RIO DE JANEIRO.- Los primeros moradores de Brasil no quieren seguir marginados en el año en que el país conmemora sus 500 años y han pasado a la acción: cerca de 350 indígenas, todo un récord, serán candidatos a concejales o alcaldes en las elecciones muncipales del próximo domingo.
"Para nosotros, ese número de candidatos fue sorprendente. Antes los indígenas participaban en las elecciones apoyando a candidatos, aunque tímidamente", explica Paulo Maldos, asesor del Consejo Indigenista Misionero de Brasil (CIMI), organismo que recabó los datos.
Maldos cree que lo ocurrido durante las conmemoraciones oficiales de los 500 años del Descubrimiento, en abril pasado, cuando la policía militar cargó contra una manifestación pacífica de indígenas en Porto Seguro (Estado de Bahía), "los dejaron más politizados".
Basta para comprobarlo con echar un vistazo a su ascendente participación en la política. En las últimas elecciones muncipales, celebradas en 1996, sólo 82 indígenas se presentaron a cargos electivos. Dos de ellos lograron ser alcaldes y ahora aspiran a revalidar su cargo.
En estas elecciones del 2000, el número se ha disparado a 350 repartidos de forma dispar: el Estado que concentra mayor número de candidatos indígenas es Roraima, al norte, con 200, seguido por Río Grande do Sul, en la otra punta del país, con 30.
Su filiación política y su etnia -215 en total en Brasil- también varían mucho. Los indígenas se presentan hasta por 15 partidos políticos, que van desde el Partido Comunista al derechista Partido Progresista (PPB), y pertenecen a las tribus garipanco, pataxo, ha-ha-hae, guajajara, terena, guaraní o bororó, entre otras.
Sin embargo Saulo Feitosa, vicepresidente del CIMI, ligado a la Iglesia Católica, aclara que los indios todavía "no dominan este nuevo instrumento de lucha" y necesitan "cursos de capacitación" para que no ocurra lo mismo que con Juruna, el primer indio en ocupar con gran bombo un escaño en la Cámara de Diputados en 1982 y que ahora ha desaparecido, junto a su lucha, de la escena política.
"El vive hoy en una ciudad satélite de Brasilia, no está bien en la ciudad y tampoco retornó a su aldea", se lamenta Feitosa, cuya organización ha preparado unos manuales para los indígenas titulados "Hay políticos en la aldea, hay política en las aldeas".
Pero lo cierto es que, después de "500 años de dominio" -el Gobierno brasileño invirtió 11 veces más dinero en los festejos del aniversario que en programas para las comunidades autóctonas- los indígenas han empezado a dar señales de organización.
Este año, y al margen de los celebraciones oficiales, 2.500 indios de 186 etnias celebraron en Porto Seguro la primera Conferencia de Pueblos Indígenas de Brasil, cuyas conclusiones no quisieron entregarle al presidente Fernando Henrique Cardoso debido a la brutal represión policial que sufrieron.
El mandatario reconoció entonces que existen en Brasil problemas de exclusión social, concentración de la tierra y racismo que se arrastran desde hace decenas de años. "Pero llegó la hora de que los pies descalzos de este pueblo pisen el terreno firme de la democracia, que es el camino para la integración en la sociedad", afirmó.
Dicho y hecho, los indígenas que representan el 0,2% de los 165 millones de brasileños, han decidido usar las mismas armas de los privilegiados blancos para ser dueños, por fin, de su destino.