación con India y China, pero el objetivo más codiciado es la península coreana.
Es en Corea del Norte, donde, ante los recientes indicios de apertura del régimen de Kim Jong Il, chocan con mayor fuerza los intereses chinos y rusos, pues hasta ahora era Pekín el único interlocutor "oficial" de Pyongyang con el mundo.
Sin embargo, en los últimos meses se ha producido un acercamiento entre Corea del Norte y la Rusia heredera de la Unión Soviética, otro de sus valedores históricos antes de su desaparición.
El Gobierno de Seúl también ha sabido reconocer el papel que puede desempeñar Moscú para arrebatar a Pekín el protagonismo de la interlocución con Corea del Norte, de ahí que en junio se produjera una ofensiva diplomática surcoreana hacia Rusia.
La calidez de las relaciones sino-rusas que precede al viaje de Putin esconde también el interés ruso por utilizar la carta china con Estados Unidos en Okinawa, a la hora de hablar sobre los planes norteamericanos de modificar el tratado ABM de 1972.
Tanto Moscú como Pekín rechazan el intento de EEUU de crear un sistema nacional de defensa antimisiles, que rompería el consenso alcanzado en 1972 con el tratado ABM de protección antibalística.
Por otra parte, a China le conviene el llamamiento del presidente ruso por un "mundo multipolar", pues la fortalece en su condición de potencia mundial equiparada a EEUU y Rusia.
Los analistas políticos señalan que la "asociación estratégica" de la que se habla tanto para este viaje era ya el objetivo de las visitas de Yeltsin en la pasada década, pero varias razones impidieron que cuajara en los últimos siete años.
Las relaciones económicas sino-rusas explican en parte esta desconfianza, a pesar de la bonanza que las ventas de armas rusas tienen en los mercados chinos.
China gasta cerca de mil millones de dólares anuales en la adquisición de aviones, sistema de guía de misiles y otras tecnologías bélicas rusas.
Pero ahora Moscú teme que todo el material suministrado en los últimos años se vuelva en su contra y desequilibre la aparente superioridad, hasta ahora rusa, en armamento atómico y convencional.
Además, China se está revelando como un rival que puede hacer sombra a Rusia en sus renovadas ambiciones hacia las repúblicas ex soviéticas de Asia Central, sobre todo Kazajistán y Turkmenistán.
Pekín tiene gran interés en los proyectos de transporte de petróleo y gas desde las inmensas reservas del mar Caspio y espera, de momento, conseguir un suministro constante del gas turkmeno gracias al gasoducto que ambos países construirán antes de 2010.
Pero el mayor motivo de preocupación es la permeabilidad de los 4.500 kilómetros de frontera que comparten ambos países, que permite la llegada de un flujo masivo de emigrantes chinos a unas zonas que están quedando despobladas de sus habitantes rusos.
Según el Servicio Guardafronteras ruso, entre enero de 1999 y junio de 2000, cruzaron la frontera rusa cerca de un millón y medio de chinos, de los que sólo 237.000 fueron inscritos.
Datos extraoficiales indican que entre un millón y dos millones de chinos viven ilegalmente ya en Rusia, en las zonas del sur de Siberia y Extremo Oriente, principalmente.
El desequilibrio a uno y otro lado de la frontera es abrumador: al este de Siberia y el Pacífico ruso no viven más de 20 millones de personas, mientras que las cuatro provincias chinas vecinas albergan a más de 120 millones de habitantes.
Aunque la cuestión de la delimitación fronteriza está prácticamente cerrada entre Pekín y Moscú desde 1997, se refiere a la línea de demarcación y no a las tierras a uno y otro lado de la frontera.
Ya en 1964, el presidente chino Mao Zedong declaró que, en el pasado, "Rusia había tomado demasiada tierra", desde que se firmó el famoso tratado de Nerchinsk en 1689 y grandes territorios de Siberia, antes bajo control chino, pasaron al Imperio ruso.
En Moscú, pese a las efusivas declaraciones de los últimos días, muchos recuerdan que en una fecha tan cercana como 1981, varios historiadores chinos aseguraban que la frontera norte china en el siglo XIII la delimitaba el océano Artico.